El capital riesgo entra en las carteras para arañar rentabilidad

Añadir un plus de rentabilidad a las carteras. El capital riesgo se ha ido incorporando paulatinamente al portfolio de los[…]

Añadir un plus de rentabilidad a las carteras. El capital riesgo se ha ido incorporando paulatinamente al portfolio de los grandes patrimonios bien a través de la inversión directa en una empresa o bien a través de un fondo de capital riesgo gestionado. Aunque esto no quiere decir que se deje de lado otros activos como las acciones o la renta fija en la parte más conservadora. Rocío Ledesma, subdirectora de Productos y Asesoramiento de Andbank, enumera cuatro factores por los que el capital riesgo ha ido ganando presencia: diversificación, descorrelación con el resto de activos financieros, expectativas de rentabilidades superiores y acceso a la economía real.

De la misma opinión es Alberto Calvo, director de BBVA Patrimonios España. «El capital riesgo es un magnífico complemento a la inversión financiera tradicional, que permite mejorar la diversificación del patrimonio y optimizar la relación rentabilidad/riesgo de las inversiones». Así, prosigue el máximo responsable de banca privada de BBVA, «es un componente permanente en las carteras de los inversores institucionales (fondos de pensiones, aseguradoras, fondos soberanos, fundaciones) cuya exposición oscila entre el 10 y el 20 por ciento de su cartera de inversión». En este tipo de activos, Eduardo Navarro, presidente ejecutivo de Sherpa Gestión de Capital, destaca que se pueden lograr rentabilidades por encima del 25 por ciento anuales.

Qué aporta 

Jesús Muela, subdirector general de GVC Gaesco Valores, asegura que «invertir en capital riesgo es invertir en el capital de las empresas y no en su deuda. Se trata de compañías con un alto potencial de crecimiento y es totalmente diferente que la inversión en bolsa, ya que en las grandes cotizadas su proyección es menor».

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Ledesma también incide en el alto componente de anticipación que conlleva este tipo de activos. «Permite adelantarse al mercado ya que las inversiones en capital riesgo son siempre lideradas por profesionales en busca de oportunidades». Para Calvo permite identificar las tendencias empresariales que van a funcionar más adelante y participar en sectores y compañías que tienen un crecimiento potencial esperado muy superior al de las compañías cotizadas. «Un gran número de las nuevas compañías que se han convertido en gigantes en los últimos tiempos, muchas de ellas en el sector de la Nueva Economía, fueron objeto de inversión en etapas iniciales por fondos de capital riesgo», recuerda. En este sentido, Navarro explica en que el capital está más ligado a la «economía real» que a la financiera, por lo que existe una menor vinculación con el ciclo.

Además, una de las ventajas que aporta el capital riesgo es que facilita invertir en una empresa en sus diferentes estadios de desarrollo. Así el inversor puede acompañarlas desde su inicio (Seed Capital, Venture Capital), o en las etapas más maduras (Buy outs), pudiendo desembocar en la venta a grandes compañías o sacándolas a cotizar en bolsa (Ipo).

Cómo hacerlo

GVC Gaesco Valores identifica varias formas en las que un gran patrimonio se puede acercar a la inversión en capital riesgo. «Lo más sencillo es la inversión directa, pero otras fórmulas más eficientes fiscalmente son los fondos de capital riesgo o una sociedad de capital riesgo». Ledesma, de Andbank, señala la posibilidad de hacerlo en un fondo de fondos muy diversificado.

Desde CaixaBank destacan que «la inversión a través de fondos de fondos ofrece un mayor grado de diversificación y un mayor número de inversiones subyacentes». En este caso, es fundamental contar con una correcta selección de gestores y tener acceso a los fondos de mayor calidad, ya que muchos están cerrados a nuevos inversores y exigen unos compromisos mínimos de inversión muy elevados.

