La UE muestra su hartazgo ante la desidia de Londres

Barnier mete prisa a Reino Unido y advierte de que si quieren un futuro acuerdo comercial deberán asumir primero la factura por su salida

Algo olía mal, demasiado buen rollito después de tantos meses de fuego cruzado no eran muy normales. Pero oye, quién sabe, quizá la flema británica había vuelto para quedarse. Efectivamente, lo vivido el 19 de junio en la primera ronda de la madre de todas las negociaciones era humo. Desde entonces, nada ha cambiado ni muchos menos mejorado, como advirtió ayer el negociador jefe de la UE para el 'brexit', Michel Barnier: «Hay que saldar las cuentas del divorcio antes de hablar de una relación futura. Para ello, es esencial que Reino Unido reconozca que hay un precio que pagar. ¿Cómo vamos a hablar de comercio, defensa o seguridad si no hay confianza?», advirtió. Según la UE, la factura ascendería a unos 100.000 millones de euros en concepto de los compromiso financieros ya adquiridos.

El lunes comienza la segunda ronda de las negociaciones y la impaciencia en el bando comunitario es tan evidente como exasperante. El tono, los gestos, todas las declaraciones de Barnier traslucían «un pónganse las pilas de una vez, por favor». Compareció ante los medios después de dar cuenta ante el Colegio del desarrollo de las negociaciones, de un toma y daca que de momento se está reduciendo a un toma.

«Para avanzar, necesitamos saber en qué estamos de acuerdo y en qué no. Debemos saber qué piensa Reino Unido. Nosotros ya hemos elaborado nueve documentos con nuestras propuestas. Estoy dispuestos a trabajar día y noche, los fines de semana, días festivos... Esperemos recibir pronto sus propuestas», explicó algo molesto ante una desidia que no augura nada bueno.

Todo, además, quedó empañado por unas broncas declaraciones efectuadas el martes en la Cámara de los Comunes por el ministro de Exteriores, Boris Jonhson. Preguntado por la factura a pagar y que la UE cifra en torno a 100.000 millones, la tachó de «abusiva» usando de forma irónica de la expresión 'go whistle' para desmerecer los planteamientos de la UE. Un expresión que bien podría traducirse con un «que esperen sentados», «van listos» o «irse a tomar vientos».

Y claro, sus declaraciones no han sentado nada bien al otro lado del Canal. ¿Cómo responderle? Barnier no recurrió al insulto tosco, sino que se limitó a hacer un juego de palabras para recordar que Reino Unido tiene todas las de perder. «No oigo ningún silbido ('whistle'). Lo que sí oigo es el tictac del reloj». Touché. «Esto no es un castigo o una venganza. Se trata simplemente de saldar las cuentas de la separación, de que todos hagan honor de los compromisos financieros ya adquiridos y no me imagino que un gran país como Reino Unido no se responsabilice de sus compromisos», retó el francés.

Derechos de los ciudadanos

El tictac al que se refirió expira a las 00:00 horas y un segundo del 20 de marzo de 2019. Entonces, Reino Unido dejará de ser el Estado miembro número 28 de la UE. Quizá parezca mucho, pero en realidad queda poquísimo tiempo como se empeñan en recalcar una y otra vez desde Bruselas. Lo primordial es pactar el divorcio y aquí hay tres asuntos claves: la factura, qué pasa con Irlanda y, sobre todo, los derechos de los 4,5 millones de personas que se verán afectadas por el 'brexit' (3,3 millones son europeos que viven allí).

Lo que debería ser un asunto básico y de fácil consenso si se mirase exclusivamente desde el punto de vista humano y de la lógica, parece no serlo para Londres, cuya primera propuesta esconde triquiñuelas que la UE no asumirá. Es verdad que aseguran que no se expulsará a nadie o que los europeos que lleven más de cinco años tendrán los mismos derechos sociales que un británico, pero esto tiene trampa, como advirtió Barnier. ¿Por qué? Porque un británico que vive en España tendría más derechos que un español que viviese en Reino Unido ya que su legislación es «más restrictiva que la de la UE». «Queremos que haya una reciprocidad efectiva y que el garante de que se respeten todos estos derechos adquiridos -incidió- sea el Tribunal de Justicia de la UE», una institución de la que el Gobierno británico no quiere ver ni en pintura.

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