Rajoy asume su derrota y aboca al PP a atravesar el desierto de la oposición

No dimitió para frenar la moción de censura. Ni siquiera se guardaba una carta oculta para impedir la llegada de[…]

No dimitió para frenar la moción de censura. Ni siquiera se guardaba una carta oculta para impedir la llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa. Mariano Rajoy subió a la tribuna, se esforzó por desarmar las razones que han llevado al PSOE a tumbar el Gobierno, recogió sus cosas y se fue. Fin de ciclo. En el Congreso, la bancada popular comprobó tras el receso de mediodía que su jefe de filas no iba a ocupar su escaño en la sesión vespertina. Sólo volverá para asumir su derrota en la votación de mañana. «Estas son las reglas del juego -aceptaron desde su entorno-. Si te echan, te vas».

Tan desconcertados estaban los grupos parlamentarios ante la evidencia de la caída del Gobierno, que durante toda la jornada las especulaciones sobre una renuncia 'in extremis' del presidente tomaron cuerpo. Se le llegó a imaginar incluso comunicando su marcha al Rey en la Zarzuela.

Una y otra vez tuvieron que reiterar desde la Moncloa y la dirección nacional del PP «que no», que «para nada». El propio Rajoy se cerró en banda ante las insistentes llamadas de Sánchez a tomar la decisión antes de ser desterrado del poder y optó por forzar a todos los grupos políticos a posicionarse. «Para usted lo cómodo sería que dimitiera -le espetó al dirigente socialista-, pero yo cumplo con mi obligación y explico a los españoles su gran trampa».

Ya por la tarde, tras almorzar con la secretaria general del PP, el presidente movilizó a su núcleo duro, incluida María Dolores de Cospedal, para desmentir en los pasillos del Congreso la hipótesis de su marcha. La reflexión estaba cerrada. El final, asumido.

Esa habría sido la única maniobra posible para dejar en suspenso la moción de censura que se votará mañana en el Congreso. Una renuncia dejaría al Gobierno inmediatamente en funciones y el Rey se vería obligado a designar un nuevo candidato que se someta al escrutinio de la Cámara baja. Algunas fuentes del PP apostaron hoy por esa estrategia. Habría servido para retener el Ejecutivo en lo inmediato y, en caso de investidura fallida, como en 2016, para ir otra vez a elecciones. «Mi consejo sería ese -presionó el exministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo-, es más sensato».

Pero el Gobierno no lo vio así. Fuentes gubernamentales se afanaron por justificar que Rajoy dejara la partida y transmitieron la idea de que hacer las maletas habría sido cuestión de semanas, que la investidura de Sánchez habría acabado prosperando con la misma mayoría parlamentaria de este viernes. «Si pensáramos que con eso el PP seguiría gobernando, haríamos lo que fuera menester -garantizó Cospedal- y, créanme, él lo haría el primero».

Y el partido se plegó. «Lo respeto». «Lo que decida el presidente, bien hecho estará». «Es una decisión personal suya». Fuentes populares cerraron filas y aceptaron el argumento de que con su marcha, Rajoy habría admitido algún tipo de responsabilidad por la sentencia del caso Gürtel. Que habría sido como reconocer que «ha hecho algo malo», cuando el propio presidente se refirió a este escándalo de corrupción como «historia vieja». El escándalo que hizo tambalearse al PP y que va a acabar llevándose por delante a Rajoy.

Ahora en el partido conservador confían en que el Ejecutivo «imposible» de Sánchez les sirva para reforzar su lema de que «el PP es sinónimo de estabilidad». Pero lo cierto es que a los conservadores les queda un desierto por atravesar. Y tan sólo a un año de las elecciones autonómicos y locales.

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Para empezar, en 24 horas perderán el foco de la Moncloa. «Abandonar el Gobierno te lleva irremediablemente a desaparecer del mapa», apunta un veterano de la formación. Pero esa será la primera tarea del PP: organizarse para ejercer la oposición, y no cedérsela a Ciudadanos. Eso exige «recomponer el grupo parlamentario» y luego arremangarse para actualizar el partido.

Quedan dudas por resolver. La más importante, la del futuro de Rajoy. Fuentes populares ven «complicado» que quiera continuar en su escaño ejerciendo de líder de la oposición. Sería la primera vez que un presidente deja el Gobierno y se queda en el Congreso. Su marcha, en todo caso, dejaría ahora mismo descabezado el grupo parlamentario, una situación que ya ha vivido el PSOE desde octubre de 2016.

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Fuentes territoriales dan por hecho que querrá «guiar la transición» para que el partido no se abra en canal, aunque Cospedal no quiso dar pistas «de los asuntos relacionados con la estructura» de su formación. Las mismas voces entienden que todo desembocará en un congreso extraordinario para la ansiada renovación. Pero paso a paso.

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