Medio ambiente, sociedad y buen gobierno: mi cambio de visión

El gestor de Fidelity Jeremy Podger relata en esta tribuna el proceso que ha vivido para convencerse de la necesidad de adoptar criterios ASG.

Los gestores de fondos generalmente tenemos como misión principal generar las mayores rentabilidades ajustadas al riesgo que podamos conseguir para nuestros clientes, por lo que muchos se preguntan cómo compatibilizarla con los principios ambientales, sociales y de buen gobierno (ASG), al existir argumentos para sugerir que haciéndolo se realizan algunas concesiones. 

En primer lugar, si se aplican exclusiones sobre la base de factores ASG, lógicamente se reduce la diversificación potencial de un fondo. En segundo lugar, si solo se invierte en las empresas más cumplidoras y limpias que se pueden encontrar, es seguro que se terminarán pagando precios más elevados que implican unas menores rentabilidades previstas a largo plazo. Sin embargo, en la práctica estos dos argumentos no suponen impedimentos reales para el gestor de un fondo que presta atención a factores ASG. Sobre todo, cuando hablamos de carteras internacionales diversificadas. Normalmente, cuando los clientes definen nombres o áreas de exclusión específicos, la «lista negra» resultante solo constituye una pequeña parte del universo de inversión, por lo que no existe un efecto real en el grado de diversificación de la cartera. En cuanto al segundo punto, podría ser cierto que existen algunos grandes paradigmas de la inversión ASG que cotizan a precios muy elevados, pero son en su mayoría empresas que se ocupan de una «temática» verde que algunos inversores ven como una forma de aprovechar un elevado potencial de crecimiento a largo plazo. Es necesario examinar estas empresas caso por caso, ya que no todas serán buenas inversiones. 

Es innegable que el número de inversores que desea utilizar su capital de forma responsable no deja de aumentar. Conforme se va desarrollando este proceso, las empresas «buenas» por factores ASG conseguirán de forma natural un coste del capital más bajo que las empresas «malas», y este flujo constante hacia las mejores empresas también debería contribuir a sus rentabilidades. En el plano de los riesgos, resulta evidente que las empresas cumplidoras tienen menos probabilidades de verse penalizadas por las políticas de las autoridades y por socios comerciales que quieren asegurarse de que se respetan las normas más estrictas en sus cadenas de suministro. 

Estos argumentos bastan para que esté cada vez más dispuesto a adoptar los criterios ASG en el fondo internacional que gestiono. Pienso, además, que reviste suma importancia adherirse a las buenas prácticas ASG como declaración de principios básica. Es decir, no como medio para conseguir unos objetivos de inversión particulares, sino de forma separada y paralela a ellos. Incluso si los gobiernos que deberían representar los intereses colectivos no lo hacen, como inversores empresariales encargados de tutelar grandes cantidades de activos de clientes y también de determinar colectivamente el coste del capital de las empresas en todo el mundo, debemos mantener las normas más estrictas posibles. También tenemos que mejorar nuestras interacciones con las empresas para compartir estas perspectivas con ellas.

Por eso, ha llegado la hora de cambiar nuestra visión sobre la inversión ASG. No es solo lo más inteligente que se puede hacer o lo apropiado. Para nuestros clientes y como empresa responsable, con independencia de la dirección en la que se mueve el péndulo político, nuestra obligación es prestar mayor atención a las consideraciones ASG y tenerlas siempre presentes. Es hora de cambiar nuestra perspectiva.

Jeremy Podger, gestor del fondo FF World Fund de Fidelity International

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