La última mutación de la guerra comercial
El enfrentamiento entre China y Estados Unidos no es únicamente mercantil. Está en juego la hegemonía global de las próximas décadas. Por eso, cada cierto tiempo, un conflicto va sumándose a los anteriores. Es una guerra total.
La guerra comercial ha sumado en pocos días dos nuevos frentes: el cambiario y el político. Y el primero, íntimamente ligado con el segundo.
El lunes, 5 de agosto, los inversores europeos se despertaron alarmados por la fuerte caída de las bolsas asiáticas, a continuación participaron de las ventas que se desataban en las plazas del Viejo Continente y, para terminar, asistieron a las pérdidas que después se replicaban agravadas en Estados Unidos, donde se vivió la peor sesión de este 2019.
De fondo, la decisión de la autoridad monetaria china de dar una mayor libertad de flotación al yuan, hasta romper la cota de los 7 dólares por primera vez en la última década.
Ello se entiende como una reacción a la decisión que pocos días antes tomaba la Casa Blanca de establecer un arancel del 10 por ciento sobre 300.000 millones en importaciones chinas que será de aplicación a partir del 1 de septiembre. Desde esa fecha, el arancel medio que pesa sobre China será de un 21,5%, frente al 3,1% de 2017.
También se interpreta como un síntoma de que el acuerdo entre los dos contendientes está lejos y de que el conflicto aún se encuentra en su fase de escalada. Y, siendo esto último grave, dadas las negativas repercusiones en la economía global que ya se perciben, la mera depreciación del yuan es algo que pone nerviosos a los mercados, como ya se tuvo ocasión de comprobar en 2015, también en agosto, cuando la divisa se hundió sin que la guerra comercial hubiera hecho aún acto de presencia.
Ese nerviosismo se desata debido a lo que la caída del yuan refleja y acentúa: la fuga de capitales de China. Y también a lo que puede desencadenar: devaluaciones competitivas en Asia y más allá; fortalecimiento del dólar y problemas para las economías y los agentes que se han endeudado en billete verde (sobre todo en el mundo emergente); además de inyección deflacionista en un mundo que ahora lo que necesita es justo lo contrario.
Amenaza de guerra cambiaria
Por sí sólo, el fenómeno, la depreciación del yuan, tiene malas consecuencias en los activos de riesgo, pero en un contexto de confrontación con Estados Unidos, su alcance y su potencial desestabilizador es mucho mayor. Así, la respuesta por parte de la Administración Trump no se hizo esperar: el propio presidente, en un tuit, calificó a China de manipuladora de su divisa y apeló a la Reserva Federal norteamericana para que reaccionara: "¿Estás escuchando?", le espetó, animándole a responder bajando los tipos de interés para ayudar a debilitar al billete verde y contrarrestar la decisión china sobre el yuan.
No es la primera vez que Estados Unidos o la Administración Trump, en particular, acusa al gigante asiático de manipular su moneda, pero en esta ocasión la cosa parece más seria: no fue sólo la verborrea del presidente la que tachó a China de manipuladora de su moneda, sino que fue el propio Tesoro de Estados Unidos el que calificó al gigante asiático de tal tras el cierre de la sesión del lunes, 5 de agosto, en Wall Street, en un acontecimiento inédito desde 1994.
El riesgo de esta calificación es que puede poner en marcha un proceso en el que Estados Unidos podría pedir al Fondo Monetario Internacional que evalúe las políticas cambiarias de China: "Nombrar a China manipulador de divisas significa que hay un riesgo de que Estados Unidos busque sanciones, pero es improbable que esto sea inmediato. Si la divisa se estabiliza alrededor o por debajo de 7, la situación podría relajarse", señala Esty Dwek, responsable de Dynamic Solutions, una división de Natixis IM.
Aunque, quizás más inmediatamente, ello puede proporcionar a Estados Unidos la coartada perfecta para dar una vuelta de tuerca a la guerra arancelaria, para continuar subiendo las tarifas. Es la opinión, por ejemplo, del analista financiero Juan Ignacio Crespo, que también apunta que la capacidad del FMI de establecer sanciones en esta cuestión es bastante pequeña, a diferencia de aquella con la que cuenta la Organización Mundial del Comercio, que dispone de un protocolo mucho más claro. La apelación al FMI podría buscar, únicamente, presión diplomática, dice Crespo.
Tras el terremoto del lunes, 5 de agosto, ocasionado por la caída del yuan, a partir del martes el banco central chino decidía sostener su moneda, lo que se traducía en un alivio en los mercados financieros. Ese mismo martes, además, mantenía una reunión con compañías extranjeras presentes en el país para transmitirles su previsión de que el yuan no continuará debilitándose de manera significativa. Los datos de la última balanza comercial, que se publicaron el jueves, prestaron otro apoyo fundamental al yuan.
¿Qué hará a partir de ahora el yuan?
