Orgía inmobiliaria en bolsa: ¿Hay alguien ahí?

No resulta razonable que una bolsa que, como la española, presume de ser la cuarta de Europa y la octava[…]

No resulta razonable que una bolsa que, como la española, presume de ser la cuarta de Europa y la octava mundial por volumen efectivo de contratación, sea el escaparate de forma periódica y al parecer inevitable de movimientos más propios de una república bananera.

Viene esto a cuento de las fuertes subidas, verticales y sin precedentes en algunos casos, que estos días experimentan las inmobiliarias cotizadas españolas. Se trata de un grupo heterogéneo de empresas por tamaño -sólo tres superan los 1.000 millones de euros de capitalización bursátil y otras no superan los 50 millones- pero con un denominador común: las están pasando algo más que canutas, asfixiadas por unos niveles de deuda insostenibles, y están inmersas en unos procesos de refinanciación en los que en algunos casos se juegan la supervivencia.

Que el precio de las acciones suba o baje mucho está en la propia esencia de las bolsas. A finales del año pasado, vimos a Wolkswagen subir un 147% en bolsa en un sólo día después de que Porsche se asegurará el control del 75% de su capital. Para eso está el mercado, para apostar fuerte o muy fuerte si es el caso. Pero otro asunto es que los avances o los descensos verticales estén directamente relacionados con un free float ridículo de los valores en cuestión. Y ese es el caso de las inmobiliarias. Lo más grave del caso es que el problema está más que localizado y que la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) lleva dos años presionando para que resuelva, bajo amenaza de exclusión de cotización.

Pero el impacto de la crisis del ladrillo es de tal calibre que ha impedido a las compañías aumentar el número de acciones que se negocian libremente en bolsa. Cuando era controlada por la familia Sanahuja, Metrovacesa incumplió sistemáticamente su compromiso -primero de elevar el free float al 25% y luego al 12%-, como Reyal Urbis, incapaz de colocar una sola acción en manos del accionista mayoritario. Si la CNMV se hubiera puesto dura, el sector inmobiliario español prácticamente habría sido barrido de la faz de la bolsa. Demasiado para unas compañías que ya tienen bastante con cubrir los gastos fijos de cada mes y que cotizan con unas caídas brutales respecto a medias de los últimos cinco años, en los han dado entrada a numerosos accionistas individuales e institucionales que están totalmente pillados.

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Esta bien abrir la mano porque la situación es desesperada. Pero otra cosa es que durante siete sesiones se haya producido una orgía alcista -y ayer también bajista- en el sector sin que nadie diga esta boca es mía. Ni el supervisor -que está evitando suspensiones de cotización que con toda seguridad también serían criticadas-, ni las propias compañías, que como en el caso de las dos empresas mencionadas han más que doblando su cotización en poco más de una semana.

Resultaría imprescindible recordar el riesgo brutal de entrar en valores tan estrechos de los que es tan difícil salir -sólo hay que recordar la pillada histórica en Metrovacesa en octubre de 2006- o movimientos tan brutales como los de la pasada primavera. Metrovacesa llegó a subir un 75% en dos días con medio millón de euros negociados. Y Reyal ganó un 100% en otros dos día con el mismo volumen, para desplomarse después.

Por tanto, nada nuevo bajo el sol. Hay precedentes, y muy peligrosos. Ya veremos las consecuencias de la locura alcista de estos últimos días cuando pinten bastos y la ausencia de papel impida realizar beneficios a más de un trader. La CNMV, tan impecable por ejemplo en el aviso a navegantes sobre el riesgo de las participaciones preferentes o en su día con la contabilidades de las propias inmobiliarias, debería mover ficha. A lo mejor a la vuelta de las vacaciones.

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