Reino Unido vota conmovido por el terror

«¿Estás bromeando? Otra vez, no, por Dios. De verdad, no puedo aguantar esto. Hay demasiada política en este momento. ¿Por[…]

«¿Estás bromeando? Otra vez, no, por Dios. De verdad, no puedo aguantar esto. Hay demasiada política en este momento. ¿Por qué tiene que hacerlo?». La respuesta de Brenda, una jubilada de Bristol, a un corresponsal de la BBC tras la convocatoria de elecciones por Theresa May el 19 de abril resumió un sentimiento extendido entre los británicos. Per, sin embargo, la participación ha aumentado desde 2001.

Los últimos comicios generales de 2015 se celebraron seis meses y medio después del referéndum sobre la independencia de Escocia, que generó gran interés en todo el país. Las ganó David Cameron, con el 66% de participación, y dieron a los conservadores la primera mayoría parlamentaria desde 1992.

Menos de un año después, se celebró el referéndum europeo. La participación fue del 72.2%, una cifra baja si se compara con la que se dio en elecciones desde 1945, pero la suma de dos consultas constitucionales y de dos comicios nacionales desde 2014 son un balance que niega el lema de lanzamiento de la campaña de Theresa May, «fuerte y estable». El Partido Conservador británico no ha ofrecido continuidad en los últimos años.

La fuerza de May era una promesa y una ambición, porque explicó que la razón de la convocatoria anticipada se debía a la debilidad de su mayoría parlamentaria de diecisiete escaños para negociar el 'brexit'. Temía que el resultado final fuese paralizado en las dos cámaras, la de los Comunes, que se eligen hoy, y la de los Lores designados.

May se desdijo de su insistente rechazo a convocar a los votantes en nombre de la estabilidad para preparar la negociación con la UE porque los sondeos auguraban una victoria aplastante a los conservadores. Solo en 1983, el Partido Laborista había tenido un líder tan izquierdista como Jeremy Corbyn. Y en aquellos comicios Margaret Thatcher arrasó a Michael Foot.

Corbyn fue elegido en el verano de 2015 por la caridad política de unos cuantos parlamentarios laboristas que le prestaron su voto -aunque no compartieran sus ideas- para llegar al umbral necesario para presentarse y por un cambio en el sistema de elección, que dio por primera vez el voto a miembros y simpatizantes del partido. Era un rival idóneo para los conservadores.

Momento trascendental

Con una muy larga trayectoria en el Parlamento dedicado al apoyo de causas minoritarias y rebelde desde su escaño contra sucesivas direcciones del partido, Corbyn presenta a sus 68 años una personalidad poco fiable para hacerse cargo ahora de la administración de un Estado en un momento de enorme trascendencia económica y política.

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Su rápida adopción del 'brexit' como inevitable tras su victoria (52% contra 48%) en el referéndum evitaba además a May una repetición de la fractura europea. El nuevo laborismo de Corbyn aboga un 'brexit' con mantenimiento del acceso al mercado común. De esa manera posterga la confrontación al momento del acuerdo, en el otoño de 2018, e impide una alianza pro-UE con otros partidos.

Las elecciones obligan a presentar programas electorales y el reto de Theresa May y de su pequeño grupo de colaboradores era ofrecer su visión del futuro Reino Unido, una vez purgado el legado y las personalidades del tiempo 'cameroniano'. La inclusión de una reforma de la financiación de la asistencia social de larga duración a enfermos seniles causó destrozos en la reputación de la primera ministra. La idea de que el valor de la vivienda de la persona enferma forme parte de los activos utilizados para pagar la asistencia -ahora solo se cuentan rentas, ahorros e inversiones- provocó un amplio rechazo y la inmediata rectificación de May, que anuló el compromiso. Pero los sondeos ya registraban un recorte de su ventaja en la intención de voto.

Los británicos eligen hoy entre una promesa de regresar a una socialdemocracia clásica, anterior a Tony Blair, que contempla nacionalizaciones, aumento de impuestos a los más ricos y a las empresas y aumento del gasto social, y el conservadurismo compasivo y difuso de May, que rectifica, como ya hizo en su último Presupuesto, cuando las clases medias son afectadas y se enojan.

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Los estrategas tories querían regresar a la necesidad de liderazgo ante el 'brexit' cuando un terrorista suicida perpetró una matanza en un concierto para niños y jóvenes en Mánchester. La campaña se suspendió y en su reinicio derivó hacia las políticas de seguridad. No se había apagado aún ese debate público cuando llegó el nuevo atentado terrorista en Londres.

Si los reproches a Corbyn sobre sus simpatías por el IRA no habían hecho mella hasta entonces el ascenso laborista, en los últimos días una campaña convocada por el 'brexit' se ha agriado con críticas laboristas a May sobre sus recortes en las fuerzas de seguridad y con la líder conservadora prometiendo diversas medidas, con bajo nivel de concreción, para endurecer la política antiterrorista.

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