Políticos con la lengua muy larga
Angela Merkel y Nicolás Sarkozy son de la misma familia política, pero sus ideas, a veces, no pueden ser más[…]
Angela Merkel y Nicolás Sarkozy son de la misma familia política, pero sus ideas, a veces, no pueden ser más diferentes. En muchas ocasiones, el presidente francés guarda más parecido con la descafeinada socialdemocracia europea, aunque no en política interna, en la que a veces emula a otro socio del club conservador, Silvio Berlusconi. Pero si algo tienen en común los tres es que detrás de sus posturas sólo hay intereses particulares.
Alemania no necesita a Europa para recapitalizar a sus bancos, por lo que no tiene la urgencia de ampliar el fondo de rescate. Y una tensión controlada en los países periféricos le beneficia: sus costes de financiación se mantienen bajísimos. Más aún si el siguiente Estado que se convierte en objeto de los ataques especulativos es Francia, que siempre ha sido un competidor de Alemania entre las opciones conservadoras de los inversores en deuda pública. Francia, pero sobre todo Sarkozy, necesita que el fondo de rescate cuente con más capacidad de actuación, por ejemplo, apalancándolo con ayuda del Banco Central Europeo, porque, posiblemente, le ayudaría a mantener la máxima calificación crediticia, al menos, hasta las elecciones de 2012. ¿Cómo se presentaría ante su electorado con su crédito devaluado ante los mercados? Por eso, transmite urgencia y esperanza en la resolución de la crisis de deuda con más Europa, mientras que Angela Merkel insiste en rebajar las expectativas del mercado sobre el éxito del Consejo Europeo del próximo domingo.
Ésta es la cruda realidad: los grandes países europeos no se ponen de acuerdo porque sus intereses compartidos son menos que hace años.
Sarkozy tiene miedo con razón. Porque mientras continúan las discusiones, la situación de los mercados y las expectativas económicas se deterioran. Y las agencias de "rating" se ponen nerviosas. Es posible que las últimas rebajas de calificación crediticia estuvieran ya descontadas en los mercados, pero también puede que con su hiperactividad de las últimas semanas se estén cubriendo las espaldas en caso de que haya un desenlace fatal en la crisis de deuda en Europa. Cuando cayó Lehman Brothers, había demasiados activos calificados con sobresaliente y matrícula de honor y ahora no quieren que les pase lo mismo.
Francis Fukuyama, que en 1992, justo después de la caída de la Unión Soviética, anunció el fin de la historia y el triunfo del liberalismo, está en paradero desconocido. Quizás, porque, para bien o para mal, se equivocó completamente. El fin de las ideologías implicaba también paz y tranquilidad en el mundo de los negocios, es decir, crecimiento continuo de los beneficios sin que nada lo entorpeciera. Pero, ahora, ni siquiera los que pertenecen a una misma tradición política se ponen de acuerdo. Por ejemplo: unos son partidarios de seguir gastando y otros, de la austeridad; unos tienen miedo a la inflación y otros, a la deflación.
Tras estas ideas de Fukuyama había otra importante: el protagonismo y el poder de los políticos sería cada vez menor y, con ello, también el de los Estados. No me extraña que Francis Fukuyama haya desaparecido del mapa. Porque, ¿no son acaso los políticos y los lobbys que se organizan para presionarlos los que mueven los mercados desde hace ya muchos meses?
Posiblemente, ésta sea una visión muy optimista para quien sigue creyendo en el poder de los Gobiernos como depositarios de la voluntad popular. Una visión más moderada diría que Estados y mercados siguen en guerra, aunque los segundos llevan ya muchas batallas ganadas. De ahí que, más que Fukuyama, el que de verdad dio en el clavo con su diagnóstico fue Ulrich Beck y su teoría de la sociología del riesgo, cuyo principal detonante fue el desastre de la central nuclear de Chernóbil. Estamos en la sociedad del riesgo porque, como decía Beck, el mundo se enfrenta cada vez a más riesgos que surgen por sorpresa y cuyas consecuencias son difícilmente calculables.
¿No serían aplicables, también, las teorías de Beck a los mercados? Sí, definitivamente: desde hace ya muchos meses, se enfrentan a los riesgos imponderables derivados de unos políticos con ideas e intereses contrapuestos y una lengua muy larga que pueden mandar a pasear en cualquier momento provocando vertiginosos movimientos en los mercados. Precaución y voten con cuidado.