El papel de los bancos centrales y los tipos de interés explicado de manera sencilla

Con su política monetaria, los bancos centrales influyen en el tipo de interés y la liquidez del sistema para buscar la estabilidad de los precios y, en última instancia, de la economía y el sistema financiero.

La estabilidad en los precios es comúnmente aceptada como un elemento primordial para el funcionamiento adecuado de la economía. Por ello, el principal objetivo de la política monetaria es alcanzar dicha estabilidad.

De eso se encargan los bancos centrales a través de la acción o inacción deliberada de determinadas operaciones que les permiten modificar la cantidad, la disponibilidad o el coste del dinero en la economía, que no es otro que el tipo de interés.

Instrumentación y transmisión de la política monetaria

Los bancos centrales instrumentan su política monetaria influyendo en el tipo de interés (generalmente a corto plazo) y la liquidez del sistema. Para ello disponen de diferentes instrumentos, entre los que destaca la oferta de créditos y depósitos al sector bancario.

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Por un lado, conceden a los bancos créditos (o financiación) a muy corto plazo, cobrándoles un determinado tipo de interés. A su vez, les ofrecen también depósitos en los que invertir sus excedentes, remunerando estos a una tasa determinada.

Cuando la intención del banco central sea inyectar liquidez en el sistema financiero, buscará incrementar el volumen de créditos concedidos a la banca, para lo que reducirá el tipo de interés cobrado (es decir, abaratará el coste del crédito o del dinero).

Por el contrario, cuando su intención sea drenar liquidez del sistema financiero, buscará aumentar el volumen de depósitos de los bancos en el banco central, elevando la tasa de interés con la que los remunera, para así reducir el excedente de liquidez del sistema bancario y evitar que este se traslade a la sociedad.

El objetivo de los bancos centrales no es obtener beneficios en sus operaciones sino conseguir la estabilidad de los precios y, en última instancia, de la economía y del sistema financiero. Al igual que los bancos comerciales, los bancos centrales ofrecen a los depósitos que remuneran un tipo de interés diferente (más bajo) al que cobran por los créditos que dan.

Por ejemplo, el 22 de marzo de 2023, los tipos oficiales del Banco Central Europeo (BCE) se fijaron como sigue:

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  • Para financiación (crédito) a una semana en el 3,50 por ciento (este es el tipo que mayormente se conoce como tipo oficial del dinero).
  • Para financiación a un día, en el 3,75 por ciento.
  • Para depósitos a un día en el 3 por ciento.

Estos tipos de interés contrastan enormemente con los que el BCE fijó hace tan solo diez meses (el 27 de julio de 2022) en el 0,50 por ciento y 0,75 por ciento para financiación a una semana y un día respectivamente, y en el 0 pòr ciento para el depósito diario. Y si nos vamos más atrás en el tiempo (septiembre de 2019), el tipo oficial de los depósitos diarios en el BCE llegó a estar incluso en negativo: -0,50 por ciento.

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Estos tipos de interés, fijados por el BCE en sus operaciones de crédito y depósito y denominados tipos de interés oficiales, son muy relevantes en la economía porque, a partir de ellos, se forman los restantes tipos de interés.

El euríbor, que es el interés al que se prestan dinero a corto plazo los bancos entre ellos mismos, suele situarse muy cerca de los tipos de interés oficiales.

A su vez, los tipos de interés que cobran los bancos a sus clientes por los créditos están con frecuencia referenciados al euríbor.

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En función del riesgo que el banco perciba que tiene el cliente, sea este un hogar o una empresa, establecerá un diferencial mayor o menor sobre el euríbor (es lo que se llama prima de riesgo, que es uno de los componentes del tipo de interés).

También a mayor plazo de vencimiento del crédito, mayor diferencial impondrá el banco, ya que, debido a la incertidumbre sobre el futuro, mayor riesgo de impago hay.

Por el lado contrario, si el crédito tiene asociado un activo colateral que lo garantice (sería el caso de las hipotecas), menor será el diferencial por riesgo, pues en caso de impago el banco podrá cubrir este a través de la venta del activo colateral.

