Dusen inicia su desmantelamiento con el desmontaje de la maquinaria
El desmantelamiento de la textil Dusen ha comenzado hoy con el desmontaje de las cocheras del aparcamiento y de parte[…]
El desmantelamiento de la textil Dusen ha comenzado hoy con el desmontaje de las cocheras del aparcamiento y de parte de la maquinaria para la confección de medias almacenada en la nave, ubicada en la partida Bovalar de Castellón.
Varios operarios han modificado en poco más de dos horas la imagen exterior de la que fue referente del sector textil en la provincia de Castellón, al desmontar y retirar todas las estructuras de hierro de la zona de estacionamiento de la fábrica.
Mientras, en su interior, dos trabajadores de una empresa de Pineda del Mar (Barcelona) han iniciado también a primera hora el despiece de 41 máquinas de tejer medias, una labor que les llevará al menos cuatro días.
"Esta semana nos llevaremos las primeras veinte máquinas, y el resto más adelante; son para venderlas a otras empresas textiles", ha explicado a EFE uno de los operarios.
Las cuantías obtenidas por las cocheras y la maquinaria de confección irán destinadas a la misma cuenta en la que se ha ingresado todo el dinero por las ventas de artículos textiles, mobiliario, obras de arte y antigüedades depositados en la nave y que tiene como objetivo asegurar el pago de las indemnizaciones a los 80 trabajadores despedidos hace dos años.
En la recepción de la fábrica, repleta ahora de muebles a la venta, maniquíes desnudos y palmeras desvencijadas, están Inma Pérez, presidenta del comité de empresa de Dusen, y Berta Prades, empleada de la industria en el departamento comercial.
Son las dos únicas trabajadoras de la textil que siguen a día de hoy al frente de la labor de supervisar la liquidación iniciada hace casi tres años, en junio de 2013.
"Se llevan el alma de Dusen, que era tejer medias; una vez se vayan las máquinas, se acabó", ha comentado Inma Pérez.
"Hoy tenemos un sentimiento contradictorio -lamentan-, por un lado nos alegramos de poder dar salida a todo lo que aquí había para que pueda ser utilizado en otro lugar; pero por otro lado vemos que todo lo que luchamos para adjudicar la unidad productiva de Dusen, para que la empresa continuara, cediendo incluso salarios y nuestra prestación social, no ha servido de nada".
En 2011 Dusen tenía una plantilla de 166 trabajadores, en abril de ese año entró en concurso de acreedores y presentó un ERE de extinción que acabó con 85 contratos.
La empresa salió del concurso en noviembre de 2012, aunque siete meses después, en junio de 2013, inició el proceso de liquidación y en febrero de 2014 se firmó otro ERE de extinción que afectó a 72 de sus 80 últimos trabajadores.
Los ocho restantes se quedaron al margen de los despidos para custodiar la venta del material almacenado en las instalaciones de la antigua N-340 hasta la disolución definitiva de la textil, pero sólo Inma Pérez y Berta Prades siguen al frente de esta labor.
Cada mañana levantan la persiana para dar salida a todo lo almacenado en este complejo de casi 20.000 metros cuadrados, con más de 10.200 metros construidos.
Es una nave gigantesca con estanterías vacías y en completo silencio, roto sólo por la música de dos transistores ubicados casi estratégicamente al fondo, que parece haberse congelado en el tiempo, como si el cierre le hubiera cogido desprevenida.
Una de las máquinas ahora en fase de desmontaje recoge la fecha en la que se puso en marcha por última vez: 5 de mayo de 2013. En otra de ellas, en la contigua sala de coser, varias bobinas de hilo negro y azul aguardan perfectamente colocadas para empezar a dar puntadas.
Mientras, en la zona del laboratorio todavía persiste el fuerte olor de los botes de tinte (escarlata, azul, violeta), y en los despachos, sobre los ordenadores, siguen las notas recordatorio pegadas por sus trabajadores: "Comprobar siempre las tallas de los artículos".
En la salida, hacia el atípico vestíbulo convertido en tienda, una foto de las antiguas ruinas de la ciudad siria de Palmira, destruida hace un año por el Estado Islámico, se erige como un mal presagio sobre un panel de corcho junto a un calendario de 2013. La fecha en la que en Dusen se paró el tiempo.
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