Elecciones 20-N: Felipe González dio en el clavo
Esta vez sí. Felipe González, con sus palabras, ha dado en el clavo. Si bien es verdad que desde que[…]
Esta vez sí. Felipe González, con sus palabras, ha dado en el clavo. Si bien es verdad que desde que dejó la presidencia de Gobierno una buena parte de sus declaraciones han sido desafortunadas -en la misma línea que José María Aznar-, ahora hay que reconocer que ha acertado. "Me da pena que el partido tenga los brazos caídos" ha declarado el exjefe del Gobierno ante la actitud de los socialistas a poco menos de dos meses para las elecciones generales.
Ya era hora de que una figura del socialismo español dijera públicamente que un partido con la historia, la trayectoria y la responsabilidad del PSOE en España no puede entregar la victoria antes de celebrarse unas elecciones, por mucho que las encuestas no le sean nada favorables, por mucho que los electores volverán a castigar en las urnas a su partido por la gestión de la crisis. "Me da ganas de zamarrear uno a uno a la gente y decir: vamos a por todas" ha insistido González ante la apatía general que ve entre la familia socialista.
Posiblemente, al primero que le tendría que dar el zamarreo es al candidato, Alfredo Pérez Rubalcaba, otro "globo pinchao", como diría Alfonso Guerra. El tono "pedagógico" que ha impuesto a su precampaña no funciona. Esa línea de viejo profesor que cada día dicta una lección en un aula distinta no sólo no ha calado, sino que ha desorientado aún más a los ya deprimidos militantes socialistas. No es momento de mantener un tono monocorde y triste en los discursos. Es la hora de los mensajes directos, altos y claros y no de enredarse con explicaciones que no llevan a ninguna parte.
Ya que ha dado el paso, Felipe González tiene la obligación de coger por las solapas a Rubalcaba y enseñarle cómo debe actuar el líder de un partido, cómo hay que seducir a la gente en los mítines, cómo hay decir lo que la gente quiere escuchar... Y lo más importante: tiene que recordarle que él ya demostró que se puede ganar unas elecciones que todos daban por perdida. Sucedió en 1993.