El dinero es político: cómo democratizarlo

Ann Pettifor, asesora del líder laborista Jeremy Corbyn, realiza en "La producción del dinero. Cómo acabar con el poder de los bancos", un recorrido por la historia económica reciente con un hilo conductor: cómo y quién crea el dinero, cómo se establece su precio, es decir, el tipo de interés, y la necesidad de someterlo al control democrático. 

Ann Pettifor, economista especializada en finanzas y deuda soberana y miembro del consejo de asesores de Jeremy Corbyn, el heterodoxo líder del Partido Laborista, acaba de publicar un poderoso libro con un prometedor título: "La producción del dinero. Cómo acabar con el poder de los bancos". Ayer se presentaba en Madrid, en el Círculo de Bellas Artes. En la portada, como aval, o como aviso de por dónde va la autora, como si su nombre y el título no fueran suficientes, aparece la recomendación del ex ministro griego de Finanzas, Yanis Varoufakis, ahora embarcado en un movimiento por la democratización de Europa: "Siempre pensé que Ann Pettifor sería la autora perfecta para un libro que destruyese la fantasía de que el dinero es apolítico y el mito tóxico de que la política monetaria debe mantenerse al margen de la democracia. Ahora ya lo ha escrito". Y eso es, en esencia, el libro de Pettifor: la explicación de quién crea de verdad el dinero, quién determina en realidad los tipos de interés, y la defensa de la democratización de ese proceso. 

CREACIÓN DE DINERO. El libro de Pettifor plantea en primer lugar un análisis sobre la creación del dinero porque, como apunta, "la mayoría de los economistas consideran el dinero algo 'neutral' (...) Ven a los banqueros como meros intermediarios entre el ahorro y la inversión, y para ellos la tasa de interés es algo 'natural' según la oferta y demanda de dinero". Ahí se encuentra el pecado original por el que no hay un "debate en torno al 'poder despótico' de las finanzas, a favor de cuyos intereses está siendo gestionado el sistema monetario". Por ese no (querer) entender cómo se financia de verdad la economía se ha incurrido, dice Pettifor, en grandes equívocos: "Uno de los más graves es la con frecuencia repetida acusación de que los bancos centrales 'imprimen dinero' y, por tanto, generan inflación", cuando es el sistema bancario privado es el que imprime el 95% del dinero que realmente circula. "En un sistema poco regulado son los bancos comerciales privados los que ostentan el poder de otorgar o privar de financiación a los agentes activos en la economía", aclara Pettifor. Por eso dice que Thatcher cuando llegó al Gobierno no fue capaz de acabar con la inflación: no frenó la creación privada de dinero, sólo la pública.

No es que Pettifor busque un sistema 100% público, pero sí que instituciones públicas transparentes controlen al sector privado en ese poder que se les ha otorgado, el de la creación de dinero, con el fin de que la financiación y el crédito se distribuyan "con justicia" y a tasas de interés sostenibles para desarrollar actividades económicas sensatas y no prácticas especulativas.

Ahora, en su opinión, "estamos viviendo en una era desastrosa en la que el sector financiero se ha expandido en exceso; una era en que la mayoría de los financieros no tiene casi ninguna relación directa con la economía real, la vinculada a la producción de bienes y servicios".

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Y todo por decisiones políticas. La liberalización y la desregulación dieron a la banca dos grandes poderes: el de crear, valorar y gestionar el crédito, así como la capacidad de administrar los flujos financieros mundiales.

Pettifor no deja de lado las consecuencias sociales: aumento del paro, reducción de los salarios y aumento de las desigualdades. Si las fuerzas políticas hacían caso de estos problemas, no iban al origen de estos problemas. Además, nos encontrábamos, en los setenta, cuando toda esta historia comenzó, en la posmodernidad, en el posmaterialismo, y las reivindicaciones sociales tenían menos que ver con las cuestiones económicas que con las identitarias.

