"Pasó a mi lado con un gran cuchillo"
Turistas, políticos y periodistas presenciaron espantados el ataque: «El tiempo se ha detenido»
El atentado de Londres dejó, a lo largo del puente de Westminster, un rastro de sufrimiento, espanto y desconcierto. Los testigos que habían vivido más de cerca el ataque trataban de reconstruir, a partir de unas cuantas impresiones confusas, qué había sucedido exactamente en esos segundos de caos y destrucción. Pero el ataque de ayer también se vivió con congoja en dos escenarios señalados, situados a ambos extremos del puente: dentro del propio Parlamento, políticos, periodistas y visitantes (muchos de ellos niños) se quedaron encerrados, con el temor de que algún asaltante armado lograse entrar en el edificio y abrir fuego sobre la multitud, mientras que desde las cápsulas de la noria London Eye, detenida durante horas, los turistas atrapados contemplaban un panorama inquietante.
Rob Lyon fue uno de los que escaparon por muy poco: «Oí un ruido de algo que se rompía, miré y vi un coche que se llevaba por delante a la gente y venía hacia mí. Un compañero que iba conmigo gritó y yo instintivamente me bajé de la acera de un salto. Podía ver cómo iba golpeando a la gente. El coche siguió adelante por el puente y miré a mi alrededor, en estado de shock: no podía hacerme a la idea de lo que había sucedido. Estaba ofuscado, era como encontrarse en mitad de una película de Hollywood», relató a la prensa británica Lyon, que se preocupaba por la suerte de un numeroso grupo de turistas orientales. «Oí disparos, gritos, más disparos. Y cuando miramos a lo largo del puente... Había cuerpos, al menos diez o doce en distintos lugares. Ha sido horrendo, totalmente horrendo», se lamentaba una mujer que había presenciado lo ocurrido desde un autobús.
Cada testigo aportaba su fragmento de lo ocurrido. La quiosquera de la plaza del Parlamento, Kirsten Hurrell, se fijó en que salía «mucho vapor» del coche: «¡Pensaba que iba a explotar!», dijo a 'The Guardian'. La turista Jayne Wilkinson estaba sacando fotos del Big Ben cuando pasó a su lado un hombre «con un gran cuchillo, de siete u ocho pulgadas (casi veinte centímetros)». Y varios boxeadores jóvenes que acababan de dar una rueda de prensa presenciaron cómo el atacante asestaba varias puñaladas a un policía: «La gente empezó a gritarnos que nos quedásemos dentro. El tiempo se detuvo, yo estaba conmocionado», declaró uno de los deportistas, Frazer Clarke.
«¿Qué hacemos, corremos?»
Desde su despacho en la planta superior del Parlamento, el jefe de Política del 'Telegraph', Gordon Rayner, escuchó un golpe y un grito y se asomó inmediatamente a la ventana: «La gente corría para alejarse del coche. Estaban claramente aterrados y algunos gritaban -escribió-. Aun cuando ya estaban a una distancia segura del coche, seguían corriendo y dando chillidos». Los periodistas que se encontraban en el edificio pronto tuvieron claro que se trataba de un atentado: «¿Qué hacemos, corremos?», le preguntaron unos colegas a Rayner, que evocó «imágenes en blanco y negro» del último atentado en el lugar, en 1979, cuando el IRA asesinó con un coche bomba a un diputado conservador. Una inquietud le atormentaba: «Me preguntaba si algún terrorista habría conseguido entrar al edificio».
La periodista española Paula Baena, de la agencia Efe, participaba en las visitas organizadas a la cámara: «Somos unas 300 o 400 personas -informaba por teléfono-. Un policía nos ha dicho que, cuando finalmente nos dejen salir, tendremos que seguir estrictamente las instrucciones. Si nos dicen 'corred', habrá que correr».
Entre los testigos figuran personalidades relevantes como Nicky Morgan, ex secretario de Educación británico, o Radoslow Sikorski, ex ministro de Asuntos Exteriores de Polonia, que estaba cruzando el puente de Westminster en un taxi: «He visto a una persona sin signos vitales y a un hombre que sangraba de la cabeza. En total, he visto a cinco personas gravemente heridas», dijo. En la orilla opuesta del Támesis, dentro de la detenida London Eye, los turistas buscaban en sus móviles información sobre lo que estaba ocurriendo abajo. Entre ellos había varios españoles: «La verdad es que tenemos mucho miedo -tuiteó uno de ellos desde la propia noria-. Espero que nos bajen pronto».