La IA rompe los modelos y se convierte en una fuerza macro sistémica

La IA ha dejado de ser un fenómeno tecnológico para convertirse en una fuerza macro sistémica que transforma el crecimiento, los precios y los flujos globales, afirma el Instituto de Finanzas Internacionales

Durante años, la inteligencia artificial (IA) fue analizada como un fenómeno sectorial, una palanca tecnológica vinculada a la productividad, a la inversión en equipos informáticos o al auge de las grandes plataformas digitales.

Sin embargo, 2025 ha marcado el punto de inflexión definitivo. La IA ya no es una tendencia ni un segmento de la economía: es una fuerza macro sistémica, capaz de alterar precios, inversiones, cadenas de suministro, decisiones de política económica y hasta la medición misma del crecimiento, según un informe del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF)

El IIF reconoce que sus propios modelos y marcos analíticos han sido desbordados. “El impacto de la IA no era sectorial, sino estructural y transversal”, admite el documento.

Lo que inicialmente se interpretaba como un impulso acotado a industrias tecnológicas se ha revelado como un cambio de régimen, cuya profundidad y velocidad han obligado a rediseñar la arquitectura analítica tradicional.

EEUU, cada vez más ligado a la IA

Una de las señales más contundentes llega desde Estados Unidos. El gráfico del IIF sobre el PIB real estadounidense muestra cómo el crecimiento reciente se ha vuelto “estrecho" y correlacionado con la IA: buena parte del dinamismo económico procede de la inversión en software, equipamiento informático y activos relacionados directamente con el despliegue de modelos avanzados de entrenamiento y procesamiento de datos.

Esto implica dos desvíos estadísticos respecto al patrón histórico, lo que a su vez genera otras implicaciones.

  1. El crecimiento está cada vez más concentrado: sin la inversión vinculada a la IA, el PIB habría mostrado tasas sensiblemente más bajas.
  2. Las señales cíclicas se distorsionan: el auge inversor en tecnología oculta cierta debilidad en la economía subyacente, complicando la interpretación por parte de bancos centrales y analistas.

Según el IIF, este fenómeno fue uno de los mayores “puntos ciegos” de su marco de previsión en 2025. La magnitud del impulso tecnológico superó cualquier referencia histórica y mostró que la IA actúa ya como un mecanismo macro estabilizador en algunos casos y desestabilizador en otros, dependiendo de la intensidad de adopción por sectores y regiones.

Relación entre la IA y el PIB de EEUU

Un fenómeno sin fronteras sectoriales

El informe subraya que la IA no solo afecta a la productividad o al capital tecnológico, sino al conjunto de la economía real. A lo largo de 2025, el IIF detectó impactos en:

  • Cadenas de suministro, donde empresas reorganizaron operaciones para integrar automatización y análisis predictivo.
  • Decisiones de precios, con firmas que usan modelos generativos para ajustar márgenes casi en tiempo real.
  • Asignación laboral, acelerando la divergencia entre estados y regiones, como evidencia la creciente fragmentación del mercado laboral de EE. UU. IFM informe 2025.
  • Flujos de inversión internacional, desplazándose hacia países con mayor “profundidad digital”.

La IA opera, por tanto, como un vector que interconecta otros grandes protagonistas de 2025: la política arancelaria, las tensiones cambiarias o la resiliencia de los mercados emergentes. No es un fenómeno aislado, sino un sistema dentro del sistema, capaz de modificar el comportamiento de todos los demás.

Nuevo marco global con la IA

Ante la evidencia de que la IA superaba cualquier tratamiento convencional, el IIF decidió crear una nueva plataforma de seguimiento llamada Global Disruption Monitor. Su función es estudiar cómo la inteligencia artificial, las tecnologías emergentes y la digitalización profunda interactúan con tres dimensiones clave:

  1. Mercados emergentes, cada vez más diferenciados por su capacidad para absorber y desarrollar tecnología.
  2. Flujos de capital, donde el IIF detecta un creciente sesgo hacia activos vinculados a economías digitalizadas.
  3. Competitividad estructural, entendida como la capacidad de las regiones para insertarse en una economía global donde los costes, la productividad y el crecimiento dependen crecientemente de la IA.

El reconocimiento explícito de que el marco previo del IIF ya no era suficiente es, en sí mismo, un indicador de la magnitud del cambio. La IA obliga a las instituciones globales a medir de nuevo aquello que creían conocer.

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