La financiación de las empresas

Las empresas, especialmente a partir de cierto tamaño, tienen una alternativa para financiarse –más allá de la solicitud de un crédito bancario– que los hogares no tienen y es la posibilidad de emitir deuda en los mercados (pagarés, bonos, etc.).

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Pero, como los bancos, el tipo de interés que necesitan ofrecer (en función de su nivel de riesgo) para conseguir inversores que adquieran los títulos de deuda que emitan, debe tener relación con los restantes tipos de interés vigentes en ese momento en la economía. Por ello se habla de primas de riesgo con relación a la deuda soberana de referencia.

Por ejemplo, si una empresa tiene un riesgo elevado, debido al sector en el que opera o el nivel que ya tiene de deuda, y quiere emitir un bono a 10 años, deberá ofrecer un interés superior al que ofrecen los bonos del Estado de referencia a dicho plazo, ya que, de no ser así, los inversores preferirán adquirir estos últimos.

¿Cómo se establecen los tipos de interés de los bonos del Estado?

Como en cualquier mercado, su precio es, en gran parte, el resultado de la oferta y la demanda. Si un Estado necesita emitir deuda pero tiene un déficit elevado que financiar o un riesgo político alto, habrá poco interés en adquirirla, debido al riesgo percibido.

Por tanto, dicho Estado deberá emitir su deuda a un tipo de interés más alto para atraer a los inversores.

Por el contrario, si el riesgo de un país se considera bajo porque su déficit está controlado y disfruta de una gran seguridad jurídica, podrá ofrecer una tasa de interés inferior al emitir su deuda.

Este razonamiento, basado en el riesgo percibido, explica las diferentes tasas de interés que observamos en la deuda soberana emitida por distintos países, así como en la deuda corporativa.

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Los bancos centrales también pueden ejercer influencia en los tipos de interés de la deuda publica a través de uno de los instrumentos de política monetaria de los que disponen: la compraventa de deuda pública en los mercados.

Cuando quieren reducir las tasas de interés de la deuda emitida por los países, compran deuda de estos. Al contribuir a incrementar la demanda, no es necesaria una remuneración tan alta y el tipo de interés cae.

En cambio, cuando quieren elevar las tasas de interés de la deuda, la venden. La oferta de un mayor volumen de deuda en el mercado hace que deba hacerse a un tipo de interés más elevado para acaparar el interés de un mayor numero de inversores.

Como puede observarse, el impacto de las variaciones de la demanda y la oferta de deuda sobre el tipo de interés es inverso.

Si la demanda de deuda aumenta, su tipo de interés se reduce al haber más interés por adquirirla; si la oferta de deuda se incrementa, su tipo de interés bajará para atraer más compradores.

Así pues, a través de los dos mecanismos comentados, operaciones de crédito o depósito a corto plazo y compraventa de deuda pública, se produce la transmisión de la política monetaria orquestada por los bancos centrales al conjunto de los mercados, influyendo en el nivel de las tasas de interés.

¿Cómo influye el tipo de interés en la inflación?

La inflación, o nivel general de precios, es consecuencia del equilibrio entre la oferta y la demanda de bienes y servicios. Si la demanda crece y la oferta permanece invariable, los precios suben.

Si la oferta se ve reducida por cualquier razón y la demanda permanece constante, los precios suben también.

Cuando los tipos de interés están bajos se potencia el crédito y, por tanto, la demanda de consumo, a la vez que el ahorro resulta menos interesante porque no se remunera.

Por el contrario, cuando los tipos de interés están en niveles elevados, el crédito sale más caro, lo que desincentiva la demanda e incentiva el ahorro, al estar mejor remunerado.

Este es el mecanismo a través del que los tipos de interés impactan en los precios, influyendo en la demanda de bienes y servicios.

Es cierto que la inflación que se está experimentando en Europa desde finales de 2021 es, en gran parte, una inflación ocasionada por restricciones en la oferta provocadas por la política china de covid 0, que ha paralizado su producción, y la invasión rusa a Ucrania, que está generando una guerra geoestratégica con repercusiones en la oferta y en los precios de las materias primas y energéticas.

