¿Puede decepcionar Macron a los mercados?

Es difícil exagerar las expectativas que se apoyan sobre los hombros de Emmanuel Macron. Ya ha sido proclamado como el[…]

Es difícil exagerar las expectativas que se apoyan sobre los hombros de Emmanuel Macron. Ya ha sido proclamado como el salvador de Europa y simplemente ha sido elegido en las urnas. Pero las altas expectativas pueden fácilmente convertirse en expectativas poco realistas. Sería mejor para todos un poco de prudencia.

El ascenso de Macron a la cima de la política francesa es verdaderamente destacable. Su partido ni existía hace 18 meses. Pero se enfrenta a la tarea hercúlea de cumplir con las expectativas que se ciernen sobre él.

La economía francesa puede estar firmemente en 'modo recuperación', pero todavía está sufriendo el legado del fracaso de intentos reformistas anteriores. La creación de empleo -especialmente de trabajos poco cualificados- sigue siendo un desafío importante. Macron se ha movido ágilmente para descubrir sus propuestas para el mercado laboral, incluyendo cambios en los consejos de los trabajadores y la normativa redundante. Presumiblemente, su mayoría parlamentaria y la mejora del contexto macroeconómico deberían facilitar la tarea del presidente. Pero Macron se enfrenta a varios desafíos. Por un lado, están los críticos que argumentan que las reformas se quedarán cortas con respecto a la "revolución" que prometió durante la campaña. Por otro lado, están los poderosos sindicatos del país, que ya han convocado un día de protestas contra el proyecto de ley. Así que todavía hay que ver cómo se ponen en marcha ésta y otras propuestas.

Macron no es el primer político europeo que se enfrenta a unas expectativas estratosféricas en los últimos años. Alexis Tsipras, primer ministro de Grecia, prometió erguirse frente a los acreedores del país tras las elecciones de 2015. Se movilizó contra los intereses contraídos a los que había acusado de los males del país. Pero el simple peso de los problemas económicos de Grecia puso fin a sus ambiciones. El último acuerdo de deuda puede haber hecho que Tsipras prometa que el país está ahora en el camino de vuelta a los mercados de capital internacionales y hacia "un final definitivo de la crisis", pero la austeridad ha seguido pesando en el crecimiento y un alivio de la deuda de gran alcance sigue siendo un sueño lejano.

Se esperaba que Matteo Renzi, anterior primer ministro italiano, llevara a cabo las reformas estructurales que Italia ha necesitado durante mucho tiempo. Aunque tomó la temeraria decisión de jugarse su posición en un referéndum sobre la reforma constitucional y perdió. Aunque Renzi todavía puede tener su momento -espera contraatacar mientras Italia se prepara para unas elecciones en los próximos nueve meses- según las encuestas actuales, se enfrenta a un país más escéptico del que le eligió por primera vez en 2014.

Mirando más en profundidad, pocos mandatarios han tenido una carga de expectativas tan elevada desde Barack Obama. Fue, después de todo, galardonado con el Premio Nobel de la Paz un año después de asumir el cargo en 2008. En su discurso de despedida a principios de año, Obama renovó el lema que le acompaño desde su primera campaña presidencial "Sí, podemos. Sí, lo hicimos. Sí, podemos" ("Yes we can. Yes we did. Yes we can", en el discurso original en inglés). Pero el colapso legislativo durante su mandato y la nueva administración republicana empeñada en terminar con las partes clave del legado de Obama han dejado el sentimiento de una promesa que no fue completamente cumplida.

¿Podemos evitar este arco desde la expectación a la decepción? Siendo la naturaleza humana como es, confiar grandes esperanzas a individuos que prometen soluciones claras y aparentemente simples puede ser inevitable -particularmente durante tiempos desafiantes-. Después de todo, esto es lo que hacemos cuando nos enfrentamos a decisiones en otros aspectos de nuestras vidas. Puede parecer un salto desde tener que elegir a un presidente a comerse una hamburguesa, pero como el economista ganador del premio Nobel George Akerlof ha observado, tendemos a gravitar en torno a marcas poderosas cuando nos enfrentamos a decisiones en un mundo incierto. Los consumidores sin grandes conocimientos sobre el panorama local de hamburguesas, por ejemplo, frecuentan establecimientos reconocidos en los que es más probable consumir una comida mejor que en la media de restaurantes no tan reconocidos.

El electorado seguramente gravite en torno a los políticos de una manera similar. Los votantes respaldan eslóganes simples que parecen resonar, antes que a matizados análisis realizados con la cabeza fría que prometen menos cosas (aunque en última instancia ofrecen más). "Make America Great Again" puede no haber ofrecido soluciones 'óptimas' detallas a los problemas del país, pero pareció resumir algo que los votantes querían o sentían en ese momento.

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Con los políticos pasa lo mismo que con los restaurantes: el track record es importante. Simplemente (como no necesariamente) esperaríamos que nos sirvieran una gran pizza en una cadena de hamburgueserías, si los individuos a los que elegimos no tienen un historial sobre cambio constructivo, probablemente no deberíamos asumir que de repente pueden hacerlo. Los políticos siempre argumentarán que no se mantienen en el cargo. Tenemos que decidir sobre qué peso damos a estos argumentos. Las expectativas deberían ser razonables si tienen la posibilidad de ser logradas. En el caso de Barack Obama, el Premio Nobel atrajo a un gran criticismo que pudo haber debilitado al presidente inexperto.

De manera similar, tanto los restaurantes como los políticos tienen que trabajar su marca, o de otra forma podrían desprestigiarse. Después de todo, los políticos son humanos. El cambio resulta ser un trabajo realmente duro y en ocasiones no llega a producirse. A esto le sigue la decepción.

Los inversores tienen un track record muy pobre a la hora de juzgar los acontecimientos políticos. Esto se debe en parte a que, al igual que el electorado o los clientes de hamburgueserías, tienden a buscar señales claras y realizar predicciones definitivas. Pero la verdad es que es casi imposible extrapolar qué puede lograr un político al inicio de su mandato. Los inversores harían mejor en mirar a través de la gran retórica sobre la que se construyen las expectativas poco realistas. Deberían ignorar el ruido, cuestionar las suposiciones sobre las que se apoyan las promesas políticas y centrarse en qué pueden controlar. No espero que Macron logre mucho de lo que ha prometido en algunos sectores. Y eso está bien.

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Lucy O'Carroll, economista jefe en Aberdeen Asset Management

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