Tres o cuatro verdades incómodas II: las empresas

Las fuertes pérdidas o minusvalías cosechadas el pasado año por la mala gestión de los empresarios provocó lo que se[…]

Las fuertes pérdidas o minusvalías cosechadas el pasado año por la mala gestión de los empresarios provocó lo que se llamó el proceso de desapalancamiento. Es decir, vender todo lo que se pudiera, incluido aquello que apenas meses antes se consideraba estratégico, según lo comunicado a los organismos oficiales.

La consigna era un back to basics o regreso urgente a los cuarteles y a hacer lo que se sabía. Salir rápido de aquellos negocios a los que se habían metido por moda y por avaricia constructores, banqueros y demás advenedizos, y que sólo habían provocado pérdidas y caídas de las cotizaciones del 50% o más.

Sacyr, Acciona, ACS, Ferrovial, Prisa, Colonial, entre las empresas, y Bankinter, Santander, Pastor, Sabadell y BBVA, entre los bancos pusieron el cartel de for sale para conseguir liquidez inmediata y poder tapar agujeros. Sólo unos pocos lo consiguieron antes de la quiebra de Lehman Brothers. Los demás, salvo excepciones como la venta de Cuétara y la de Itinere -ésta aún está por cerrar-, aún andan buscando compradores para activos que suman más de 30.000 millones.

Nadie quiere pagar lo que piden y los vendedores siguen diciendo que no bajan el precio. Es como lo de la vivienda, con la sorna de que, sin dinero a la vista, los que están con el agua al cuello se dan el lujo de decir que no malvenden y que no tiene prisa. Mentira. Les urge y mucho porque los vencimientos de cantidades de deuda que superan de largo los 50.000 millones se aproximan y la única solución es alargar los plazos en falso -vease Martinsa-Fadesa y Habitat, entre otras- o que los bancos ejecuten, como en Metrovacesa y Colonial.

Suenan a guasa los últimos anuncios oficiales o filtrados de varias empresas -Sacyr, Prisa y otras- en la que se amenazan a los acreedores a atenerse a las consecuencias de no aceptar sus condiciones. Como si el ahorcado, con la soga al cuello, maldijera al juez y le conminara al fuego eterno. Será difícil, que los dioses y los banqueros no lo quieran, ver caer a un gran grupo como los arriba mencionados. Sería una catástrofe que hay que evitar. Pero de ahí al cinismo de sacar barriga cuando uno está en la UVI hay mucho camino.

Las desinversiones tardarán en producirse. Algunas llevan ya casi un año en el mercado. Y tardarán mucho más si los empresarios en apuros siguen pidiendo valoraciones del año 2006 en plena recesión mundial de 2009. Sobre todo, y además, porque los bancos, en muchos casos los propios acreedores, siguen sin dar dinero a los pocos interesados para financiar las transacciones. No es el momento de orgullosos ni de vanidosos, sino de gestores sensatos.

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