El tándem Obama-Bernanke se queda corto

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y el del banco central del país, Ben Bernanke, han sido un tándem[…]

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y el del banco central del país, Ben Bernanke, han sido un tándem perfecto: el primero pudo gastar para sacar a EE.UU. de la recesión, porque el segundo compró deuda a espuertas. Ahora, la primera economía del mundo se encuentra otra vez al borde del abismo de una nueva recesión. Y ayer, Ben Bernanke le volvió a echar un cable a Obama.

El discurso de Bernanke contra la austeridad

El presidente de la Reserva Federal daba un discurso en Minnesota sobre la situación de la economía americana. Los inversores esperaban que adelantara algo nuevo respecto a sus planes de estímulo monetario. No lo hizo. Volvió a emplazar a los mercados a la próxima reunión de la Fed (20 y 21 de septiembre). Pero en uno de los párrafos de su comparecencia daba un apoyo implícito al aumento del gasto público o, al menos, a no recortarlo. "Mientras la debilidad del sector inmobiliario y la continua volatilidad financiera son las dos razones clave que explican el frustrante y lento ritmo de la recuperación, hay otros factores que también pueden frenar el crecimiento en los próximos trimestres. Por ejemplo, que los gobiernos estatales y locales continúen apretándose el cinturón recortando el gasto y reduciendo los salarios, al tiempo que los estímulos fiscales del Gobierno federal se están reduciendo".

"Se puede debatir mucho sobre el tamaño apropiado del Estado y sobre el papel del Gobierno con vistas a largo plazo, pero, en ausencia de demanda privada, una sustancial consolidación fiscal a corto plazo se sumaría a los vientos en contra que enfrenta el crecimiento económico y las contrataciones", añadió Bernanke.

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Las palabras de Obama y Bernanke se entrelazan

Pocas horas después, Barack Obama anunciaba su plan para reflotar el empleo. Y puso sobre la mesa 325.000 millones de euros entre gasto público y recortes de impuestos. En concreto, en inversiones en infraestructuras, subsidios a los gobiernos locales y reducción de impuestos a trabajadores y pequeños empresarios. Los congresistas y senadores que escuchaban al Presidente de Estados Unidos en el Capitolio ya sabían que Bernanke, de manera soterrada, había dado su aprobación. Porque el presidente de la Fed, además de mostrarse contrario a la reducción del gasto público en una coyuntura tan delicada como ésta, afirmó, haciendo alusión a la debilidad del consumo de los hogares: "Las familias se están enfrentando a un persistentemente alto nivel de desempleo, lentas subidas de salarios para quienes mantienen su puesto de trabajo, caída de los precios de la vivienda y alto nivel de endeudamiento".

En el empleo está la clave y donde los discursos de los dos hombres más poderosos de Estados Unidos se entrelazaron. Porque Obama, en su discurso dijo: "El objetivo de la 'American Jobs Act' es sencillo: poner más gente a trabajar y más dinero en los bolsillos de quienes ya están trabajando".

Pero no convencieron

El tándem Bernanke-Obama no funcionó. No convenció a los inversores. Wall Street respondió al presidente de la Fed con números rojos. De hecho, el Dow Jones fue de más a menos y cerró la jornada del jueves casi en sus mínimos del día. El presidente Obama habló una vez cerrada la Bolsa de Nueva York. Pero Europa al día siguiente comenzaba con fuertes descensos.

¿Por qué ha fallado? Es posible que, porque está casi descontado que no saldrá adelante en el Congreso: los republicanos, cada vez más escorados a la derecha, no permitirán darle esa baza a su adversario, máxime cuando el año que viene hay elecciones presidenciales. Aunque la insistencia de Obama en la rebajas de impuestos, es un guiño claro para obtener su apoyo.

Y el secretario del Tesoro de EE.UU., Timothy Geithner, busca la complicidad de Europa y de China para devolver al mundo a la preciada senda de crecimiento, para que los republicanos no puedan contraargumentar que sólo los americanos están haciendo esfuerzos mientras el resto del mundo se aprovecha de ellos. Además, desde un organismo tan poco sospechoso de heterodoxia como el Fondo Monetario Internacional, su directora-gerente, Christine Lagarde, también anima a la recuperación con más gasto público. Y el premio Nobel Joseph Stiglitz, algo más sospechoso de keynesianismo, ha recordado en un artículo reciente publicado en el rotativo "Politico" que la austeridad del presidente Hoover convirtió al crash del 29 en la Gran Depresión. Además se ha cargado el mito de que los estímulos no sirven para nada: sin apoyo público, la tasa de paro en EE.UU. hubiera alcanzado el 12%, frente al 10% en que alcanzó su máximo. "Los estímulos funcionaron. Lo que ocurre es que no fueron lo suficientemente potentes ni duraron lo que hubiera sido necesario", asegura Stiglitz.

Por eso, también es posible que la patronal americana tenga razón y el plan de Obama tampoco ahora vaya lo suficientemente lejos en un contexto como éste.

¡Inflación de salarios!

Pero, pese a la fría acogida que ha recibido en los mercados, el premio Nobel Paul Krugman, afirmaba en "The New York Times": "No es tan audaz como el plan que a mí me gustaría en un mundo ideal. Pero si se convierte en una ley, es probable que llegue a hacer una mella significativa en la tasa de desempleo". Menos es nada.

Ahora lo que se necesita es coordinación mundial a favor de la expansión fiscal y monetaria. Lagarde, Obama, Bernanke, Krugman, Stiglitz... han marcado el camino. No les da miedo la inflación. Quizá lo que se necesite sea inflación para salir de la crisis. Pero no la que viene de la subida del precio del crudo. ¡Necesitamos inflación de salarios!

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