El terrorismo, un golpe ya no tan letal para la economía internacional

Pese a las consecuencias sobre algunos sectores, como las aerolíneas y las hoteleras, el impacto económico a gran escala resulta limitado.

En el sector aéreo, uno de los más vulnerables a los actos terroristas por el efecto psicológico sobre los viajeros y su impacto en la demanda, la tragedia del 11 de septiembre de 2001 marcó el inicio de una larga crisis que trascendió fronteras y grupos empresariales. «Fue un punto y aparte en muchos aspectos», reconocen fuentes de las compañías aéreas españolas. Los atentados suicidas en el World Trade Center de Nueva York representaron el inicio de una cadena de ataques con una amplia repercusión internacional y que, además, «eran retransmitidos prácticamente en directo». El impacto en el público, en los potenciales viajeros, fue profundo e inmediato: no estaban habituados a golpes de esta envergadura.

Wall Street cerró su cotización durante cuatro días por primera vez desde la Gran Depresión. En su reapertura, el 17 de septiembre, el Dow Jones se desplomó más de 7%. Los atentados vinieron a agravar la recesión que padecía la economía estadounidense, que arrancó en marzo de aquel año. El PIB de EE.UU. se contrajo en el tercer trimestre de 2001 un 0,3%, poniendo fin a la tibia recuperación que había experimentado durante el segundo trimestre, al rebotar un 0,5%. Sin embargo, tal y como recuerda la entidad de inversión Natixis en una nota titulada «¿Cuáles serán las dinámicas macroeconómicas después de los ataques de Francia», publicada el pasado mes de noviembre, los efectos de los actos terroristas sobre la evolución del conjunto de la economía fueron limitados, de una breve extensión de tiempo. «El punto más bajo del ciclo económico se alcanzó en noviembre. Rápidamente después, la economía volvió a la expansión», subraya el informe. De hecho, la economía estadounidense concluyó el ejercicio anual de 2001 en positivo, con un ligero crecimiento del 1%.

No corrieron la misma suerte las compañías aéreas, que en su conjunto no lograron recuperar la caída de ingresos que registraron entre los ejercicios 2000 y 2001 de 22.000 millones de dólares (más 19.600 millones de euros al cambio actual) hasta tres años después, un retroceso que fue parejo al descenso del número de pasajeros, que finalizó el año de los atentados con una pérdida del 1,9% de viajeros y no recuperó los niveles de los años previos también hasta 2003.

La menor actividad vino a debilitar aún más los balances de unas compañías que en muchas ocasiones ya padecían crisis internas: apenas unos meses después de los ataques la aerolínea suiza Swissair y la belga Sabena -precursora de la hoy conocida por las explosiones en el aeropuerto de Zaventem, Brussels Airlines- se declararon en quiebra.

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