Museo muestra caja de 1901 que tenía patente para elaborar café torrefacto

El Museo Etnográfico Extremeño González Santana de Olivenza (Badajoz) muestra como "pieza del mes" de mayo una caja de hojalata[…]

El Museo Etnográfico Extremeño González Santana de Olivenza (Badajoz) muestra como "pieza del mes" de mayo una caja de hojalata de la fábrica Cafés La Estrella, utilizada por el único empresario español que desde 1901 tenía la patente para elaborar café torrefacto.

El empresario pacense José Gómez Tejedor había escuchado que los mineros envolvían en Cuba los granos de café con azúcar para su mejor conservación, gracias a lo cual desarrolló esta técnica para inaugurar en Badajoz la fábrica Cafés La Estrella para el tostado del grano de café.

Según un comunicado del museo oliventino, Cafés La Estrella tuvo numerosos reconocimientos en Europa y América, y fue también nombrada proveedora de La Casa Real, como se indica en el envase "pieza del mes".

En la tapa se observa a un señor sentado que toma un café y fuma un cigarro, y sobre él la leyenda "Una taza de café superior y un cigarro habano son las delicias del hombre".

En los laterales de esta pieza, donada al museo por la familia Garrido Méndez en 1995, figura el nombre del propietario y la dirección del establecimiento (Muñoz Torrero, 13 y 15, Badajoz).

El origen de la hojalata se remonta a la Baja Edad Media, y hay constancia de que en 1240 ya se usaba en Bohemia para hacer utensilios, que eran muy apreciados por sus propiedades anticorrosivas.

Pero hay que esperar al siglo XIV para que comience la evolución del producto, hasta llegar a la forma en que es conocido en la actualidad.

La concesión a Nicolás Appert en 1810 del premio de 12.000 francos convocado por el Gobierno francés, destinado a quien descubriera un método para conservar los alimentos y poder suministrarlos al Ejército en buen estado durante las campañas, marca el inicio de la industria de las conservas en el mundo.

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Su método consistió en poner carne, fruta, vegetales y pescado fresco o cocido en botellas herméticamente cerradas, sumergiéndolas en agua hirviendo durante cierto tiempo.

Si la hojalata no hubiese existido, los descubrimientos de Nicolás Appert sobre la conservación de los alimentos difícilmente hubieran tenido una aplicación práctica en el mundo industrializado de mediados del siglo XIX y XX.

Las primeras utilizaciones comerciales fueron para contener galletas y bizcochos, inicialmente de hojalata sin decorar, aunque posteriormente el Modernismo se apoderó de las serigrafías que se diseñaron para el exterior de las cajas.

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