Llorar: por qué nos sienta tan bien
Tiene efectos positivos para nuestra salud y nuestro estado emocional. Nos relaja y les muestra a los demás cómo nos sentimos. Sin embargo, si el llanto es muy frecuente puede esconder trastornos emocionales como una depresión.
Seguro que alguna vez se ha sentido mucho mejor después de llorar. No es de extrañar. Llorar tiene beneficios para el cuerpo y para la mente ya que permite desahogarnos y vivir una catarsis con la que acceder a un conocimiento que no sería alcanzable sin el llanto. «Cuando lloramos hay una comprensión de la realidad y muchas personas, al llorar, encuentran un aprendizaje», sostiene Sergio García Soriano, psicólogo en especialidad clínica y experto en intervención social y familiar. Esa comprensión hace que en lo emocional llorar nos permita salir adelante, por ejemplo, tras la pérdida de un ser querido, y eliminar otras emociones negativas como la rabia, la ira o la angustia. Pero no solo eso. Llorar descongestiona ciertas cuestiones emocionales, nos permite abrirnos al mundo y, a veces, pedir ayuda. Llorar, como reír, es una expresión emocional, y tiene un valor importante para la comunicación, ya que con ella decimos a los demás cómo nos sentimos, porque «llorar visibiliza nuestros sentimientos », sostiene García Soriano.
En el plano físico, el llanto también se antoja algo beneficioso y cuasi necesario. «Cuando lloramos relajamos nuestros músculos y tenemos una sensación de tranquilidad similar a la que se obtiene tras haber hecho ejercicio», explica el psicólogo.
Hay más. Cuando lloramos eliminamos, gracias a nuestras lágrimas, toxinas que se acumulan en nuestro organismo, generalmente por causa del estrés, al tiempo que hacemos uso de nuestros conductos lagrimales, preparados para ser utilizados durante el llanto.
De hecho, cuando una persona sostiene que le es difícil llorar o directamente que no puede hacerlo significa que tiene un bloqueo interno que, según García Soriano, podría deberse a un carácter muy controlador. En este sentido, el psicólogo sostiene que lo importante es que las personas puedan llorar, dando por hecho que algunas necesitarán hacerlo más y más a menudo, frente a otras que llorarán menos o menos frecuentemente. «Ser llorón es una forma de ver el mundo », afirma. ¿Síntoma de depresión? En líneas generales no pasa nada por llorar de vez en cuando, pero hay que saber distinguir entre lo normal y el principio de una depresión. «Si una persona llega a llorar más de seis veces al día y siente que está embotado -que cualquier pequeña cosa le va a hacer volver a llorar- entonces podríamos estar ante una depresión», advierte García Soriano. Pero las lágrimas no son solo sinónimo de tristeza o de liberación ante un mal momento, sino una forma de expresar algo positivo. Las lágrimas de alegría también significan que entendemos que empezamos una nueva vida. Sirvan de ejemplo las lágrimas que cada 22 de diciembre derraman los ganadores del Gordo de la Lotería de Navidad.
Sean motivadas por la alegría o por todo lo contrario, García Soriano celebra que en los últimos años han cambiado muchas cosas en lo referente a cómo entender el llanto. «Durante mucho tiempo hemos estado muy reprimidos a la hora de llorar, porque el llanto se ha asociado a un síntoma de debilidad o se ha considerado un sinónimo de una pataleta», explica.
Pero, a su juicio, el llanto sigue sin tener todo el respeto que se merece, ya que cuando alguien llora es muy frecuente que se le diga «no llores», aunque eso no le haga bien, o, por el contrario, se intente estimular el llanto de quienes, por ejemplo, acaban de perder a un ser querido diciéndoles «llora, te sentará bien».
¿Cómo se fabrica el llanto?
El llanto es un proceso que permite al organismo segregar lágrimas sin que estas afecten a las estructuras oculares. Se sabe que hay una conexión neuronal entre las áreas del cerebro vinculadas a las emociones y la glándula lagrimal. Este órgano segrega líquido (lágrimas) y forma una película que cubre la superficie del ojo. Entonces, el músculo orbicular se contrae y hace que el párpado descienda deslizándose sobre el globo ocular lubricado con las lágrimas. Cuando el músculo orbicular se relaja, el párpado asciende dejando tras él las lágrimas.