Operación rescate para los planes de pensiones

 Aumentar la liquidez de los planes de pensiones, como pretende el Gobierno (que los parados de larga duración puedan rescatarlos[…]

 
Aumentar la liquidez de los planes de pensiones, como pretende el Gobierno (que los parados de larga duración puedan rescatarlos a los seis meses de estar en desempleo, no a los doce meses, como hasta ahora), es una decisión acertada. Pero será insuficiente para frenar la sangría que sufren estos productos: las aportaciones al sistema individual descendieron un 18 por ciento en 2008.

 Los planes de pensiones parecen amenazados de extinción precisamente cuando es más evidente que nunca su importancia para el conjunto de la economía: por un lado, porque las pensiones públicas están inevitablemente destinadas a reducirse y necesitan un complemento privado; por otro, porque los planes de pensiones son un inversor institucional cuyo peso no debe reducirse, sino incrementarse. ¿Quién va a comprar las ingentes cantidades de deuda pública que necesitan emitir los estados para combatir la crisis? ¿Quién tiene capacidad para invertir a largo plazo en bolsa? Si no hay grandes planes de pensiones capaces de hacerlo, que alguien me explique cómo se va a canalizar hacia los mercados la única fuente de ahorro que aún no se ha secado, la de las familias.

Por todo ello, urge tomar medidas para resucitar a estos productos. Bien está elevar su liquidez, pero no olvidemos que, en cierto modo, esto va contra el fin básico de los planes: que los ciudadanos ahorren a largo plazo. Por tanto, no debe ser ésta la única reforma. Poco se van a estimular las aportaciones con el simple reclamo de que el dinero será más fácil de rescatar. Hay que actuar sobre los dos factores que realmente más inciden sobre el producto: las comisiones y la fiscalidad.

Que la comisión habitual de los planes de pensiones sea del 2 o del 2,5 por ciento no es defendible. Máxime, cuando están básicamente invertidos en una renta fija, lo que, por lo demás, no ha evitado que la rentabilidad media del sistema individual fuera el año pasado de un !menos 6,44 por ciento! Se impone fijar una comisión de éxito: si durante muchos años un inversor deja su dinero cautivo en un plan, lo lógico es que el gestor gane sólo si gana también el partícipe. De lo contrario, parece que los planes están pensados para construir una pensión para el partícipe... sino para el gestor.

En la fiscalidad de los planes, no estaría mal devolverle las antiguas ventajas tributarias cuando se recupera el dinero en forma de capital. Pero habría que ir algo más allá. ¿Por qué tributar por todo el dinero y no sólo por las plusvalías, como en el resto de productos financieros? Cierto que ya hemos tenido una ventaja fiscal al deducirnos las aportaciones, pero, ¿cuál es el objetivo fundamental de este producto? Desde luego, no es recaudar impuestos. Los planes de pensiones pretenden básicamente que los ciudadanos consigan un complemento privado a sus pensiones públicas. Algo más importante aún en estos tiempos, cuando la crisis no sólo ha mermado los patrimonios de los ahorradores, sino que, además, pone más en riesgo la viabilidad futura del sistema estatal de pensiones.

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