Diez mitos sobre el diamante de inversión
Con mala fama y salpicado por las dudosas prácticas de ciertos actores: el mercado del diamante de inversiones no está[…]
Con mala fama y salpicado por las dudosas prácticas de ciertos actores: el mercado del diamante de inversiones no está exento de polémica. Por ello, Tradiciondiamantes.com cree que es necesario regular el sector sobre el que reposa y recuerda que las buenas prácticas existen. Para ayudar a arrojar un poco de luz sobre este sector, la web de inversión en diamantes repasa los 10 mitos más extendidos.
1/ El mercado del diamante no está regulado
FALSO. El mercado del diamante blanco no está, en efecto, regulado por ninguna autoridad financiera externa, pero el valor de las piedras está determinado de manera independiente por el Rapaport Diamond Report, un referente para el conjunto de los profesionales del sector. Si bien cada piedra tiene unas características únicas (4Cs: color, corte, carat y pureza ), su valor está determinado por unos baremos muy fijos, sometidos a las variaciones de los stocks de diamantes reales y de producción de la gema
2/ No existe un rendimiento elevado sin un riesgo elevado
VERDADERO PERO... A diferencia de otros valores, la particularidad de la inversión en diamantes radica en que se trata de una inversión no especulativa: su rentabilidad debe ser valorada sobre un periodo mínimo de 10 años. Desde los años 60, el precio del diamante se mantiene estable: Si en 1960 un carat valía unos 2700 $, su valor se aproxima hoy a los 31000 $. Y si, en efecto, las fluctuaciones de precios pueden intervenir en ello de un año a otro en función de los stocks de fluctuación y de una producción más o menos fuerte, su valor sigue todavía en crecimiento a largo plazo: es la razón por la que los profesionales recomiendan a los inversores no considerar el diamante como una inversión corto plazo.
3/ El certificado de autenticidad no es suficiente para atestar la calidad del diamante
FALSO. El «certificado diamante» o «certificado de calidad del diamante», se establece y es otorgado por un equipo experimentado en gemología en el seno de laboratorios mundialmente reconocidos como el CGL, HDC, GIA o los laboratorios de la cámara de comercio de Industria de París. Los expertos clasifican allí las características de las 4Cs (tamaño, pureza, color y peso) después de un análisis, permitiendo entonces de decidir sobre el valor de la piedra. Este documento prueba que el diamante ha sido bien examinado por un experto y que su precio ha sido fijado según su nivel de calidad: se trata de su tarjeta de identidad. El certificado diamante presenta dos intereses principales: el de regular los intercambios de diamantes y limitar el comercio paralelo de esta piedra preciosa, pero, también, el de ser una prueba precisa de la calidad del diamante, basándose en criterios estrictos, reduciendo así considerablemente los timos y estafas en el mercado.
4/ Es preferible invertir en un diamante blanco que en un diamante de color
FALSO. Aunque el diamante blanco es el más conocido por el gran público, los diamantes de color, conocidos como «fancy», son los más elegidos por los expertos. En efecto, éstos presentan rendimientos muy interesantes gracias a su gran rareza, el precio del carat de un diamante de color puede así a alcanzar hasta 50 veces más que el de una piedra «blanca». Y, actualmente el más demandado es el diamante rosa: su precio se puede ver multiplicado por cuatro por pico de demanda.
5/ El diamante está a salvo ante burbujas financieras
VERDADERO. El precio de los diamantes no está sujeto a influencias externas. Al contrario de lo que ocurre con las inversiones en bolsa, el diamante resiste eficazmente a las turbulencias del mercado, cuyo valor permanece entonces bastante estable, y puede, por otra parte, darse a ver como una herramienta de estímulo económico eficaz en caso de crisis.
6/ Todos los diamantes son buenas inversiones
FALSO. La clave de una buena inversión radica en proponer a cada uno de los inversores el producto que más se adapte a sus necesidades. El diamante de inversión es efectivamente una opción muy interesante para los ahorradores que deseen diversificar su patrimonio, pero los profesionales recomiendan, sin embargo, invertir en el diamante solo hasta el 10 % de la cartera patrimonial. Por otra parte, se recomienda a los inversores orientarse sobre todo hacia el diamante comprendido entre 0,5 y 3 carats. La razón radica en el hecho de que un diamante inferior a 0,5 carats no tiene que disponer por obligación de un certificado de diamante elaborado por un laboratorio. Por otra parte, mas allá de 2 carats, las piedras son raras y pueden llegar a encontrar un nuevo comprador más difícilmente que una piedra más clásica, en la que los inversores depositan de antemano su confianza. En cualquier caso, el diamante es sobre todo una inversión de placer y los inversores lo consideran como un bien idóneo para legar fácilmente de generación en generación.
7/ El diamante se extrae en malas condiciones
FALSO PERO... Existe todavía un mercado negro de producción de diamantes. Sin embargo, desde 2003 se ha instaurado el Proceso Kimberley, que asegura que la venta de diamantes brutos no se utilice para financiar un conflicto armado y que permite asimismo evitar que estos diamantes lleguen al mercado legal. Según este sistema de certificación, los estados participantes deben responder a determinadas condiciones mínimas y están obligados a introducir una serie de disposiciones legislativas así como instituciones nacionales, y controles a la exportación, a la importación y al comercio interior de los diamantes. Los estados tienen igualmente que obligarse a asegurar la transparencia de las actividades relativas a los diamantes y de proceder a intercambios de informaciones estadísticas. Según este control solo serán lícitas las actividades comerciales sobre diamantes efectuadas entre participantes que cumplan con las condiciones mínimas de los sistemas de certificación. El proceso Kimberley y las certificaciones de los laboratorios internacionalmente reconocidos actúan, desde entonces como una garantía para la mayoría de los actores de la venta de diamantes.
8/ El diamante está sometido a una fiscalidad compleja
VERDADERO... ¡Pero tiene una fiscalidad ventajosa! El IVA no se aplica para los diamantes estocados en zonas francas (como Amberes, Rotterdam, Gênes y le Havre, en Europa). Esto significa que los inversores están exonerados de pagar impuestos en la compra. Y en países como Francia, durante la reventa, están sometidos a una reducción del 5,5 %. Esta tasación depende de si el precio de cesión del diamante es inferior o superior 5000 euros, en cuyo caso podría haber lugar a otra exoneración.
9/ El mercado del diamante es un mercado opaco.
FALSO. El mercado del diamante es un mercado principalmente desconocido por el gran público. Además suele haber una gran desconfianza en torno a este, justificada, no obstante, por antiguas prácticas dudosas y no reglamentadas. Sin embargo, la puesta en práctica de numerosos controles en varias etapas de la producción del diamante, ha permitido regular el mercado y reducir considerablemente las malas prácticas del sector que estaban todavía en vigor a finales de los años 90. Paralelamente a la profesionalización del sector y al refuerzo de los controles que han saneado el mercado, las plataformas de venta en línea de diamantes han permitido facilitar el acceso de este producto al gran público, de hacerle comprender sus engranajes y de simplificarles su compra. Acordémonos del hecho de que el mercado del diamante de inversión representa solo el 5 % del mercado total del diamante y de que, por otra parte, las piedras incrustadas en joyas se benefician de la misma manera de una maravillosa acogida por parte de los consumidores.
10/ La reventa de un diamantes es complicada
FALSO. Los diamantes de inversión adolecen de cada vez menos de dificultades en su reventa gracias a la emergencia de plataformas de transacción especializadas en la compra y venta de diamantes. No obstante, en el contexto de inversiones patrimoniales, se aconseja comprar diamantes clásicos, que encuentran más fácilmente un comprador.