Luces y sombras de la economía una década después del inicio de la crisis

En 2017 se volvió al nivel de renta previo a la recesión, pero hay el doble de paro y la gente en riesgo de exclusión es mayor

Los álbumes de fotos sirven para guardar recuerdos de momentos concretos que con el paso de los años sirven para ver y repasar la evolución vital de una persona. Con la economía pasa algo similar. La foto de la España de 2007, antes de la crisis, era la de un país que creció al 3,8% y con una tasa de paro del 8,6%. Un aumento del PIB basado en la burbuja inmobiliaria y con un déficit comercial de 100.000 millones. En esa foto también se vería unas cuentas públicas con superávit y una deuda pública moderada del 36%, pero con una elevada deuda privada (de empresas y familias). Al año siguiente, el álbum mostraría el comienzo de una crisis que una década después todavía no se ha cerrado y que ha provocado importantes cambios económicos, además de laborales, sociales y políticos.

Pero, ¿ha salido España de la crisis? Para ello hay que comparar la foto de 2017 con la de hace diez años para analizar una recuperación con algunas luces como el buen ritmo de crecimiento del PIB, el fortalecimiento del sector exterior o la ganancia de competitividad, pero que tiene todavía muchas sombras en forma de desempleo, pérdida de poder adquisitivo para trabajadores y pensionistas y abultado pasivo.

España cerró el año pasado con un crecimiento del 3,1%, según adelantó el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. De esta forma, la economía encadena tres años por encima del 3%, lo que le permitió recuperar el año pasado el nivel de PIB previo a la crisis. El propio Rajoy mostró hace unos días su optimismo respecto al futuro al asegurar que España puede afrontar «la etapa expansiva más larga de la historia». Pero los elementos de ese crecimiento no son iguales a los de hace una década. «La composición del PIB es más sana. Hay una aportación positiva del sector exterior», señala María Jesús Fernández, economista del departamento de coyuntura y estadística de Funcas. De hecho, esta experta destaca el buen comportamiento de las exportaciones -están en cifras récord-, lo que ha permitido que a pesar del tirón del consumo y, por tanto, de las importaciones, el déficit comercial se haya reducido considerablemente respecto a los niveles precrisis (alrededor de un 80%). Asimismo, Fernández destaca como una señal de la mejora de competitividad de la economía el crecimiento de las exportaciones por encima del comercio mundial.

El turismo ha tomado el relevo de la construcción como uno de los grandes motores de la economía. Solo hay que ver cómo se ha disparado un 39% la llegada de turistas extranjeros en la última década. Así, en 2007 España recibía 59 millones de viajeros, por los 82 millones con los que cerró el año pasado. De hecho, el sector representa ya más del 11% del PIB.

Sin embargo, no todos los indicadores económicos son tan positivos. Una de las grandes diferencias respecto a la situación de hace diez años se encuentra en el mercado laboral. La tasa de paro en el tercer trimestre de 2017 según la Encuesta de Población Activa (EPA) -último dato disponible- se situaba en el 16,4%. Es el doble que la registrada a finales de 2007 (8,6%). Asimismo, el número de ocupados se situaba en los 19 millones, frente a los 20,5 millones que llegó a haber hace una década. De hecho, el propio Gobierno se ha puesto como objetivo recuperar esa cifra en 2020.

Paradójicamente, la tasa de temporalidad de 2017 sí se sitúa por debajo de la de 2007 (27,4% frente a 30,9%). Aunque puede deberse en parte a que los niveles de empleo totales son todavía más bajos. De hecho, más del 90% de los nuevos contratos que se firmaron el año pasado fueron de carácter temporal.

Menos poder adquisitivo

Pero no sólo se ha destruido empleo, sino que los trabajadores han perdido un 7,2% de poder adquisitivo en este periodo. Y es que mientras los precios han crecido un 9,7% de media en esa década (a pesar de que en tres ejercicios la inflación media anual fue negativa) los salarios sólo se incrementaron un 2,5% de media. Hay que tener en cuenta que hasta la crisis la mayor parte de los convenios colectivos recogían una revalorización de los salarios en función de la inflación. Sin embargo, con la reforma laboral se favoreció desligar ambos índices.

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«La recuperación se sostiene sobre una contención salarial que ha mejorado la competitividad», señala María Jesús Fernández. Una realidad de peores salarios que también se refleja en la pérdida de peso de las rentas del trabajo en el PIB, que ha pasado de ser un 49% antes de la crisis a un 47% en la actualidad. Por contra, esos dos puntos son los que han ganado las rentas empresariales, que pasan de un 41% a un 43%.

«El empleo que se ha creado es de sueldos más bajos. Esa devaluación salarial permite recupera competitividad, pero tiene efectos en la distribución de la riqueza», explica Pedro Aznar, profesor de Economía de Esade. En su opinión, tiene cierta lógica que los beneficios empresariales se recuperen antes que las rentas. Sin embargo, considera que es necesario abordar una revalorización salarial acorde con la recuperación económica actual.

     Y es que una de las consecuencias más preocupantes de la crisis tiene que ver con las personas en riesgo de pobreza y exclusión social. En España un 27,9% de la población se encontraba en esa situación en 2016, lo que supone 12,9 millones de personas, según datos del índice europeo Arope. Un nivel muy superior al 23,3% que había en 2007. Es cierto que esta tasa se ha reducido desde el máximo que alcanzó en 2014 con el 29,2%.

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     «La evolución macroeconómica indica que se va en la buena dirección. Hay aspectos del crecimiento más sanos, como el sector exterior o la menor endeudamiento de las familias», resume Aznar. Sin embargo, también advierte de la persistencia de retos que afrontar como cambiar el modelo productivo para no depender excesivamente de un sector como ocurrió antes de la crisis con la construcción y que ahora podría acabar siendo el turismo. También considera necesario mejorar la redistribución de la renta y garantizar la sostenibilidad del sistema de pensiones.

     Precisamente, los pensionistas tampoco salen bien parados de esa foto comparativa. Y es que la reforma de 2013 desligó su revalorización de la inflación, lo que ha conllevado a una subida del 0,25% -el mínimo legal- durante cinco años. Por su parte, la inflación media en ese periodo fue del 2,5%, lo que implica una pérdida de poder adquisitivo importante. Al mismo tiempo, la Seguridad Social arrastra un déficit de 18.000 millones y la hucha de las pensiones ha pasado de más de 60.000 millones a los 8.000 millones actuales, que se quedarán casi a cero este curso. De hecho, el sistema recibirá una inyección de 15.000 millones por parte del Tesoro este año. Por tanto, habrá que esperar unos años más para ver cómo evoluciona este álbum fotográfico.

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