Obama fulmina a los hijos pródigos

¿Se acuerdan de la parábola del hijo pródigo? Si, es aquella del vástago pecador que vuelve con la cabeza gacha[…]

¿Se acuerdan de la parábola del hijo pródigo? Si, es aquella del vástago pecador que vuelve con la cabeza gacha a casa del padre rico esperando un castigo ejemplar, y en su lugar se encuentra con un fabuloso banquete y los mejores corderos sacrificados en su honor.  Pues algo parecido es lo que ha pasado con los bancos estadounidenses en el último año.

Culpables hasta la saciedad de la mayor crisis financiera que se recuerda desde la Gran Depresión, la pasada primavera debieron sentirse como el más querido de los hijos pródigos al ver como el padre -llámenle Obama- orquestaba un extraordinario rescate para celebrar la vuelta al redil. Pero los tiburones de Wall Street no entendieron aquello de las moralejas, y tal vez achispados por la inagotable barra libre que servía Bernanke, empezaron a lanzar en marzo poderosos globos sonda que anticipaban beneficios de doble dígito, bonus millonarios y la vuelta a los excesos. El problema es que Obama no es Jesucristo. Y como ha quedado demostrado, tampoco tiene la paciencia del Santo Job.

Ahora, el padre de los pródigos manirrotos promete mano dura a tutiplén porque no está dispuesto a que haya más banquetes. Y menos a pasar la factura al pueblo estadounidense, la otra extensa prole que tiene a su cargo. Quizás echando la vista atrás y recordando el lamentable apaño del 'mark to market', es posible pensar que el lobby financiero tenía todos los cabos muy bien atados en las esferas de la Casa Blanca y no se esperaba un palo de este calibre. Puede ser que el hijo pródigo se creyera con el derecho a devorar todo el orégano del monte sin tan siquiera molestarse en recogerlo. Una vez visto el doloroso entierro de Lehman ¿Cómo va a dejar el padre que haya un rosario de muertes en la familia? Sin embargo, lo que no estaba descontado es que el padre encontrara una solución intermedia para poner a todos en su sitio.

La auténtica realidad es que Obama, consciente de que el Estado podría ser en los próximos dos años prácticamente el único financiador de nuevas inversiones, estaba en un callejón sin salida. Y no ha tenido más remedio que liquidar los privilegios del hijo pródigo, siguiendo un orden natural. Primero hubo que abrir la mano y dar carrete a base de relajar la política monetaria. Luego hizo falta limpiar los activos tóxicos para llevar a cabo posteriormente la recapitalización de la banca. Y el siguiente paso ha sido regular las condiciones del crédito. Una vez que este fluya, Bernanke volverá a cerrar el ciclo drenando la ingente liquidez que ha inyectado en el sistema. Y si el plan sale bien, los hijos pródigos volverán al redil trabajando y con una gruesa cadena de treinta onzas bajo el cuello.

Todo estaba pensado de antemano. Quizás lo que no entraba en el guión es el intenso escrutinio que caerá sobre la ingeniería financiera, los fondos libres, los productos estructurados de nombres impronunciables y las prácticas de alto riesgo.  En definitiva, la vigilancia estrecha de la gallina de los huevos de oro. Quien más quien menos intuía que el padre no estaba contento con los hijos pródigos. Pero muy pocos imaginaban que iba a fulminar de raíz buena parte de sus privilegios.  

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