¿Por qué comer cinco veces al día?
Médicos y nutricionistas están de acuerdo: dividir la ingesta diaria de alimentos en cinco comidas hace que nos nutramos de forma más variada, completa y saludable. Y, aunque pueda resultar paradójico, que alcancemos nuestro peso ideal. Te explicamos.
Cuando comemos pequeñas antidades de comida varias veces al día, nuestro metabolismo se mantiene más tiempo activo y se hace más complicado almacenar grasas. En esas condiciones,el organismo procesa de manera más eficiente aquello que ingiere. Lo contrario, club de la alimentación nutrición comer cantidades mayores en menos ingestas, hace que el cuerpo se colapse y no pueda asimilar eficazmente los nutrientes y, especialmente, las grasas, que tenderán aacumularse y a hacernos engordar. Cuando se disminuye el número de ingestas, el cuerpo tiende a poner en marcha un mecanismo de protección: guardarse grasas para asegurarse unos niveles de energía en el caso de que el ayuno tienda a alargarse.
Comer grandes cantidades es, por su parte, como intentar arrojar cubos de agua por un pequeño embudo: llega un momento en que este no permite el paso de más agua, que acaba rebosando, sobrando, como nuestros kilos. Además, en la tarea de la digestión, nuestro cuerpo gasta parte de la energía que proporcionan, sobre todo, las grasas y los hidratos de carbono, por lo que, cuantas más veces comamos, más gasto haremos de energía. Por contra, estaremos evitando que el cuerpo utilice la masa muscular, que necesita y que es lo único que encuentra cuando no puede tirar de otras fuentes de energía.
Por otra parte, dividir la comida del día en cinco tomas evita que transcurra mucho tiempo entre una y otra ingesta. Así, nuestro cuerpo se siente saciado, sin hambre, porque nuestro estómago no tiene la sensación de estar vacío, lo que nos evita llegar a la siguiente comida con ganas de devorar, nos libra de los atracones y del picoteo de alimentos hipercalóricos, como embutidos, patatas fritas o dulces.
Aprender a comer las cantidades adecuadas cada tres horas es mucho más efectivo que cualquier dieta hipocalórica y no nos deja tristones, ansiosos o enfadados, causa del fracaso de numerosos regímenes.
El desayuno, esencial
Comer algo cada tres horas aproximadamente nos ayuda a controlar, por tanto, el apetito y disminuir nuestra ansiedad, que se desatan en nuestro organismo cuando los niveles de glucosa en sangre disminuyen, es decir, cuando transcurren más de tres horas entre comidas. A las cuatro horas, nuestro cuerpo ha digerido completamente lo que hemos tomado y, cuando han transcurrido cinco horas, nuestros niveles de azúcar en sangre caen en picado y salta la alarma en nuestro organismo, lo que significa que, antes de que eso suceda, debemos proporcionar más combustible a nuestra máquina para que siga funcionando.
Por eso, el desayuno es una comida fundamental, pues el sueño nos ha mantenido ayunando durante siete u ocho horas y nuestro organismo necesita volver a cargarse de energía. Las personas que desayunan adecuadamente de forma regular tienden a pesar menos que quienes se lo saltan, son más propensos a resistir los antojos de alimentos altos en azúcar y a ingerir alimentos más saludables. Saltarse comidas, por tanto, no ayuda a adelgazar.
Comer cinco veces al día ayuda a equilibrar, en definitiva, los niveles de insulina, que regulan a su vez los niveles de azúcar en sangre, ya que se logra una secreción de esta hormona de forma más regular y constante, no con picos, como sucede cuando ingerimos mucha comida de golpe, dejamos que se consuma completamente y volvemos a darnos un gran atracón para recuperarnos. Las subidas bruscas o excesivas de azúcar en sangre que comportamientos como este provocan hacen que esta glucosa se transforme en triglicéridos, es decir, grasas nocivas para la salud de las arterias y del corazón, lo que pone en riesgo nuestro sistema cardiovascular.
Por contra, cuando se hacen cinco pequeñas comidas, las reservas de nutrientes y de energía, de grasas y de glucosa, se encuentran siempre a un nivel óptimo, lo que conlleva que podamos afrontar más eficazmente cualquier actividad, física o intelectual. Al realizar más ingestas al día, y a poco imaginativos que seamos, estaremos asegurándonos una mayor variedad de nutrientes.
Aliméntate de manera inteligente
Aumentar el número de veces que nos alimentamos al día signifi ca aprender a distribuir el número de calorías totales en cinco comidas más pequeñas en lugar de tres abundantes. El número de calorías que necesita cada individuo a lo largo del día depende de su edad, sexo y actividad -esta es irrenunciable-, pero aquí tienes unas pautas generales.
1.- Desayuno: no solo un café rápido
Un simple café o una infusión no te aportarán los sufi cientes nutrientes. Un buen desayuno que te ayude a rendir durante toda la mañana debe incluir un lácteo -leche, yogur o una porción de queso-, grano integral en forma de pan, galletas, cereales o repostería casera y una fruta o zumo natural sin azúcar.
2.- Aperitivo: un minitentempié
Para evitar llegar a la comida hambriento, es aconsejable que tomes a media mañana una pieza de fruta grande, un yogur, un bocatín, una ración de frutos secos, una tostada con tomate y aceite o una barrita de cereales. Lleva siempre unas piezas de fruta en el bolso y aparca los dulces y patatas fritas.
3.- Comida: la más importante del día
La comida te debe proporcionar el 35 por ciento de las calorías diarias totales. Debe incluir una ración de hidratos de carbono -patatas, arroz, pasta o legumbres- y una porción de carne, pescado o huevo -mejor pescado-, con ensalada o verduras, pan y fruta.
4.- Merienda: suave y ligera
Un tentempié a media tarde te ofrecerá el resto del aporte calórico del día -10-15 por ciento del total- y de fi bra, que hará la digestión más suave y contribuirá a que los nutrientes lleguen con más rapidez a las células. Puedes elegir entre una fruta pequeña, un zumo natural, un café, un yogur, un par de galletas...
5.- Cena: mejor que sea pequeña
En la cena debes tomar los nutrientes que no hayas consumido a mediodía, pero sobre todo, alimentos fácilmente digeribles, como verduras cocidas o ensaladas, sopas, pescados o carnes magras -conejo, pollo, pavo-, fruta o lácteos desnatados. Así, tu sueño no se verá perturbado por una digestión difícil.