Caen las torres más altas de la inversión
Hoy la liquidez es un lujo del mismo tamaño que el quebradero de cabeza -que más de uno quisiera para[…]
Hoy la liquidez es un lujo del mismo tamaño que el quebradero de cabeza -que más de uno quisiera para sí- que supone decidir qué hacemos con nuestro dinero. ¿Hay vida más allá debajo del colchón y de la caja fuerte? Haberla, haila, pero cada día es de peor calidad.
Mal están las cosas cuando un producto tan poco sexy como el fondepósito capta 6.000 millones en un año con el debate de los tipos de interés cero encima de la mesa. O muy mal, según se mire, si fondos hasta ahora refugio como los inmobiliarios empiezan a dar rentabilidades negativas en los doce últimos meses. Caen las torres más altas de la inversión hasta ahora segura, bien porque ha dejado de serlo o porque las rentabilidades mueren de inanición.
Es lo que hay. La crisis no respeta nada y los fondos inmobiliarios, esos todavía jóvenes rockeros en el mercado español -sólo tres de los nueve existentes tienen más de diez años de antigüedad- también se abonan a los números rojos. Durante los últimos años han permitido a los inversores, sobre todo los institucionales, diversificar su riesgo. No tienen liquidez diaria, pero sí unas carteras con activos de todo tipo -viviendas, locales comerciales, oficinas, aparcamientos- e importantes limitaciones al riesgo que les han permitido ganar dinero de forma tan constante como poco estridente en los años del boom inmobiliario, y hasta enero, también en pleno pinchazo de la burbuja.
Las cifras dicen que en el año más duro para la historia del ladrillo español la rentabilidad media de estos fondos fue del 0,69%. El caso es que cuanto más largos son los plazos, más favorecidos salen los inmobiliarios de la comparación con el resto de los fondos, que en 2008 dieron un rendimiento negativo conjunto del 5,59%. Con mucha diferencia han dado más que nadie a tres, a cinco y a diez años, siempre por encima de los de renta fija a corto plazo -sin riesgo alguno- o los garantizados. Hoy viven en el alambre de la retasaciones -caso de Santander Banif Inmobiliario, el mayor fondo del país- o de los cierres de las ventanas de liquidez durante dos años para proteger a los inversores de la caída del valor de los activos, como en BBVA Propiedad.
¿Está en entredicho la propia naturaleza del producto? Decir que sí sería muy aventurado, pero la sensación es la de que ha terminado un ciclo. La rentabilidad negativa del 0,11% en enero respecto al mismo mes del año pasado no impone tanto respeto por la cifra en sí -muy discreta- como por el cambio de tendencia que supone. Sin embargo cuatro fondos han dado rentabilidades positivas en enero -no es el caso de los dos más grandes, que representan más de la mitad del sector por patrimonio gestionado- y la misma cantidad ofrece beneficios en el plazo de un año.
No estamos por lo tanto ante un producto de alta volatilidad como los tocadísimos hedge funds, pero sí ante la evidencia de que unos fondos que hasta hace tres meses no habían dado que decir una mala palabra han perdido su imagen de infalibilidad. Queda claro que el repliegue de las rentabilidades no es coyuntural.
Si de lo que se trata es de dormir tranquilo, toca poner el dinero a dormir sin esperar casi nada. El billón de pesetas de las de antes que se ha desplazado hacia los fondepósitos acepta rentabilidades en torno al coste de vida -la inflación fue del 1,4% el año pasado y no se alejará mucho de esa línea en 2009- y punto. Efectivamente, es lo que hay, como el 1,6% de interés de las Letras del Tesoro a 3 meses desde la subasta del martes pasado.
Dice el proverbio castellano que "quien se conforma con su pobre suerte, es rico ciertamente". Con la que está cayendo, un punto y medio de rentabilidad puede ser una bendición. ¡Cómo para quejarse de tener liquidez están las cosas!