La pesada mochila europea de España

Juncker recibió a Sánchez en Bruselas el pasado octubre y guarda una buena imagen de él, pero ya le ha marcado el terreno recordando que el Presupuesto no se toca

Seguro que Pedro Sánchez recuerda aquel 19 de octubre de 2017. Jueves de cumbre europea, jueves con Merkel, Macron, Rajoy y compañía por una Bruselas blindada para la ocasión. Aquel día, el entonces secretario general del PSOE mantuvo una agenda de primerísimo nivel en la capital comunitaria, donde se hablaba y mucho del desafío independentista catalán. Pisó, por ejemplo, la planta número 13 de la Comisión, la zona noble que acoge el despacho de su presidente, Jean-Claude Juncker. «Fue realmente bien. Causó buena impresión, una persona preparada», recuerda a EL CORREO una alta fuente comunitaria conocedora de primera mano de aquella reunión.

El viernes, siete meses después de aquella cita, Juncker firmaba una carta con destino La Moncloa para felicitar a Sánchez por su elección como nuevo presidente del Gobierno español y trasladarle que «tiene confianza en su compromiso europeo y en el importante papel que ha desempeñado y seguirá desempeñando España». «El futuro de Europa es un desafío que afrontamos juntos», dijo. A rey muerto, rey puesto.

Sánchez llega en un momento clave para el futuro de la UE. No hay tregua. Debe subirse a un tren que circula a toda velocidad en un terreno plagado de curvas. Que si Italia, que si el 'Brexit', que si la guerra comercial decretada por Donald Trump contra Europa... La UE, además, está inmersa en un debate de enorme trascendencia sobre el futuro de la Eurozona que deberá concretarse en hechos reales en la cumbre que se celebrará los días 28 y 29. Será el gran debut de Sánchez. Además, el 11 y 12 de julio conocerá a Donald Trump en la cumbre que la OTAN celebrará en Bruselas. Palabras mayores.

España no puede permitirse hacer de mera observadora. Es la cuarta potencia del euro, la quinta de la UE y cuando se consume la marcha de Reino Unido el 30 de marzo de 2019, pasará a ser el cuarto socio de los 27 tras Alemania, Francia e Italia. Con la que está cayendo, mirar hacia otro lado a la espera de lo que digan Berlín y París no es una opción. «Si quiere marcar perfil europeísta y sacar pecho ante sus colegas europeos, llega en el mejor momento», aseguran fuentes diplomáticas. La alicaída socialdemocracia europea le ha recibido con los brazos abiertos ya que el PSOE les da el sexto gobierno en el Consejo Europeo junto a Portugal, Eslovaquia, Rumanía, Suecia y Malta.

El estigma del déficit

«Su elección llega en un momento difícil para Europa. La unidad europea es ahora más necesaria que nunca. Confío en que usted y su Gobierno jueguen un papel constructivo en la UE», escribió el presidente del Consejo, Donald Tusk, en la carta que le envío también el viernes. Mano tendida, confianza mutua. España, pese a todo, sigue a un mundo de ese universo de preocupaciones comunitarias con epicentro en Roma. De hecho, las misivas que enviaron Juncker y Tusk al nuevo primer ministro italiano, Giuseppe Conte, fueron mucho más frías que la de Sánchez.

 Pero que el club tienda la mano al nuevo presidente no significa que haya recibido un cheque en blanco. Atentos a este mensaje, es clave. «Tenemos plena confianza en el nuevo Gobierno español y trabajaremos con él. Tomamos nota del compromiso del nuevo presidente, Pedro Sánchez, de no cambiar los Presupuestos, es un punto importante», recalcó el viernes la portavoz Mina Andreeva. Primera línea roja, la estabilidad fiscal ni tocar, y a tenor del compromiso de Sánchez con el PNV será así.

No hay margen de error. España es el país que acumula el peor déficit de la UE al ser el único socio que cerró 2017 por encima del sacrosanto 3%. Su relación de gastos e ingresos está muy tasada y Bruselas, que si algo no quiere son más líos, no permitirá que el PSOE instale una barra libre en el festival de inauguraciones y medidas estrella que se producirá en 2019, año electoral. Los fantasmas del déficit del 10% que llegó a alcanzarse en la era Zapatero aún son recordados en la capital comunitaria. Y no precisamente para bien.

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La mochila europea de España es pesada. Mucho.

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