El truco final
Sólo hay un adulto en el mundo que espera con más ganas que los niños la llegada del mes de[…]
Sólo hay un adulto en el mundo que espera con más ganas que los niños la llegada del mes de enero. Sí, seguro que lo han adivinado. Se trata del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. El próximo 1 de enero España recoge el testigo de Suecia y asume por cuarta vez la presidencia semestral de la Unión Europea. Y Zapatero ve aquí una gran oportunidad de superar todas las adversidades que le han perseguido durante los últimos meses. Está convencido de que Europa y el mundo entero (acuérdense, es el acontecimiento planetario anunciado por Leire Pajín) se rendirán ante su forma de gestionar la presidencia europea.
Es el cargo perfecto para su estilo político: muchos discursos grandilocuentes, pero totalmente vacíos, sin nada detrás. Mucho transmitir la sensación de que van a cambiar las cosas, pero no puede cambiar absolutamente nada. Es la hora del truco final.
Es curioso, pero cuando se impuso a José Bono en el asalto por la secretaría general de los socialistas y comenzó a ganar elecciones unas tras otras, parecía que Rodríguez Zapatero era un político con buena suerte, que estaba tocado por una varita mágica. Sin embargo, todo eso ha desaparecido de un plumazo. Ahora se ha convertido en una auténtica máquina de fabricar problemas. A la crisis, sumen el Alakrana, Mauritania, Aminatou Haidar, Cataluña... ¿Qué está pasando?
Es difícil responder a esta pregunta, pero es muy posible que todo esté vinculado a la alarmante mediocridad del Gobierno. Si se analiza el perfil de los ministros actuales, parece que sólo Alfredo Pérez Rubalcaba está a la altura de lo que demanda ese cargo. Pero Zapatero parece que es feliz rodeado de tanta mediocridad. Le sobran los ministros, como le sobran los asesores. La mayoría de los que le rodean en La Moncloa se enteran por los medios de comunicación, como el resto de los ciudadanos, de las iniciativas del presidente.