Bart Hordijk, analista de Monex Europe, interpreta: "Por un lado, China quiere señalar que está preparada para hacer lo que sea necesario contra los aranceles de Trump, a pesar de quedarse sin productos importados estadounidenses sobre los que establecer nuevas tarifas, para combatir el impacto que las medidas de Estados Unidos están teniendo en una economía china en desaceleración. Mientras que por otra parte, las salidas de capitales y las repercusiones políticas de un yuan depreciado dan razones para creer que éste puede no ser el inicio de un sistemáticamente más débil yuan. Esto es por lo que pensamos que el yuan continuará debilitándose, pero de una forma gradual". De ahí que este analista afirme que, "por el momento", el riesgo de una guerra de divisas entre Estados Unidos y China parece limitado.
Aunque, a juicio de Crespo, Donald Trump tiene muchas ganas de iniciar una guerra de divisas con el gigante asiático. De acuerdo con este analista, si bien Estados Unidos tendría una teórica mayor capacidad de actuación en un conflicto cambiario con China, el difícil acceso al yuan (las finanzas chinas no están liberalizadas y hay poca divisa fuera del país) le complicaría cumplir con sus objetivos: no dispondría de unidades suficientes que comprar para que esta operativa resultara en un fortalecimiento de la moneda asiática.
Cabe plantearse, además, si realmente China manipula su divisa. El premio nobel Paul Krugman considera que, en todo caso, lo hace cuando evita su depreciación, no cuando la moneda cae; Juan Ignacio Crespo opina que es una respuesta que las autoridades chinas dan a los aranceles de Trump (cuando éste impuso la primera tarifa del 10% el año pasado, también el yuan se depreció un 10%); mientras que el ex secretario del Tesoro Larry Summers considera que la acusación contra China está completamente injustificada.
El frente arancelario continuará abierto y las bolsas seguirán volátiles
Si no se desata la guerra cambiaria, la tarifaria continuará: "Vemos pocos incentivos para que Trump pare de ser duro con China. Hasta que no haya un serio coste político con un mucho más débil crecimiento en Estados Unidos o una significativa caída en los mercados, Trump continuará con su postura actual. Además, el presidente parece contar con que la Fed mitigará los riesgos económicos con más bajadas de los tipos de interés, lo que agrega un colchón a su guerra comercial".
Por lo tanto, en lo que a las bolsas se refiere, los expertos consideran que la volatilidad puede continuar y no descartan que puedan recortar algo más. De hecho, la semana ha sido bastante volátil, incluso en una misma sesión hemos visto movimientos bastante bruscos. Porque los inversores no se fían. Como nefasto síntoma del ánimo inversor, incluso cuando las bolsas subían, el dinero fluía hacia activos refugio como los bonos (cuya rentabilidad ha marcado esta semana mínimos históricos en muchos casos) o como el oro, que ha alcanzado los 1.500 dólares la onza por primera vez desde 2013.
De manera bastante explícita, Paul O'Connor, director del equipo de multiactivos de Janus Henderson, afirma: "Dado que la mayoría de activos financieros ya han brindado unas sólidas rentabilidades este año y que la certidumbre sobre las perspectivas macroeconómicas a escala mundial se sitúa en niveles inusualmente reducidos, creemos que existe un importante incentivo para materializar parte de los beneficios obtenidos en activos de riesgo y para dar un paso a un lado hasta que las perspectivas de riesgo/remuneración mejoren o hasta que las perspectivas globales resulten más predecibles".
La concatenación de conflictos (arancelario, tecnológico, cambiario y político) da la razón a quienes desde el primer momento afirmaron que la disputa es total, por la hegemonía a todos los niveles entre la superpotencia de las últimas décadas, Estados Unidos, y la que quiere tomar el relevo, China.
Aunque, como comenta Paul O'Connor, el conflicto podría no limitarse exclusivamente al que enfrenta a China y Estados Unidos: "Si bien el foco del mercado está actualmente centrado en el riesgo de una disputa prolongada entre China y Estados Unidos, también existe cierta preocupación de que el conflicto comercial se esté convirtiendo ya en una temática global más amplia. Los inversores tratan ya de evaluar las consecuencias de la actual disputa comercial entre Japón y Corea del Sur y se mantienen pendientes de si Estados Unidos retoma la aplicación de medidas a escala mundial destinadas a la industria automovilística o de si se producen hostilidades comerciales entre EE.UU. y la zona euro", explica. Es el rostro económico del repliegue nacionalista que se está observando en todas las latitudes.
También hay expertos, como Dwek, que creen que la situación tendría que estar más estabilizada con vistas a principios del próximo año "para asegurar un escenario decente para las elecciones presidenciales americanas", que tienen lugar en noviembre de 2020. "Con vistas a las elecciones, Donald Trump necesita que presentar un éxito. Otra cosa es que sólo ofrezca un cierre en falso del enfrentamiento", concluye Crespo.