Otro aspecto en el que ahonda Ann Pettifor es que no sólo se ha legislado para que la banca se haga con el poder de la creación de dinero. También para que la generación de riqueza a partir de ese poder sea la mayor posible: "Una de las grandes injusticias de un sistema bancario controlado por la riqueza privada es que la producción de dinero privado no es un hecho aislado. Forma parte, y depende, de la infraestructura pública que constituye los sistemas (monetario, económico, fiscal, legal y penal) de una nación". Como sintetiza Pettifor, "la riqueza monetaria privada depende de la generosidad pública".

TIPOS DE INTERÉS. Esa "generosidad legislativa" también llega a la libertad en el establecimiento del precio del dinero, es decir, del tipo de interés que las instituciones privadas cobran por otorgar préstamos. 

El crédito fácil pudo ser el origen de la última crisis financiera. Casi hay consenso respecto a ello. Pero "fácil" no entendido como "barato". El crédito fácil también puede ser caro, también puede conllevar tipos de interés muy altos. Y, de hecho, Pettifor considera que los tipos de interés altos han sido los que han dominado "la era neoliberal" y que han sido los que han roto las burbujas de crédito desde los años setenta. "Las elevadas tasas de interés, como una daga afilada arrojada contra un globo, hicieron estallar la burbuja de los precios de créditos / activos que precipitó la crisis de 2007-2009", afirma. 

La gran paradoja de la última crisis, como señala Pettifor apoyándose en el economista griego Costas Lapavitsas, es que fue el impago de los créditos por parte de los trabajadores más pobres lo que ocasionó la crisis a los más ricos.

"Poco se ha hecho desde la crisis de 2007-2009 para arrebatar a los bancos comerciales el control de las tasas de interés. A pesar de las reducciones de las tasas de los bancos centrales habidas desde entonces, los bancos comerciales continúan fijando elevadas tasas reales sobre los préstamos y descubiertos de individuos, familias y empresas de la economía real", añade Pettifor. 

Los bancos, pues, según Pettifor, crean el dinero en circulación y le ponen su precio, fijan los tipos de interés. Poco pintan, pues, los bancos centrales en toda esta historia. Y eso que deberían intervenir, y mucho, recogiendo la filosofía de Keynes, que se pasea por todo el libro, como claro referente que es de su autora. Recoge, pues, su idea de que la tasa de interés es una construcción social que obedece a intereses en conflicto y que el poder público debería equilibrar. Keynes "no utilizó el lenguaje de clase, pero su teoría implicaba que la lucha de clases era una realidad evidente". Las bajas tasas de interés favorecen al sector industrial y a los trabajadores. El dinero caro con altas tasas de interés a las finanzas. Se entiende muy bien, pues, por qué y quién habla de represión financiera aludiendo a las políticas de bajos tipos de interés de los últimos años.

BURBUJA DE DEUDA Y MERCADO INMOBILIARIO. Pettifor también manifiesta su propia teoría sobre la posible burbuja existente en los mercados de deuda y que ha provocado que ya no haya activos seguros en los que invertir a corto plazo que proporcionen un mínimo de rentabilidad: "El desplome de 2007-2009 y sus consecuencias supusieron un duro declive de los ingresos fiscales a medida que las empresas caían, los individuos perdían sus empleos y los salarios descendían en términos reales. En vez de respaldar al muy endeudado sector privado mediante la ampliación de la inversión pública (...), los gobiernos occidentales respondieron al frenazo recortando todavía más el gasto. Lo que llevó a que los gobiernos dejaran de endeudarse y que se redujese la emisión de bonos gubernamentales. Más o menos al mismo tiempo, los bancos centrales se embarcaron en la flexibilización cuantitativa y, al comprar bonos gubernamentales (...) contribuyeron a crear escasez de estos activos seguros".

Ante la escasez de bonos y reducidas rentabilidades, los inversores invierten en el mercado inmobiliario, subiendo los precios de las propiedades inmobiliarias, lo que ha conducido a una especie de "depuración social": "Hoy el londinense medio, por ejemplo, ya no puede permitirse adquirir una vivienda o pagar alquileres estratosféricos".

Los bancos centrales y los gobiernos, pues, en opinión de Pettifor, han renunciado tanto a la producción de los activos que los inversores necesitan, como al establecimiento de su precio o de su tipo de interés.