En cuanto a la estrategia a adoptar, Ledesma recomienda ante todo determinar el importe mínimo que le exigen para realizar la inversión y el peso que supone en el total de su cartera, según su perfil de riesgo; el tipo de capital riesgo en el que invierte, lo cual marcará el binomio rentabilidad-riesgo: fondo de fondos muy diversificado, inversión en empresas consolidadas que quieren crecer o inversión en lo que se llama capital semilla, financiando empresas en sus etapas más iniciales y el horizonte temporal, ya que suelen ser inversiones a medio-largo plazo, sin posibilidad de liquidez.
Por su parte, Alberto Calvo recomienda que «para decidir el porcentaje del patrimonio que hay que tener en este tipo de activos (exposición), el inversor ha de tener en cuenta cómo está invertido el resto de su patrimonio en términos de riesgo, cuáles son sus necesidades de liquidez en el corto, medio y largo plazo, experiencia y conocimiento de los riesgos inherentes a las empresas».

Nicolás Barquero, director de inversiones de Deutsche Bank Wealth Management España, explica que normalmente se invierte a través de sociedades de inversión. «La temática de estas sociedades suele ser sectorial, regional o ligada al nombre de grandes gestoras». Pero Barquero también puntualiza que los inversores más sofisticados y de mayor patrimonio también pueden invertir en proyectos de co-inversión. «Suelen ser menos diversificados pero con menores costes y mayor expectativa de rentabilidad, normalmente estructurados en un concepto de club de inversores».

Y una vez que se decide invertir en este activo, es importante definir los objetivos y analizar sus implicaciones. «Habrá que determinar primero el porcentaje de la cartera que hay que dedicar a este tipo de activo, teniendo presente la importancia del plazo, la iliquidez y la diferencia entre el capital invertido y el capital comprometido. Asimismo, hay que tener en cuenta la rentabilidad objetivo que buscamos y el riesgo que estamos dispuestos a asumir. Una vez definido todo esto, estableceremos unos plazos para ejecutar dicho plan». A lo que hay que sumar que habitualmente, en los primeros años, se hacen aportaciones de capital a inversiones que tienen un período largo de evolución.

Sin olvidar que...

Estos activos requieren un horizonte temporal amplio. Ledesma explica que normalmente no bajan de 5 años como mínimo de media, ya que es el tiempo necesario para analizar las potenciales inversiones en empresas, llevarlas a cabo, gestionarlas eficientemente y deshacerlas: es difícil que antes se consiga el objetivo. Sin olvidar que se trata de un mercado ilíquido, asevera Muela, ya que el proceso de venta de la participación es más costosa. «Hay menos compradores» advierte Muela. Aunque Navarro también recuerda que si se invierte en fondos los periodos pueden acortarse. En ese sentido, desde CaixaBank ponen de manifiesto que «la ventaja con la que cuentan los fondos de capital riesgo es que su mandato de gestión es más flexible que el de un activo tradicional: tienen un periodo de inversión más amplio (típicamente, entre 3-5 años) y no tienen la obligación de invertir la totalidad del patrimonio comprometido por los inversores. Por otro lado, como no tienen obligación de salir de las compañías en un momento específico, pueden desinvertir cuando lo consideren oportuno». 

Y debido a esta pecularidad, el papel del gestor es fundamental. Como recuerda Calvo, desempeña una labor fundamental a la hora de asesorar al cliente sobre el porcentaje de su patrimonio que en su caso debe invertir en este tipo de activo, determinando de forma conjunta con el cliente cuál es el verdadero perfil de riesgo del cliente, la composición actual de su patrimonio y sus necesidades de liquidez futuras.
Barquero indica que el gestor de banca privada se encarga, en este tipo de inversiones, de analizar la doble componente de iliquidez versus diversificación y rentabilidad positiva ajustada al riesgo. «Es tan malo renunciar a invertir en un activo tan atractivo como asumir una iliquidez de cartera que un cliente no puede asumir», matiza.

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