Cenicienta, Blancanieves... y ¿Zapatero?

Me río hoy -por no acordarme de la parentela que engendró a ciertos políticos- al escuchar los últimos consejos doctrinales[…]

Me río hoy -por no acordarme de la parentela que engendró a ciertos políticos- al escuchar los últimos consejos doctrinales del Ministerio de Igualdad en los que se nos invita a evitar la lectura de cuentos tales como 'Cenicienta' o 'Blancanieves' a nuestros hijos por su sesgo machista. Digamos, por empezar con algo suave, que no me gusta que ningún gobierno me diga lo que tengo que leer, ver o escuchar y, mucho menos, lo que tengo que leer, dejar escuchar o dejar ver a mis hijos.

Será que soy muy sensible y que no me gusta que nadie me diga como tengo que educarles. A lo mejor es por que me considero lo bastante capaz de enseñarle a mi hija el verdadero mensaje implícito en cada uno de los cuentos que la leo y que -ya le aseguro yo a la ministra y a esa caterva de descerebrados que le bailan el agua- no fueron escritos para adoctrinar a favor del macho alfa del hogar.

Si nos quedamos en la superficie, en lo absurdo del asunto, ese del que no son capaces de pasar en ese Ministerio, tendremos que poner en la lista negra otros cuentos como 'Pinocho', 'El patito feo' o 'Pulgarcito', por su sesgo discriminatorio hacia las personas distintas a nosotros. Léase extranjeros o discapacitados, por ejemplo; cuando la moraleja de esos cuentos es, precisamente, que todos somos iguales. Lógicamente, si evito 'Blancanieves' pierdo, por ejemplo, una maravillosa forma de explicarle a mi hija los peligros del narcisismo y de los estándares de belleza que acaban en bulimia o anorexia (verdadera bruja del cuento) de la bondad y capacidad de trabajo de siete 'pequeños', etc.

Y es que todos sabemos que los cuentos fueron escritos para educar sobre ciertos asuntos en un momento concreto de la historia. El mejor ejemplo es el de la 'Caperucita' de Perrault, escrito unos años antes de la revolución francesa, en un momento en que la vida de los más humildes tenía muy poco valor. El autor francés utiliza la metáfora del lobo para ilustrar los peligros de que una niña se moviera sola por el mundo. Si no han leído el duro cuento original les resumo que el lobo antes de matar y robar a la abuelita, viola, roba y mata a Caperucita. (Señores del Ministerio de Medio Ambiente, no me pongan en la lista negra este cuento, que el lobo malo sólo es una metáfora sobre la maldad que anida en los hombres...)

De todas formas, y recordando que los Ministerios de Igualdad y Vivienda fueron creados para generar cortinas de humo con las que evitar que se hable de los verdaderos problemas del país, que se generan en Interior, Exteriores o Economía, considero apropiado recomendar al Gobierno que nos invite a evitar el cuento'El traje nuevo del Emperador', ese panfleto subversivo del no menos insidioso holandés Hans Christian Andersen

Eso de que un crío desarme la doctrina gubernamental de que no existe el traje nuevo del emperador a pesar de la terquedad del monarca en su error y de la complicidad de sus ministros, no es conveniente. Alguien podría pensar que tal monarca es José Luís Rodríguez Zapatero, su traje nuevo la mayor crisis económica desde 1929, los cómplices, los ministros y los sindicatos, y el crío, uno de esos cinco millones de parados que ya tendrían que haber quemado La Moncloa. Si es que los cuentos son peligrosos, señor Presidente, ya lo dice su Ministra de Igualdad. Hágala caso.

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