Solventado Grecia, ahora el 'Brexit'

El Eurogrupo salva el escollo heleno con el pago de 10.300 millones, el alivio de la deuda y un principios de acuerdo con el FMI para que siga

Once horas después, todo terminó como debía, como en las grandes ocasiones. De madrugada, sin saber si dar las buenas noches o los buenos días. Bienvenidos a Bruselas, la capital de los grandes acuerdos 'in extremis', la ciudad de los imposibles (y no sólo para bien). De nuevo, Grecia. De nuevo, el abismo. Pero esta vez, sin embargo, todos cantaron victoria. Pírrica, con demasiados peros, pero victoria al fin y al cabo. «Hace un mes, lo aprobado era poco menos que un sueño», clamó eufórico el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, camino de las tres de la madrugada. «La confianza ha vuelto», ensalzó. Grecia seguirá respirando con un nuevo desembolso de 10.300 millones y la promesa de aliviar ostensiblemente su deuda a partir de julio de 2018. Europa, como busca a toda costa, logró sofocar el fuego griego. El objetivo, ahora, es destinar todos los efectivos para evitar las llamas del 'Brexit'.

Hace demasiado tiempo que la UE está paralizada conteniendo la respiración a la espera de saber si el Reino Unido saldrá del club de clubes el 23 de junio. Así los confirman varias fuentes diplomáticas, que sin embargo, creen que en última instancia se evitará una salida de consecuencias imprevistas. Bruselas está fatigada de sortear problemas y nadie, absolutamente nadie, quería otro jaleo griego como el vivido el verano pasado. Así que hubo un acuerdo lo suficientemente ambicioso para que todas las partes en liza (Grecia, Alemania y el FMI, básicamente) lo puedan usar como arma en su particular batalla del relato y poder vender ante los suyos que al final se hizo lo que ellos quisieron.

Por partes. Los ministros de Finanzas del euro, después de todos los duros recortes aprobados en los últimos días por el Parlamento heleno, decidieron dar luz verde a la primera gran revisión del tercer rescate de 86.000 millones, que comenzó el pasado julio y expira en julio de 2018. En total, se transferirán 10.300 millones, de los que 7.500 se darán a mediados de junio para hacer frente a los vencimientos pendientes con el BCE y el FMI. De esta forma, el cuestionado primer ministro griego, Alexis Tsipras, lograba un nuevo balón de oxígeno de una Europa que no dudaba en alabar su «valentía» y aprobar medidas «muy duras y difíciles».

Atenas, optimista

El dinero era lo acuciante, el gran problema a resolver. Sin embargo, la gran batalla política es la deuda, el alivio de un pasivo que ronda el 180% del PIB del país y que a juicio del FMI, es impagable tal y como está -es el gran aliado heleno en esta disputa-. Ya se han producidos varias decisiones en este ámbito en años anteriores (el español, Luis de Guindos, habló de que él ha vivido tres), pero lo que ahora estaba en juego nada tiene que ver con las anteriores. Cierto que no habrá quitas nominales como en pretendían Atenas y el Fondo, pero ahora sí se van a tomar medidas muchísimo más ambiciosas que antes. Eso sí, a medio plazo, al finalizar el rescate (julio de 2018), después de que Alemania ya ha ya celebrado sus elecciones del año que viene (el ministro Wolfgang Schauble quiere evitar volver al Bundestag para tratar este asunto para no darle gasolina a los euroescépticos del AfD, al alza).

«El acuerdo no ha sido nada fácil», confesaba un exultante Pierre Moscovici. Y es que el comisario de Asuntos Económicos ha sido uno de los que más ha empujado por este acuerdo, aunque no siempre con grandes resultados. La dificultad radicaba en la cerrazón del FMI, que se negaba a participar en el tercer rescate si no se acometía un alivio de la deuda mucho más ambicioso del planteado y se daba más aire a Grecia para cumplir unos objetivos fiscales primarios (del 3,5% del PIB al margen de los gastos de la deuda) «demasiado duros».

A eso de la una de la madrugada, después de cruzarse varios borradores, el director del FMI en Europa, Poul Thomsen, llamó a Washington su jefa, la francesa Chistine Lagarde, dio el sí definitivo, aunque condicionado al desarrollo de los acontecimientos. Es decir, que aceptarán formar parte del tercer rescate (algo que la UE considera una condición 'sine qua non') si en los próximos meses se toman las decisiones acordadas. El plazo fijado para tomar la decisión de entrar o no entrar es «final de año», como recalcó Dijsselbloem.

«Hemos hecho una concesión importante. Queríamos que las medidas se aprobaran ya y hemos aceptado que se aprueben al final del periodo del programa de ayuda a Grecia. Todos hemos mostrado flexibilidad», confesó reconociendo la victoria de la diplomacia alemana en este campo. Eso sí, rechazó en todo momento confirmar que formarán parte del rescate ya que «aún quedan medidas por calibrar en próximos meses».

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¿Y Grecia? Su ministro de Finanzas, Euclid Tsakalotos (su imagen ha ganado muchos enteros en Bruselas), se mostró muy optimista a la salida y aseguró que este pacto «puede ser el principio para convertir el círculo vicioso de la recesión en Grecia en otro en el que los inversores tengan una pista clara para invertir en Grecia». Además, explicó que este dinero también servirá para abonar facturas impagadas del Estado con proveedores y «mitigará, además, algunos de los impactos recesivos de las recientes medidas adoptadas».

Fuego extinguido. Ahora, toga gestionar el fuego británico.

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