Squid: así colapsó la criptomoneda del ‘Juego del calamar’

La moneda pasó de no valer nada hasta alcanzar casi los 3.000 dólares, pero se volvió a hundir cuando los creadores desplomaron el mercado y huyeron con los fondos

Los nuevos máximos históricos del bitcoin y el éxito internacional de ‘El juego del calamar’, alumbraron el nacimiento de squid, una criptomoneda inspirada en la serie de Netflix.  

Del mismo modo que los protagonistas de la ficción arriesgan sus vidas a cambio de un suculento premio, los inversores que compraron el squid se enfrentan a la ruina. Como mínimo, parece que hubo manipulación de mercado. Y puede que hasta una de las estafas más sonadas de los últimos años.    

En uno de los rallys más alocados que se recuerdan, esta criptodivisa pasó de valer 0,01 dólares a intercambiarse por 2.850 dólares. Finalmente, su precio se hundió hasta casi cero, tras vender los creadores todas sus monedas y huir con el dinero recaudado.  

El peligro de las ‘memecoins' y del squid

El pinchazo de la última sensación de las “memecoins” o criptomonedas de broma refleja los peligros que entraña este mercado tan especulativo.  

Especialmente, cuando detrás de monedas como squid, el dogecoin o shiba inu no hay ningún proyecto sólido en el mejor de los casos. Porque en el peor, la estafa puede estar servida.  

Desde que comenzó su andadura en 2013, el dogecoin se ha disparado un 10.000 por ciento, prácticamente en exclusiva por los guiños de Elon Musk.  

Solo en octubre, el shiba inu ganó un 800 por ciento, tampoco sin nada sólido detrás. El único parecido entre ambas monedas es que son de temática canina.  

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Lo que sí comparten las ‘memecoins’ es el peligro. Se trata de monedas con una capitalización muy baja y expuestas a fuertes subidas, pero también importantes bajadas. 

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Tirón de alfombras con la moneda del juego del calamar 

Es lógico entender que los inversores que llegan a este mercado asumen mayores riesgos a cambio de mejores expectativas de beneficios. Por algo el bitcoin sube en el año un 300 por ciento, impulsado por las ballenas, los grandes inversores. Y el ether un 475 por ciento.  

La diferencia es que detrás de estas monedas hay un fuerte respaldo institucional, como sucede con el bitcoin, o bien unas mayores expectativas de crecimiento de las finanzas descentralizadas (DeFi), lo que respalda a la red ethereum.  

En el caso de squid, lo que hubo son pérdidas de al menos 3,3 millones de dólares, que son los fondos con los que han huido los creadores de la moneda. Su modus operandi se conoce en el argot como ‘tirón de alfombras’.  

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Es casi una versión moderna del viejo timo del tocomocho. Los creadores del squid recaudaron dólares a cambio de criptomonedas, con la única expectativa de prometer a los compradores la posibilidad de participar en juegos online inspirados en la serie. Como añadido, incentivaban a los jugadores con recompensas económicas por facilitar el ocio de otros jugadores. 

En un informe de inversión plagado de faltas de ortografía, los creadores del squid explicaron que estos juegos no tendrían consecuencias mortales, tan solo la satisfacción de acumular experiencias.  

Las alarmas saltaron antes del colapso de squid 

Con todo, las alarmas sonaron antes del desplome del squid. En concreto, fue el proveedor de datos CoinMarketCap quien llamó a extremar las precauciones.  

Sus usuarios se quejaban de que no podían vender las monedas en el único bróker que hasta entonces las había aceptado, el intercambio descentralizado Pancakeswap. Básicamente, estaban atrapados en la red del calamar.  

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Lo  cierto es que el libro blanco del squid, un documento que detalla la entrañas del tóken, ya recogía la posibilidad de que el mercado se quedara seco y hubiese inversores que no pudieran vender.  

"La realidad es que muy pocos minoristas de estas memecoins realmente dedican tiempo a leer el libro blanco o tratar de comprender la gobernanza de estas monedas", dijo Henri Arslanian, experto en criptografía de PwC.  

Lo que ocurrió en realidad, según explican fuentes financieras, es que hubo un procedimiento de “pump and dump” (bombear y tirar). Los creadores de la moneda impulsaron el precio, hicieron que otros la comprasen y luego la vendieron. 

¿Estafa o conducta desleal? 

Ahora, está en duda si lo que ha ocurrido se puede calificar de estafa. En opinión de Alberto Toribio, embajador de criptoplaza, no está claro que sea así.  

Lo que ha pasado es que los creadores del squid decidieron vender las monedas a cambio de ether y el servicio se quedó sin liquidez, con lo que los precios se fueron a mínimos. 

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“De toda la vida es manipulación de mercado o uso de estrategias coordinadas, que están prohibidas en los mercados organizados”, dijo Toribio. “Es una práctica desleal pero no se puede calificar de estafa porque no hay ninguna norma que estas personas hayan infringido”, recalcó este experto.  

Otra cosa es el hecho de que la criptomoneda se anunciase como un proyecto con una serie de objetivos, como desarrollar un videojuego, y esto no se vaya a llevar a cabo finalmente. “Eso sí podría considerarse una estafa, pero no el hecho de que el precio se haya ido a cero”, explicaron las fuentes consultadas.  

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