Por la riviera francesa tras las huellas de 'Atrapa un ladrón'

«Cautiva y enamora». «Seduce a la cámara en cada escena». «Todo el metraje es una celebración de su belleza». Esta[…]

«Cautiva y enamora». «Seduce a la cámara en cada escena». «Todo el metraje es una celebración de su belleza». Esta idea, repetida en todas las enciclopedias del cine sobre Atrapa a un ladrón, una de las películas más conocidas del director Alfred Hitchcock, genera bastante unanimidad. Lo que ya no resulta unánime es el destinatario de tan rendidas afirmaciones. Algunos dirán que se refieren a una Grace Kelly más elegante y arrebatadora que nunca. Otros que a un Cary Grant tan seductor como siempre. Y luego hay un tercer grupo, el formado por los que sospechan que esa belleza celebrada en la película no es otra que la de la Riviera Francesa.

Entre ellos figura el periodista Matthias Kowalski. Inspirado por el 60 aniversario del estreno del largometraje, decidió que la mejor forma de comprobar sus sospechas era montarse en un Corvette azul de 1958, parecido al que conduce Grace Kelly, y recorrer los parajes en los que trascurre la historia de este juego de seducción entre una hermosa heredera y un antiguo ladrón de joyas: palacetes señoriales, pintorescos pueblecitos, playas exclusivas, hoteles aristocráticos, carreteras panorámicas, en fin, una sucesión de fotogramas repletos de glamour concentrados en unos cuantos kilómetros de un litoral al que también se le conoce como Costa Azul.

La película arranca en la Promenade des Anglais de Niza, pero enseguida nos lleva tierra adentro, a Saint-Jeannet, donde vive Robie el Gato, el ladrón al que interpreta Cary Grant. Casitas de piedra, buganvillas y mimosas asomando por encima de las tapias de los jardines, tranquilidad y savoir-vivre... Hitchcock nos ofrece un canto a la Francia rural, pero a su manera: una trepidante persecución rodada desde un helicóptero. Mientras los policías creen seguir al ladrón en un accidentado periplo por pueblos como Le Bar sur Loup y Gourdon, el avispado Robie, con Hitchcock sentado a su lado en uno de sus habituales cameos, baja tranquilamente en autobús hasta Mónaco.

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