Razones para un euro estable
El mercado confiaba en que éste fuera el primer año en que viésemos la primera subida de tipos de interés[…]
El mercado confiaba en que éste fuera el primer año en que viésemos la primera subida de tipos de interés en la zona euro desde 2011. Sin embargo, la reunión del Banco Central Europeo de principios de marzo supuso un jarro de agua fría. Sus previsiones de crecimiento para el bloque de países de la moneda única se situaron en el 1.1% interanual para 2019, desde el 1,7% anterior, lo que marca el ritmo más lento de expansión de la zona euro en un año desde 2013.
En este contexto, la posibilidad de ver remontar la inflación al objetivo de "cerca pero por debajo" del 2% en un plazo corto parece impensable, máxime cuando en poco menos de tres meses el BCE ha pasado de prever una subida del 1,6% para el conjunto del año a situarla en un exiguo 1,2%. Si nos fijamos en la inflación subyacente, que no toma en cuenta los componentes más volátiles de este indicador, se ha situado en el 0,8 % en marzo, abundando en lo que ha sido su marca durante los últimos cinco años.
Con este panorama, el BCE se ha visto en la necesidad de inyectar nuevos estímulos adicionales: una nueva ronda de TLTRO (Operaciones de Refinanciación a Largo Plazo) destinadas a aumentar la actividad e impulsar la confianza en la economía del bloque. Si bien los detalles precisos del programa, que contempla una emisión de préstamos a largo plazo a bancos europeos, no han sido anunciados aún, lo que sí parece claro es que las medidas comenzarán en septiembre de 2019 y se extenderán hasta marzo de 2021, cada una con un vencimiento de dos años.
¿Acaso el BCE está anticipando con sus medidas que estamos a la puerta de un periodo recesivo? Sinceramente, no lo parece. Es cierto que el crecimiento general se desaceleró hasta casi detenerse en la segunda mitad de 2018 (la economía de la zona euro cosechó crecimientos del 0,1% en el tercer trimestre y del 0,2% en el cuarto trimestre), pero el desglose de este dato sugiere que la reciente desaceleración podría ser temporal.
Casi la totalidad de la debilidad en el cuarto trimestre fue debida a una disminución de 0,4% en los inventarios, mientras que la mayoría de los otros componentes registraron un crecimiento decente. El aumento en el PMI compuesto de febrero proporciona razones para ser tentativamente optimistas. El índice registró un mínimo de más de cinco años, situándose en 51,9 puntos, pero aún cómodamente situado en territorio expansivo.
A la vista de estos datos, y tras escuchar al presidente Draghi en su última comparecencia, cabe pensar que el BCE mantendrá su política estable este año y, posiblemente, hasta el 2020. Un cambio de estrategia requeriría ver primero signos significativos de una tendencia alcista tanto en la inflación subyacente como en el PMI de actividad. Y estos objetivos, sinceramente, parecen aún lejanos.
De manera que, a medio plazo, lo que se aprecia es una posición de "esperar y ver" a lo largo de 2019 por parte del BCE y de su homólogo al otro lado del Atlántico. Ello nos lleva a una previsión de estabilidad en el cruce del euro con el dólar en un nivel cercado a 1.15, aunque con posibilidad de que la moneda común repunte levemente a medida que se acerque ese horizonte temporal en que, hipotéticamente, veríamos la primera subida de tipos en la zona euro. Pero hasta entonces pueden pasar muchas cosas.
Enrique Díaz-Alvarez es director de Riesgos de Ebury