La política económica de Brasil da un giro brusco a la derecha

Se han puesto en marcha prácticas de libre mercado para arreglar la economía

Brasil logró sacar adelante los Juegos Olímpicos de Río y callar a los detractores. Ahora, el país se enfrenta a un reto aún mayor: aprobar un doloroso paquete de medidas de austeridad para fomentar el rebote económico.

Michel Temer, el presidente interino que juró el cargo tras el impeachement de Dilma Rousseff el pasado 31 de agosto, pretende acabar con las políticas económicas intervencionistas y la imprudencia fiscal que esgrimió el Partido de los Trabajadores de Rousseff. Su equipo económico se ha ganado los elogios de Wall Street al formular una política menos parecida al desastre de Venezuela y más en línea con ejemplos de mercados emergentes, como Chile y Colombia. En Argentina, el presidente Mauricio Macri se ha ganado la confianza de los inversores con la implantación de políticas económicas regresivas, incluyendo el control de las divisas, que suponen todo un ejemplo para Temer y sus asesores, a la hora de sacar a Brasil de una recesión que dura ya dos años; la más profunda que se recuerda. El déficit presupuestario del país en porcentaje del Producto Interior Bruto (PIB) es del 10 por ciento, en comparación con el 3 por ciento en 2013, el pico del boom de las materias primas.

«Volvemos a ver un cambio hacia políticas neoliberales. Está pasando en toda Latinoamérica, con la excepción de Venezuela y, quizás, Ecuador», afirma Carlos Langoni, anterior gobernador del banco central y director del Centro Internacional de Política Económica de la Fundación Getulio Vargas, en Río de Janeiro. «Ya no es una elección ideológica. Es una cuestión pragmática. El Estado está roto; no hay fondos para que el Estado lidere esta nueva fase de crecimiento».

Si bien es cierto que reactivar una economía a través de recortes en el gasto puede sonar contraintuitivo, Brasil no está en situación de ejecutar un paquete de medidas de estímulo después de años en números rojos. La deuda de Brasil en porcentaje del PIB alcanzó el 69 por ciento en junio, una subida desde el 52 por ciento de 2011, cuando Rousseff llegó al cargo. Las generosas ayudas sociales del partido de Rousseff permitieron salir de la pobreza a millones de brasileños. También aumentaron la inflación y dejaron sin fondos las arcas del Estado cuando la economía empezó a caer. Ahora el Gobierno tiene que limitar el gasto. Si no lo hace, Brasil afrontará una crisis de deuda similar a la de Grecia, según Dyogo Oliveira, ministro interino de Planificación, Desarrollo y Administración.

VUELVE LA CONFIANZA

Está volviendo la confianza entre los consumidores y el sector industrial en Brasil, a medida que va quedando atrás la recesión, lo que ofrece esperanzas de que la economía seguirá por esta senda en 2017. El real brasileño es la divisa que mejores resultados ha arrojado este año y el mercado de renta variable ha alcanzado recientemente los niveles más altos desde finales de 2014. Temer ha elegido a un equipo que muchos consideran ya el equipo económico favorito de los mercados en toda Latinoamérica. Pretende modificar la constitución para mantener el presupuesto en los niveles de 2016, más la inflación. La palabra «privatización» ha dejado de ser un tabú entre los responsables de la política económica.
El riesgo es que la coalición política de Temer empiece a disolverse tras lograr el objetivo común de echar a Rousseff, al tener que alcanzar compromisos y reformas descafeinadas. No hay un «apoyo claro» en el Congreso para aprobar su agenda, afirma Samar Maziad, analista senior de Moody's.

Lo que ocurra en los próximos meses allanará el camino para que uno de los asesores de Temer alcance la presidencia en 2018 o provocará de nuevo un giro a la izquierda en Brasil. Temer, que tiene 75 años, ya ha anunciado que no tiene intención de unirse a la campaña.

La buena noticia es que no tardaremos en ver avances, porque la economía se ha visto ya demasiado diezmada, en opinión de James Gulbrandsen, socio de NCH Capital en Río de Janeiro, una sociedad de gestión de capital. Lo único que necesita Temer es cumplir con parte de su ambicioso paquete de reformas de las ayudas y la limitación del gasto. Incluso una victoria legislativa parcial podría impulsar la recuperación del mercado, que con su aceleración, contribuyó a la salida de Rousseff. «Esto es Brasil. No conseguirán nunca todo lo que pretenden», afirma Gullbrandsen. «Lograrán parte de lo que pretenden, y si alcanzan la mayoría de sus objetivos, ya será increíble. Se puede ganar mucho dinero cuando se sube del 4º sótano a la planta baja».

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La caída de las materias primas demostró que Brasil, al igual que sus homólogos exportadores Ecuador y Venezuela, dependía demasiado de la demanda de China. También evidenció los fallos de asignar todo el peso de la industria petrolera de Brasil a un único agente: la compañía estatal Petroleo Brasileiro, o Petrobras. Temer está aprobando medidas legislativas para fomentar la competencia en el sector y acelerar así la extracción en los campos de petróleo de los fondos oceánicos. Esta es una de las primeras leyes que el Congreso espera poner encima de su mesa y que el sector observa expectante. El estado de Río de Janeiro sería el más beneficiado, ya que en él se extrae el 68 por ciento del petróleo y el gas natural del país, y el sector industrial genera mucho empleo. «Con el modelo normativo adecuado, se recuperarán el sector de la exploración y de la producción», afirma Lincoln Guardado, director ejecutivo de QGEP, una compañía de exploración de Río, asociada a Petrobras. «Brasil volverá a ser un punto de referencia a nivel mundial».

INVESTIGACIÓN

Las consecuencias de los dos años y medio de investigación de la corrupción serán un aumento de la participación en los principales proyectos industriales por parte de compañías extranjeras de construcción e ingeniería, a medida que se recupera la economía, afirma Langoni, anterior responsable del banco central. Un grupo de conglomerados brasileños supuestamente contribuyó a sobornar a directivos de compañías petroleras, así como a políticos, para obtener contratos y limitar la competencia. 

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El escándalo ha conllevado arrestos de directivos importantes y políticos y ha contribuido a la caída de Rousseff, aunque la expresidenta no se haya visto directamente implicada. «Este monopolio se rompió con un proceso judicial que abrió el campo a nuevos agentes», afirma Langoni. «Esto es muy positivo de cara a convertir Brasil en la economía competitiva que debe ser».

Para Adelmo Emerenciano, abogado mercantil de São Paulo que representa a compañías extranjeras que quieren invertir en Brasil, el cambio ya está en marcha. Ahora que el gobierno de Temer está decidido a lograr que las centrales energéticas y las autopistas de peaje sean más rentables para los inversores privados, los compradores no ocultan su interés. «Está muy claro que es una política favorable al sector industrial», afirma Emerenciano. «Los clientes se están fijando en valores y concesiones que están baratos».

Están baratos por una razón. El número de compañías brasileñas en situación concursal subió un 88 por ciento, hasta alcanzar el máximo de los últimos 10 años, en el primer semestre de 2016, y muchas otras empresas caerán en el próximo semestre, antes de que arraigue la recuperación, afirma Emerenciano. El número total dependerá del éxito de Temer al dejar atrás el modelo de economía desequilibrada y centralizada en el Estado fomentado por Rousseff.

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