Los sucesores de Rajoy

Dirigentes y cargos medios apuntan que ha llegado la hora de que su presidente dé un paso atrás y temen que Ciudadanos se convierta para el electorado en el nuevo PP. Los populares especulan con el perfil del próximo líder mientras advierten de que la formación necesita una renovación, no sólo de equipos, sino de proyecto.

Si los deseos de Albert Rivera se cumplieran, probablemente el primer perjudicado sería Albert Rivera. Hace tiempo que el líder de Ciudadanos azuza el debate sobre la retirada de Mariano Rajoy como cabeza de cartel de los populares. «Si hay otro candidato, cambia todo», asegura con la mente puesta en un posible acuerdo de gobierno. Pero si el pacto de legislatura, en el que indefectiblemente deberían entrar los socialistas, nunca llega a cerrarse, puede que la continuidad de Rajoy aporte a Rivera oxígeno y argumentos para explotar su potencial en unas hipotéticas elecciones. De ello alertan, al menos, las voces anónimas del PP.

«Ha llegado el momento de que el presidente dé un paso atrás», reiteraba esta misma semana un cargo medio popular convencido de que a su partido sólo le queda «una bala» en la recámara: la renovación. Muchos de los dirigentes que hace tan sólo un año miraban, con envidia mal disimulada, el proyecto de Ciudadanos advierten de que el partido centrista puede llegar a representar para el electorado el nuevo PP. Sin lastres, sin deudas.

La reacción, tantas veces dubitativa, ante la corrupción, los recortes económicos aplicados por el Gobierno, la escasez de pericia en el manejo de la comunicación y la política, la descoordinación entre el Ejecutivo y el PP, o incluso la ausencia de «piel» en la gestión, como asumía la cúpula en 2015, son algunos de los factores que llevan a multitud de fuentes populares a concluir que a día de hoy el liderazgo de Rajoy se ha revelado extremadamente endeble. «Nuestro peor activo sigue siendo el candidato», asume un alto cargo de la formación.

En el PP prácticamente nadie esgrime que el presidente tenga que marcharse por falta de honorabilidad, o porque su tarea en la Moncloa no merezca reconocimiento. Pero el «clamor silencioso» del que hablaba el miércoles pasado el expresidente de Murcia, Alberto Garre, apunta a que el proyecto de Rajoy está agotado y a que su tiempo pasó, para algunos incluso antes de las elecciones generales.

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El resultado electoral de los comicios autonómicos de 2015 fue revelador para muchos dirigentes territoriales que se vieron desbancados del poder. Las urnas, en la terminología del expresidente José María Aznar, habían dado para entonces tres «avisos» al PP. Las elecciones europeas, las andaluzas y las regionales se transformaron en señales de que algo iba mal en un partido que exhibía mayoría absoluta en el Gobierno de la Nación y perdía fuelle en cada convocatoria.

Resultó que quienes pronosticaron entonces, sin mucho crédito, que Rajoy se quedaría en los 120 escaños el 20 de diciembre no se equivocaron. Y a 12 de marzo, temen que los 123 diputados obtenidos no representen el suelo electoral del PP. Pocos se atreven, sin embargo, a expresar en público su opinión y, menos aún, a plantear en los órganos de dirección un cambio de caballo.

Minoría ruidosa

El más osado entre los dirigentes del partido fue Juan Vicente Herrera tras los comicios de mayo del año pasado. Siendo uno de los barones con más ascendencia en el PP, el presidente de Castilla y León llegó a sugerir una reflexión al líder antes de repetir como candidato. «Le diría al presidente 'mírate al espejo'», aventuró. Pese al revuelo y a haber puesto voz a una postura generalizada, nadie siguió su camino.

A día de hoy se ha instalado en la formación la conclusión de que sólo aquellos que no tienen ya nada que perder, y que muchas veces pertenecen al círculo de los 'aznaristas', claman en público por la renovación integral y la actualización del discurso, los programas, y las formas de hacer política. Por redefinir y reforzar el sostén ideológico del partido. El propio expresidente reapareció en el Comité Ejecutivo convocado el día después de las elecciones del 20-D para reclamar un congreso abierto del que nazca un PP que recupere el centro-derecha. Es el mismo planteamiento que defienden algunas bases de la formación integradas en el grupo de pensamiento conservador Red Floridablanca.

Esperanza Aguirre, Alberto Garre o el histórico del partido, Jaime Ignacio del Burgo, son otros de los populares que han insinuado o pedido el «paso atrás» de Rajoy. Pero en la dirección relativizan la importancia de todos ellos y piden distinguir entre dirigentes de peso y voces aisladas. La ministra de Agricultura, Isabel Tejerina, recordaba esta semana que son críticas «tremendamente minoritarias».

Pese a la marea interna, la realidad no desmentirá desde luego a la cúpula del PP y el Gobierno. Probablemente nunca llegue a existir un movimiento orquestado que desbanque al presidente del partido. Mientras unos defienden la «lealtad» al líder, otros mantienen que la cultura interna de la formación no facilita revoluciones y advierten de que en este momento político turbulento la rebeldía, que es como lo entienden, sólo les hundiría más.

Todo sigue estando, por lo tanto, en manos del presidente, y en su entorno creen que espera el momento idóneo para facilitar la transición del PP, aunque sospechan que ese tiempo no llegará antes de las elecciones generales, si es que se convocan para el 26 de junio. «Estoy seguro, aunque a mí no me lo planteen, que hay gente en ello», respondió Rajoy el pasado 25 de febrero preguntado por quienes piden su relevo como candidato. Quienes están «en ello» detectan, además, que hay cantera para la sucesión. Pero en la cantera, los protagonistas cruzan los dedos por no seguir apareciendo en las quinielas y acabar quemados y sin opciones.

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