LAS CONSECUENCIAS POLÍTICAS DEL "NO HAY DINERO". "Por todas partes oímos el mantra de 'no hay dinero' para los proyectos que más interesan a la sociedad". ¿De verdad es así? Desde el momento en que en Estados Unidos se movilizaron 16 billones de dólares durante la crisis por parte de la Reserva Federal norteamericana, por ejemplo, para salvar al sector financiero, se ha demostrado que el Estado tiene recursos al margen de los impuestos para financiar sus proyectos. Pese ese mantra de "no hay dinero", dice la autora, se ha utilizado como coartada para adoptar políticas de austeridad y reducir el tamaño del Estado. "Los políticos responsables de haber impuesto medidas de austeridad no sólo han provocado sufrimientos y trastornos innecesarios a millones de personas, a sus comunidades y países. También han fomentado el desencanto con la democracia entre los desempleados y empobrecidos de Europa y Estados Unidos", afirma. Y añade una de las mejores interpretaciones sobre el crecimiento de la extrema derecha: "Al igual que en las décadas de 1920 y 1930, las sociedades miran de nuevo con simpatía a los líderes autoritarios, con la vana convicción de que sus nuevos 'amos' las protegerán del 'amo estúpido' que ya identificaron los laboristas británicos en 1944: las finanzas desreguladas y globalizadas".

Quizás lo que ha ocurrido en los últimos años se puede definir como de un gran conservadurismo en lo fiscal, pero de un gran radicalismo en lo monetario, pero ello ha provocado una gran (o relativa) comodidad y riqueza al sector financiero, mientras que la economía y la sociedad especialmente, continúan renqueantes.

Pero es que desde los años ochenta al menos, los economistas y la administración han estado obsesionados por la oferta de dinero público, por la limitación del gasto gubernamental, el déficit presupuestario y la deuda pública, pero no han prestado tanta atención a la emisión de dinero privado. 

Al final del libro, casi como propuesta, establece la posibilidad de una alianza entre las mujeres y los movimientos ecologistas para democratizar el dinero. Así, en primer lugar, afirma: "Con demasiada frecuencia se oye la cantinela de que 'no hay dinero' cuando se abordan los intereses y las causas de las mujeres. Aunque siempre hay dinero para rescatar a los bancos, nunca hay suficiente para financiar todos los servicios sociales que las mujeres proporcionan a la sociedad. La creación y gestión del dinero de la sociedad no acostumbra mencionarse en el discurso feminista contemporáneo. Sin embargo, es un tema fundamental para el feminismo por su importancia a la hora de liberar a las mujeres de la servidumbre del trabajo no remunerado". Y respecto al ecologismo, apunta: "El nexo entre las finanzas liberales y el aumento de la explotación de los ecosistemas es evidente. Para proteger los ecosistemas hay que empezar por administrar y regular las finanzas". 

EL MULTIPLICADOR OLVIDADO. Los economistas contemporáneos se han olvidado del efecto multiplicador de los esfuerzos presupuestarios públicos. Por eso, los estímulos fiscales a la economía se han convertido en un anatema. Incluso para la socialdemocracia: "Los nuevos gastos financiados mediante el endeudamiento público tienen una serie de repercusiones que se propagan por la economía en su conjunto".

Y también se han olvidado (a sabiendas, seguramente), de que un Estado siempre puede contar con su banco central para que cree dinero. "La capacidad de los gobiernos para obtener de este modo finanzas a bajas tasas de interés es lo que distingue las finanzas públicas de las privadas", dice Pettifor. Por eso un Estado nunca podrá ser comparable a una familia.

¿Que con políticas heterodoxas se puede perder la confianza de los inversores internacionales? "Los inversores otorgarán préstamos a aquellos gobiernos deseosos de invertir, mantener y potenciar la salud económica de su nación", responde Pettifor. Además, "los gobiernos que gestionan sistemas fiscales sólidos pueden obtener financiación a bajas tasas de interés gracias a la ventaja que tienen respecto a las empresas: una cola interminable de contribuyentes, que continúa en las generaciones futuras. Ésta es la razón por la cual el endeudamiento gubernamental debería, en lo posible, beneficiar de manera duradera al conjunto de la sociedad".

