Grecia: la reestructuración no garantiza que pueda devolver la deuda

Alexis Tsipras está satisfecho con el acuerdo alcanzado en Bruselas el pasado jueves, pero los expertos ponen de manifiesto muchas dudas.

El primer ministro griego, Alexis Tsipras, se puso ayer corbata por primera vez desde que llegó al cargo. Es el símbolo que ha utilizado para mostrar que el acuerdo para la reestructuración de la deuda griega que ha alcanzado este jueves con sus socios/acreedores europeos le satisface. En 2015 dijo que no se pondría tal prenda hasta que no alcanzara un buen arreglo para la situación de su país. Pero puede que no tenga más remedio que transmitir a la sociedad griega que después de un viacrucis de ocho años, las penurias empiezan a terminarse. Sobre todo con vistas a las elecciones que tendrán lugar en el año 2019. Un argumento que seguramente utilice en campaña será el de "yo os saqué de los rescates europeos y conseguí ese ansiado alivio en la deuda". 

¿Pero de verdad lo que ha conseguido Tsipras es un alivio para Grecia? 

Un primer vistazo nos dice que sí. En virtud del acuerdo, Grecia recibe 4.000 millones de euros de los beneficios generados por los bonos comprados por el BCE en 2014 y logra un periodo de carencia de diez años en los intereses de préstamos europeos por valor 130.900 millones de euros (el 40% del total de su deuda), cuyo vencimiento, además, se amplía en otros diez años, hasta un total de más de cuarenta. Asimismo, el país recibe 15.000 millones de euros del último tramo del tercer rescate, que utilizará en parte para el servicio de la deuda y también para engordar un colchón de liquidez que alcanzará la cifra de 24.100 millones de euros, suficiente para que el país sobreviva por sus propios medios durante 22 meses, una garantía para los inversores que acudan cuando Grecia vuelva a pedir dinero en los mercados. 

Pero Europa no da algo a cambio de nada. Y, así, Grecia seguirá bajo vigilancia por parte de la antigua troika y es incluso posible que se le requieran más medidas incluso después de que el periodo de gracia termine en el año 2032, cuando el país comenzará a devolver la deuda a sus acreedores. Algunas cuestiones importantes que se monitorizarán con cuidado serán las privatizaciones y la reducción de los créditos dudosos de la banca. 

Pese a la reestructuración, a las carencias, al retraso del vencimiento, para que la deuda pública griega (supone el 180% del PIB) sea sostenible, el país ha de conseguir tener un superávit primario (antes del pago de los intereses de la deuda) del 3,5% del PIB hasta 2022 y del 2,2% entre 2023 y 2060, al tiempo que sus necesidades brutas de financiación deberían mantenerse por debajo del 15% del PIB a medio plazo y por debajo del 20% a continuación. Son objetivos muy exigentes y muy difíciles de lograr y que suponen serias limitaciones para la política económica que quiera desarrollar cualquier gobierno en las próximas décadas. 

Athanasios Vamvakidis, de Bank of America Merrill Lynch, en declaraciones a Bloomberg afirmaba: "El acuerdo es una buena noticia para Grecia, mejor de lo esperado. Grecia compra más tiempo y la deuda se hace sostenible, al menos sobre el papel. El acuerdo incluye también un claro esquema de seguimiento posterior al programa para garantizar que Grecia se adhiera a los objetivos. Los mercados están tranquilos por ahora. Pero depende de Grecia tener éxito. El crecimiento es la clave". 

¿Cuál será la fuente de crecimiento? Difícil encontrarla

Sobre la última cuestión incide Philippe Waechter, economista jefe de Ostrum AM. Este experto considera que la extensión de diez años en el vencimiento es correcta. Pero, con todo y con eso, afirma, Grecia tendrá que recuperarse rápidamente para ser capaz de repagar su deuda, incluso aunque el momento de hacerlo se haya retrasado. Y lo que se pregunta Waechter es cuál será la fuente de impulso del crecimiento económico del país. No lo ve claro. La inversión ha sido baja durante el periodo de ajuste y mucha gente ha dejado Grecia para irse a otros países, lo que provoca, en su opinión, que el potencial de crecimiento sea bajo porque las ganancias de productividad posibles son débiles, la mano de obra disminuye y la tasa de empleo sigue una tendencia bajista. 

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A ello se une que la industria, que nunca fue fuerte, ahora se encuentra más débil después de una década de ajustes. Y el sector público no va a poder actuar de contrapeso desde el momento en que las "recomendaciones" en cuanto a qué superávit primario tener van a limitar su capacidad de hacer políticas expansivas. Domésticamente poco va a poder el país y, en opinión de Waechter, escasa capacidad parece que tiene el país de aprovecharse de las dinámicas económicas favorables del resto del Viejo Continente, a la vista del parco avance del PIB en los últimos trimestres, lo que implica que puede pasarlo realmente mal cuando la zona euro se desacelere, por no hablar de la posibilidad de que entre en recesión. 

Las mismas dudas sobre la evolución futura de la economía griega mostraba en declaraciones a Bloomberg Nicholas Economides, profesor de Economía de la Stern School of Business de la Universidad de Nueva York: "Bajo estas condiciones, es poco probable que Grecia consiga un rápido crecimiento y entonces será incapaz de devolver toda la deuda incluso tras posponer los vencimientos diez años"

La prueba de fuego: la emisión de deuda

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La prueba de fuego, de acuerdo con Marcus Ashworth, opinador en Bloomberg, se producirá cuando el país intente salir a los mercados a financiarse por sus propios medios: "Hasta que Grecia no coloque con éxito una emisión de varios miles de millones de euros entre inversores internacionales, no se puede decir realmente que se encuentre en una senda sostenible". Ashworth no descarta que pueda realizar una emisión en este próximo mes de julio, aunque sería preciso que sus intereses cayeran desde los niveles actuales: el diez años griego se encuentra en el 4,08% y el cinco años, en el 3,20%.

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