Pero también es cierto que entre 2009 y 2021 los tipos de interés se situaron en torno al 1 por ciento, llegando a ser incluso negativos en el periodo 2016-2021, como consecuencia de una política monetaria expansiva que buscaba fomentar el consumo para paliar los efectos de la crisis financiera primero y de la pandemia –de efectos económicos descomunales– después.

Las altas tasas de inflación registradas en la eurozona en 2021 y 2022 (5 por ciento y 9,2 por ciento respectivamente, medidas por el IPCA o IPC armonizado), y que continúan en 2023, hicieron saltar las alarmas. Inició entonces un cambio radical en la política monetaria del BCE, que trata ahora de al menos no alimentar los procesos inflacionistas por el lado de la demanda.

Los efectos de la subida de tipos

La subida de la tasa de interés oficial del dinero (que a través de los mecanismos ya discutidos se traslada al mercado) frenará la inversión de las empresas en activos productivos debido al encarecimiento de los créditos.

Esto, a su vez, generará una disminución en la demanda de materias primas y energéticas, ayudando a la contención de sus precios.

Ciertamente, esta menor inversión tendrá repercusiones en la generación de puestos de trabajo, lo que reducirá el consumo de las familias, que también se verá desincentivado por el incremento del coste de los créditos.

Todo ello, en conjunto, contribuirá a frenar la escalada de precios, a costa de ralentizar el crecimiento económico y la creación de empleo.

Y los tipos de interés, ¿volverán a bajar o seguirán subiendo?

Parece razonable esperar variaciones en los tipos de interés oficiales dependiendo del contexto económico. No obstante, también resulta coherente que estos se muevan en torno a cierto rango y que solo ante coyunturas muy adversas, y de forma temporal, se salgan de él.

Esto es así porque, en última instancia, los tipos de interés oficiales, establecidos por las autoridades monetarias, suponen una intervención en el funcionamiento del libre mercado regulado por la oferta y la demanda.

Por supuesto, dicha intervención está justificada para corregir los fallos del mercado y conseguir un equilibrio más eficiente que maximice el bienestar social.

Para delimitar ese rango adecuado, debemos pensar que el tipo de interés es el precio de equilibrio entre la demanda y la oferta de dinero.

Un préstamo de dinero debe tener un precio (el interés que el prestamista recibe) que debe compensarle por tres conceptos:

  1. El coste de oportunidad por prestar ese dinero, ya que mientras lo presta no puede usarlo.
  2. El coste de la inflación, ya que esperará que la capacidad adquisitiva de ese dinero, cuando se lo devuelvan, sea al menos la misma que cuando lo presta.
  3. El coste por el riesgo asumido, pues el hecho de prestarlo hace que pueda que no se lo devuelvan. Por ello, a mayor riesgo percibido en el prestatario, mayor prima de riesgo en el tipo de interés.

En un mercado donde se intercambia un bien con un valor, el precio de dicho bien rara vez será cero. Y esto es lo que ha pasado en el mercado del dinero en la última década: el precio del dinero ha sido cero, o incluso negativo, debido (en parte) al contexto de baja inflación del que ha disfrutado Europa, pero también a la política monetaria expansiva, que hizo que el precio del dinero estuviera por debajo de su equilibrio natural.

Esto puede justificarse en un periodo corto y bajo unas circunstancias extremadamente adversas, pero no durante un periodo tan largo.

Por tanto, no parece probable que el tipo de interés vuelva a los niveles de la última década sino más bien que siga elevándose progresivamente o que, en el mejor de los casos (si se produce una reducción drástica de la inflación, algo que parece poco probable) se estabilice en torno a su nivel actual.

Debemos por tanto incorporar a nuestras expectativas, unas tasas de interés normalizadas más elevadas.

Un artículo de Laura Núñez, directora del Observatorio del Ahorro Familiar de Fundación IE y Fundación Mutualidad Abogacía y profesora de Finanzas, IE University Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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