INTERESES DE CLASE. Pettifor dice sin ambages que la ideas económicas dominantes, las que se han ido aplicando en la última crisis, y antes, desde los años setenta, responden a intereses de clase: "La teoría económica clásica y sus políticas han vuelto a proteger los intereses creados y de clase que se habían visto negativamente afectados por las políticas keynesianas". Actúa al modo de una superestructura intelectual. Como veíamos también en su opinión sobre la génesis de los tipos de interés reales, no el precio oficial del dinero. 

Igual que dice que tras la crisis del 29, la renuncia al patrón oro del Reino Unido, la llegada a la presidencia de Franklin Delano Roosevelt en Estados Unidos en 1933 y la de Leon Blum en Francia en 1936 así como en general la adopción de políticas keynesianas en algunos países provocaron una reordenación de las relaciones de clase, frente a las políticas adoptadas después de la Primera Guerra Mundial en que los intereses financieros dictaron los términos económicos para la paz.

MOVIMIENTOS POR EL DINERO SOBERANO. Hace referencia Pettifor al movimiento Dinero Soberano (Positive Money) cuya principal reivindicación es que se debería nacionalizar la oferta monetaria y arrebatar a los bancos la potestad de crear el crédito, algo que debería transferirse a un comité de tecnócratas del banco central. Martin Wolf, del Financial Times, es partidario de este tipo de reformas, por ejemplo, y ha afirmado: "Las propuestas a favor de reemplazar el dinero creado por la deuda privada por dinero creado por el gobierno son perfectamente factibles y reportarían sustanciales beneficios"

De acuerdo con esta idea, según la socióloga Mary Mellor, que cita Pettifor, el papel de los bancos debería quedar limitada a aquello que la mayoría de gente cree que hacen: prestar el dinero de los ahorradores a los prestatarios. Y es que la idea de que los bancos sólo prestan depósitos se ve refutada por el ratio créditos / depósitos: siempre los primeros son mayores que los segundos, es decir, los depósitos no cubren el riesgo asumido por los créditos otorgados por cada entidad. 

Aunque Mellor, en lugar de apostar porque sean los tecnócratas del banco central los que creen el dinero necesario, se inclina por una democratización del control del dinero: "La participación de la ciudadanía en las decisiones referentes a la distribución del dinero representaría un cambio radical en lo que entendemos por democracia". 

Por tanto, entre las diferentes modalidades de creación de dinero por parte de los bancos centrales (una QE estratégica, la QE verde, el dinero de helicóptero, la QE del pueblo o la creación de dinero soberano), sólo la QE del pueblo y el dinero de helicóptero involucrarían al gobierno y, por tanto, al poder demócrático, puesto que la primera implicaría una inyección sería utilizada para financiar la compra de bonos emitidos por instituciones del sector público que respaldarían el gasto gubernamental, mientras que la segunda financiaría una transferencia de efectivo del gobierno a cada ciudadano o, como alternativa, compensaría una bajada de impuestos acometida por el Gobierno para que la ciudadanía dispusiera de más efectivo para gastar. Aunque, en todo caso, Pettifor avisa de los desequilibrios que pudieran ocasionar estas modalidades de creación de dinero público. De hecho, Pettifor discute continuamente todas estas alternativas de producción de dinero público, democrático, popular, soberano.

Y concluye con un llamamiento: "Si comprendemos bien qué significa el dinero justo, un sistema monetario que satisfaga todas las necesidades de la sociedad, nosotros -como mujeres, ecologistas, sindicalistas, productores, creadores, hombres y mujeres de negocios, diseñadores, activistas, agricultores- podemos incitar a nuestros líderes a que vuelvan a hacer lo correcto. En concreto, que promuevan reformas monetarias honradas y sensatas que relocalicen al capitalismo offshore y acaben con el despótico poder que el capital financiero ejerce sobre todos nosotros".

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