'Brexit' es 'Brexit'

En un contexto de inminentes negociaciones comerciales, la primera ministra británica no enseña sus cartas. «Ha habido pocos debates sobre este asunto fundamental, algo preocupante»

Los legisladores del Partido Conservador británico, que se afanan por saber qué opina su nueva primera ministra, Theresa May, sobre el 'Brexit', o más bien sobre todo, ya le han encontrado un mote: Theresa Maybe [Theresa quizás]. Un apodo que podría complacer a los gobiernos chino y francés después de haberse quedado en espera durante varias semanas para saber si Reino Unido pretendía subscribir el contrato de 24.000 millones de dólares de la planta nuclear Hinkley Point de Somerset, que ambos países financian de forma conjunta. May, que en julio les sorprendía con el anuncio de un retraso, no daba ninguna pista sobre su opinión. Hace tan solo dos semanas, el gobierno francés asumió oficialmente que su silencio significaba que el acuerdo estaba roto. Más tarde, el 15 de septiembre, May daba luz verde. 

Asimismo, en el asunto más importante al que se enfrenta Reino Unido, la salida del país de la Unión Europea y su relación a partir de ahora, May apenas ha avanzado nada sobre sus prioridades, más allá de afirmar su deseo de contar con una política de inmigración más estricta. Ante toda pregunta tiene la misma respuesta: 'Brexit es Brexit', una sentencia que en parte refleja lo que su ministro para el 'Brexit' David Davis denominó «la negociación más compleja de todos los tiempos». No obstante, es también reflejo de la forma de tomar decisiones de May. «Es mi modus operandi», decía a los periodistas de camino a China a principios de septiembre. «No me limito a aparecer y decir: «Ya he tomado una decisión», sino que estudio las circunstancias, me asesoro, para después analizarlo todo y tomar una decisión».
El congreso del Partido Conservador que hizo primera ministra a May fue más corto de lo previsto y arrojó poca luz sobre su persona. Según el calendario inicial, el nombre del ganador no iba a conocerse hasta septiembre. Pero en medio del caos que siguió al referéndum del 23 de junio en Reino Unido para abandonar la Unión Europea, May se limitó a ganar viendo derrumbarse a los demás candidatos. Se enteró de que iba a ser la nueva primera ministra una hora después de finalizar el primero de lo que iba a ser una serie de discursos para presentarse ante el país. Los diputados conservadores se alegraron de tener mayor seguridad sobre sus vacaciones de verano, además de contar con una primera ministra seria, pero desde ese momento muchos de ellos se han percatado de que no conocen los planes que tiene para el país. En concreto, ¿hasta qué punto pretende distanciarse de la UE?, ¿tratará de acceder al mercado único?, ¿qué está dispuesta a sacrificar para conseguirlo? 

Crecen las sospechas.

Los conservadores más decididos a alejarse lo más posible de la UE tienen motivos para tener sospechas de May. Ha nombrado a tres defensores de abandonar la UE para tres puestos de responsabilidad: Davis para supervisar el 'Brexit', Boris Johnson como ministro de Asuntos Exteriores y Liam Fox como ministro de Comercio, pero durante la campaña sobre el referéndum, May se posicionó en el lado de los defensores de la permanencia y, desde entonces, ha hablado de garantizar que el 'Brexit' no dañe a los exportadores británicos. La principal preocupación es que Reino Unido no podrá negociar un nuevo tratado de libre comercio antes de salir de la UE, por lo que su actividad comercial pasaría automáticamente a estar regulada por la Organización Mundial del Comercio, lo que supondría un aumento de los aranceles para los fabricantes británicos que venden sus productos en la Unión Europea, así como la total interrupción de actividad de bancos y otros proveedores de servicios. 

Con anterioridad al referéndum, la Hacienda británica se refería a esa posibilidad como «escenario de shock», pues estimaba que podría causar unas pérdidas del 7,5 por ciento de la producción económica en 15 años y de 800.000 puestos de trabajo en seis años. Reino Unido podría bajar sus impuestos sobre productos europeos hasta cero con la esperanza de que otros países siguieran sus pasos, pero la normativa de la OMC exige que después se haga lo mismo con otros miembros de la OMC, lo cual reduciría la capacidad de Reino Unido de negociar sus acuerdos en otros países. Carsten Nickel, analista de Tenro Intelligence, afirma en Bruselas que «ha habido pocos debates sobre este asunto fundamental, algo preocupante». 

Ese riesgo está haciendo que aumenten las voces que piden a May que trate de firmar un acuerdo a corto plazo, similar, por ejemplo, al pacto comercial de Noruega, para proteger la economía y ganar tiempo para poder conseguir otro más estable. «Reino Unido podría conseguir de forma bastante rápida salir de la UE», afirma Stephen Adams, socio de Global Counsel en Londres y antiguo asesor de la Comisión Europea. «La pregunta es la rapidez con la que podría reemplazar su statu quo en términos de comercio transfronterizo con un nuevo marco». Fueron necesarios siete años para que la UE negociara uno con Canadá, que todavía no se ha ratificado. A Groenlandia le llevó tres años abandonar la UE a principios de 1980, y la mayor parte de sus conversaciones giraron en torno a derechos de pesca.
Con anterioridad a convertirse en ministro de Hacienda, Philip Hammond afirmaba que iniciar el proceso del 'Brexit' y dar forma a un nuevo acuerdo comercial podría llevar seis años, tiempo con el que May parece no contar.

Dos años para salir 

Todo parece indicar que el proceso del 'Brexit' comenzará en 2017, momento tras el cual Reino Unido tendrá dos años para abandonar la UE. Los que trabajaron con May cuando era diputada afirman que no es la clase de persona que toma decisiones difíciles de forma precipitada ni se deja influir por su propio partido. Nick Clegg, anterior viceprimer ministro, que llevó a los demócrata-liberales a una coalición con los conservadores en 2010, pasó cinco años en el gobierno con May. Clegg afirma que trataba directamente con Cameron y no con los ministros conservadores. La única excepción era May, porque la dirección del partido no conseguía que siguiera sus órdenes. «Cada dos semanas nos reuníamos y trabajábamos en muchos asuntos para después irlos afinando. Le aseguro que fue un trabajo duro», afirma Clegg. «Pero cuando habíamos alcanzado un acuerdo, era inamovible para ella».

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