Smartphone: Un pequeño laboratorio que puede ahorrar cientos de millones
Los 'smartphones' revolucionan el diagnóstico médico con aparatos y aplicaciones que pueden ahorrar miles de dólares por paciente.
«Si con uno de esos teléfonos uno ya puedes hacer de todo». Los procesadores, antenas y sensores que equipan los 'smartphones' de hoy en día esconden una inapelable realidad: estos dispositivos son computadores que concentran cada vez una mayor potencia y capacidad. Desde su aparición han asaltado sectores como la música, la fotografía e incluso el cine. Sin embargo, desde hace un tiempo se fragua el más difícil todavía: la conquista de la sanidad, un movimiento que se ha venido a bautizar como 'mHealth'.
Desde hace unos años vemos como florecen miles y miles de 'apps' que tratan bien de proporcionar información al paciente, controlar algunas de sus constante vitales o facilitarle el control de tratamientos e incluso la comunicación con su médico de cabecera. La aparición de los 'wearables', dispositivos que incluyen sensores cardiacos en muchos casos, ha reforzado esta tendencia. Sin embargo, parece que este caldo de cultivo ha propiciado que el 'mHealth' (medicina móvil, en una traducción gruesa) abandone su espíritu meramente pedagógico e informativo y pretenda ahora revolucionar el diagnóstico médico. Y lo quieren hacer con una serie de iniciativas que hagan del smartphone que conviertan los teléfonos en pequeños laboratorios médicos. Algo que puede ser especialmente útil en países pobres o en vías de desarrollo donde los recursos disponibles son escasos.
En uno de estos, en Kenia, ha surgido un proyecto que pretende ofrecer una alternativa a la consulta del oftalmólogo. Su nombre es 'Peek' y consiste en una aplicación que junto a una lente especifica acoplada a la cámara del teléfono permite realizar los ya clásicos exámenes oculares y de visión. Eso sí, con un coste 50 veces menor, según sus creadores, al que suponen los equipos tradicionales. Los resultados, además, se pueden enviar a cualquier centro para acelerar el análisis o tener una segunda opinión.
Muchos de estos proyectos están aún en pañales pero han demostrado resultados más que prometedores. Así investigadores de la Universidad de California y Berkeley crearon un pequeñísimo microscopio capaz de detectar con una simple gota de sangre la presencia del peligroso parásito loa-loa en el paciente. Como si de un disco duro externo se tratase, este aparato se conectaba al smartphone a través del puerto de carga. En este sentido, en la Universidad de Florida, un equipo multidisciplinar trabaja en una película de celulosa y poliéster repleta de nanosensores capaz de detectar bacterias y estafilococos como el E.Coli. Con una aplicación los resultados se enviarían remotamente a un profesional para que tomase las medidas oportunas.
Prometedor también el pequeño gadget desarrollado entre otros por investigadores de un centro de Columbia que permitió, en un lapso de quince minutos, detectar a varios infectados por el VIH y por sífilis. El aparato, que se acopla al teléfono ofrece la posibilidad, según sus desarrolladores, de crear una prueba que podría ofrecer unos resultados similares a los del test Elisa. El coste del prototipo con el que se consiguieron hacer las primeras pruebas, llevadas a cabo en Ruanda, fue de 34 dólares frente a los más de 18.000 que cuesta uno para laboratorio.
Con la crisis del Ébola en África, muchos centraron sus esfuerzos en aportar soluciones y ayudas. El doctor Eric Pool sugirió que con la técnica de reacción en cadena se podría detectar rápidamente. Se creó un dispositivo que llega a permitir el diagnóstico de esta enfermedad en menos de una hora. Uno de los problemas asociados a estos proyectos es que, a pesar de conseguir grandes resultados sobre el terreno, tienen muy complicado llegar a conseguir la bendición de las autoridades sanitarias. Organismos como la FDA, el órgano rector de la regulación de los alimentos y medicamentos del Gobierno de Estados Unidos, tienen unos estándares altísimos para respaldar cualquier innovación que vaya a llegar al mercado.
Una de las que ha conseguido pasar estos estrictos controles es SleepImage, una aplicación que a ayuda a conocer si un paciente sufre apnea o se trata de otro mal. Aunque los resultados no rozan el nivel de exactitud y concreción que la prueba tradicional, si que puede servir para descartar este trastorno antes de someterle a un examen que su coste puede ascender hasta los 3.000 dólares.
En la cola de espera de recibir autorizaciones similar están sensores que pueden ayudar a detectar bipolaridad, Alzheimer o, simplemente, a controlar las constantes vitales. Gigantes como Apple, Samsung y Google ya han metido el pie en el sector y le seguirán muchos otros. No en vano, un informe de la Fundación Telefónica augura que el coste per capita de la sanidad podría bajar en España hasta un 18% con la implementación de estas tecnologías en el corto plazo.