Museo Pompidou, la arquitectura del revés
La fábrica de gas, la refinería, Notre Dame de la Cañería... El nuevo edificio se convirtió pronto en una fuente[…]
La fábrica de gas, la refinería, Notre Dame de la Cañería... El nuevo edificio se convirtió pronto en una fuente de inspiración para la inventiva de los parisinos: un amasijo en apariencia caótico de tubos, cables y soportes, cada cosa de un color; debajo de ese andamio que resultó ser definitivo, debajo de ese exoesqueleto industrial, mucho cristal; y, a sus pies, una plaza con el suelo inclinado y grandes chimeneas de ventilación como las de las cubiertas de los barcos. Y todo esto en plena Rue Saint-Martin, una de las calles más antiguas de la ciudad, entre los barrios de Les Halles y Le Marais, cerca del Hôtel de Ville, el corazón de París. Es comprensible que encontrara cierto rechazo entre unos vecinos encantados con el plan de rehabilitación del Beaubourg, barrio que se había vuelto insalubre, pero que, a la vista de los resultados, se preguntaban si no habría sido mejor dejar como estaba la explanada que llevaban décadas usando para aparcar.
La idea había partido del presidente de la República, Georges Pompidou. En 1970 propuso levantar un museo de arte contemporáneo para ayudar a revitalizar la zona. Se convocó un concurso internacional al que se presentaron 681 proyectos. El ganador fue el del italiano Renzo Piano y el inglés Richard Rogers. Su concepto se basaba en una idea muy sencilla: sacar al exterior el armazón y las instalaciones que suelen ir detrás de las paredes y los falsos techos y dejar un interior libre para el disfrute del arte. El resultado es un rectángulo de 166 metros de largo y 60 de ancho, con siete niveles y 90.000 m2 que acogen salas de cine, espectáculos y conferencias, una biblioteca pública, un centro de documentación y 6.000 m2 dedicados a exposiciones temporales. Lo espacios son de una luminosidad inesperada gracias a las fachadas acristaladas y a pesar de ese entramado exterior, mucho menos caótico de lo que pudiera parecer, en el que las líneas rectas crean equilibrio y hasta los colores siguen su propio código: amarillo para circuitos eléctricos, azul para los de climatización, verde para los conductos del agua y rojo para escaleras mecánicas y ascensores.
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