Valencia: Las Fallas, en cinco actos

Cinco porque menos no bastan para hablar de unas fiestas exuberantes hasta el exceso, con días pletóricos de luz y color, ruido, sabores, viejas y nuevas tradiciones... Con toda la ciudad volcada en superarse, cada año son más espectaculares.

Dejémoslo claro: las Fallas son una excusa para el fuego. Y el fuego, una excusa para reconquistar la calle tras la oscuridad del invierno y celebrar que con la primavera vuelve la luz del Mediterráneo. La alegría valenciana alcanza su apogeo del 15 al 19 de marzo, por San José, y encuentra en la pólvora -compendio de fuego y ruido atronador- el aliado perfecto que consume todos los males. Eso son las Fallas.

1.- LOS PREPARATIVOS

En una semana frenética se consume el trabajo de muchos meses. En el andamiaje de las Fallas hay más de lo que se ve.

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Igual que un armazón sostiene las figuras, son los falleros quienes soportan todo el entramado de las fiestas. Agrupados en 400 comisiones falleras, coordinadas todas por una Junta Central, montan y financian la mayoría de los actos: la contratación y colocación de las fallas, los espectáculos pirotécnicos, los desfi les, la música... Sin ellos no habría fiesta. Tampoco la habría sin el monumento fallero, una viñeta en tres dimensiones condenada a morir en el fuego. Ahora la construyen profesionales, los artesanos falleros, pero antes lo hacían los propios vecinos. 

La tradición nació con los carpinteros, que el día de su patrón, San José, quemaban en la calle los restos de madera acumulados durante el invierno. Con el tiempo, los listones y recortes se convirtieron en percha para ropas y caras, se añadieron carteles jocosos sobre cotilleos del barrio y comenzó el protagonismo del ninot. Esta evolución también se aprecia en los materiales: de la madera y la cera se pasó al poliestireno expandido, un material barato, ligero y dúctil que permite grandes y elaboradas creaciones de hasta 30 metros de altura. Son tan grandes que se construyen por partes durante varios meses y solo se montan en su ubicación final durante la plantà del día 16.

2.- LAS FALLERAS

Son las embajadoras de las fiestas. Elegidas entre decenas de candidatas. Para estas jóvenes no hay honor mayor.

Desde lo alto de las Torres Serranos, la fallera mayor invita a todo el mundo a disfrutar de las Fallas. La crida, el pregón que tiene lugar el último domingo de febrero, es el primer acto oficial de la fiesta y un momento de gran emoción en una agenda muy apretada, pues la fallera mayor acude a numerosos actos antes y durante las fiestas, como entregas de premios, mascletàs y, por supuesto, la cremà. A todos ellos debe ir ataviada con el vistoso traje de valenciana, basado en la ropa de fiesta de las hortelanas de los siglos XVIII y XIX. Zapatos forrados, medias caladas y bordadas, enaguas, ahuecador, falda de seda o algodón estampados, delantal bordado en hilo de oro o plata, corpiño y mantelina, a lo que se suma el aderezo que sujeta los rodetes del pelo, la llamada joia en el escote, los collares y pendientes... Todo un despliegue que puede salir por entre 2.000 y 12.000 euros. Este vestido es el que lucen las falleras durante las fiestas.

3.- LA MASCLETÀ

Es mucho más que ruido: en el fondo, este frenesí de explosiones marca el ritmo al que late el corazón de los falleros.

Cuando se enciende la primera mecha, se desata entre la multitud la locura y la energía acumulada. Primero despacio, de petardo en petardo; luego la frecuencia se acelera, el volumen crece y se transforma en una vibración que sube por los pies y entra por la boca y los oídos, confluye en el corazón y lo deja resonando durante todo el día. Pero una mascletà es indescriptible, hay que vivirla. Ocasiones no faltan durante las Fallas. Del 1 al 19 de marzo se dispara una en la plaza del Ayuntamiento a las dos de la tarde, y durante los días de fiesta le siguen otras menores organizadas por las comisiones en los barrios. El estruendo de los petardos es solo la mitad de la banda sonora de las Fallas. La otra mitad es el sonido de los pasacalles y las bandas de música. Al caer la tarde toman el relevo las verbenas y bailes. Pólvora y música se unen en la despertà, un desfile que recorre los barrios al salir el sol, disparando petardos al compás de los pasodobles para despertar a los vecinos y llamarlos a seguir la fiesta.  

4.- LA OFRENDA FLORAL

Pese a ser una tradición con menos de un siglo, el desfile para vestir de flores a la Virgen se ha convertido en un clásico.

Nació a mediados de los años 40, cuando una fallera mayor decidió llevar su ramo a la Virgen de los Desamparados, la patrona de la ciudad. Al año siguiente su comisión fallera repitió el acto, al que con el paso de los años se han ido sumando otras comisiones. En la actualidad son más de cien mil las falleras que desfilan durante los días 17 y 18 con un ramo o una cestilla camino de la basílica. Con las casi 25 toneladas de flores que se recogen se teje el manto de la imagen de la Virgen y el Niño, colocada en lo alto de una estructura de madera que se levanta para la ocasión y que se conserva durante tres días para que la pueda visitar todo el mundo. Es uno más de los muchos actos que llenan la agenda fallera. Otro es la cavalcada del ninot: cada comisión acompaña a la mejor figura de su falla en un desfile que recorre las calles de la ciudad hasta la Exposición del Ninot, donde los visitantes pueden votar su favorita. La figura más popular será el famoso ninot indultat, que se salvará del fuego y se unirá a los perdonados de años anteriores en el Museo Fallero, donde también se exponen fotografías de las mejores fallas y carteles de las fiestas.

5.- LA CREMÀ

 Colofón, razón de ser y esencia de las Fallas, todo conduce a este momento en el que el fuego se cobra tributo.

La chispa se enciende con la nit del foc, el último de los grandes castillos pirotécnicos que se disparan cada noche durante las Fallas, y que tiene lugar la noche del día 18. Cientos de miles de personas se congregan en el paseo de la Alameda para disfrutar de un fuego lanzado al asalto del cielo. Al día siguiente, San José, grupos de demonios atraviesan las calles corriendo, bailando y saltando entre petardos y fuegos artificiales. Es la cavalcada del foc, preludio de la nit de la cremà, en la que arden las casi 800 fallas plantadas por toda la ciudad. Primero lo hacen las infantiles. Los monumentos principales viven hasta la medianoche. La última en arder es la falla de la plaza del Ayuntamiento, y suele ser la fallera mayor quien enciende la mecha de la traca incendiaria con la que comienza el fin. Los espectadores siguen fascinados el progreso de las llamas y esperan a que el remate, la figura más alta del conjunto, se venga abajo. Los accidentes son poco frecuentes gracias a la experiencia de los bomberos, ángeles de la guarda entre unas llamas que pueden llegar a derretir el asfalto. Las hogueras se van consumiendo poco a poco y, cuando la última pavesa se extingue, falleros y visitantes empiezan a contar los días que faltan para que la pólvora se vuelva a adueñar de Valencia.

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