Pedro Sánchez, el 'renacido'

El socialista plantea una hoja de ruta que le llevaría a permanecer en el cargo en torno a un año.

 Asegura un antiguo colaborador de Pedro Sánchez, probablemente uno de los que más lo conocen, que el secretario general del PSOE tiene una cualidad poco común, en política y en la vida, que es la que le ha llevado donde está: «Cuando todo el mundo piensa que ya no tiene nada que hacer, él redobla la apuesta y va con todo», dice. Unos lo llaman audacia, otros inconsciencia. Al empezar el mes de mayo, el sondeo del CIS le situaba como el líder de la tercera fuerza política en intención de voto. Había perdido frente a Ciudadanos su condición de alternativa al Ejecutivo. El viernes, sin consultar con ninguna otra fuerza política, se lanzó a una moción de censura que su propia ejecutiva veía como una obligación ética con escasas posibilidades de éxito. El sábado, salvo sorpresa de última hora, podría estar durmiendo en el palacio de la Moncloa.

La clave de la victoria de Sánchez se encuentra en esta ocasión más fuera que dentro. El clima anti-Rajoy, exacerbado por la sentencia del 'caso Gürtel', ha cobrado tal fuerza entre la opinión pública y el electorado de la mayor parte de formaciones que los grupos parlamentarios, fundamentalmente los catalanes, ni siquiera han considerado necesario exigirle nada a cambio de auparle al Ejecutivo. A él, el mismo que apoyó la aplicación del 155 en Cataluña, que respaldó la estrategia judicial del Gobierno contra Carles Puigdemont y que hace dos días prometía combatir con todos los instrumentos a su alcance la «xenofobia» de Quim Torra.

Al hasta ahora líder de la oposición le bastó con no pisar callos en su discurso para obtener el sí del PDeCAT y Esquerra Republicana de Catalunya, un sí que por otro lado ya habían garantizado prácticamente de antemano. Sánchez ni siquiera profundizó en sus planes para hacer frente a la grave crisis territorial que sacude a España. Es más, estuvo muy lejos de ofrecer un programa detallado propio de una investidura en toda regla. Simplemente, prometió diálogo y voluntad de consenso y se comprometió a intentar «sentar las bases para normalizar relaciones» con el nuevo Gobierno de Cataluña.

Ni el PP ni Ciudadanos pudieron encontraron en sus palabras nada por lo que acusarle directamente de ceder al secesionismo. Sánchez prometió «cumplir y hacer cumplir» la Constitución y en su cruce dialéctico con los partidos independentistas subrayó que el marco de convivencia está en el Estatuto de autonomía. Incluso rebatió al portavoz de Esquerra, Joan Tardà, que existan «presos políticos». Su mayor gesto fue decir que su concepción de España es la de una nación en la que hay «territorios que se sienten naciones». Pero bastó.

Y no es que no tuviera que oír críticas o advertencias. Las tuvo de todos los colores. El portavoz del PNV, Aitor Esteban, le vaticinó, no en vano, enormes dificultades para gobernar con sólo 84 diputados en un clima preelectoral como el que se avecina, al mismo tiempo que le garantizaba el tan determinante como poco entusiasta 'sí' de los cinco diputados del grupo vasco a la moción.

Presupuestos

El respaldo del partido de Andoni Ortuzar, presionado en buena medida por la posición de los partidos catalanes y el temor a ser visto como responsable de la supervivencia de Rajoy, sí tuvo en todo caso un precio. Sánchez se comprometió en su intervención inicial a asumir el proyecto de presupuestos del Gobierno contra el que su partido votó en el Congreso hace tan solo una semana; una ley que garantiza 509 millones en inversiones para el País Vasco (un 32% más que el año anterior). Si hace siete días los socialistas esgrimían que esas cuentas «consagran la desigualdad», hoy Sánchez defendió que «por responsabilidad de Estado» conviene aplicarlas.

Ahora, la gran duda es cuánto puede durar el nuevo Ejecutivo. Sánchez aseguró que habrá adelanto electoral porque la legislatura está «acabada», pero no habló de fechas y planteó una hoja de ruta que, a juicio de veteranos del partido con experiencia de gobierno, llevarían a pensar que su intención es permanecer en la Moncloa al menos un año. Entre otras cosas, expresó su intención de aprobar ya, en breve, el techo de gasto y, a la vuelta del verano, los presupuestos para el año que viene. Y también planteó revertir algunas leyes del PP, desde la llamada ley mordaza a la reforma de 2012 que restringió el acceso de los inmigrantes sin documentación a la sanidad pública.

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Está por ver que realmente sea posible alcanzar acuerdo alguno. No son pocos los diputados, tanto en filas socialistas como en otras fuerzas, los que recuerdan que hasta ahora no han sido capaces de pactar gran cosa con el resto de la oposición.El propio secretario general del PSOE admitió ante Rajoy que le espera una tarea muy complicada. En cualquier caso, los suyos creen que vivir un proceso electoral desde el Gobierno les da muchas ventajas y que solo llegar ya cuenta.

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