No me fío de los banqueros imprudentes

"El límite de velocidad para circular en esa autopista era de 120 y yo circulaba a 115... cierto, había nevado,[…]

"El límite de velocidad para circular en esa autopista era de 120 y yo circulaba a 115... cierto, había nevado, quizás podría haber placas de hielo, pero no había allí ningún policía de tráfico que me obligara a circular más despacio, reconozco que asumí un riesgo indebido, se me fue el coche y arrollé a otro automóvil que circulaba delante, no fui capaz de autorregularme, de decidir que debía circular más despacio..."

¿Se imaginan al responsable de un grave accidente reconociendo esto? Y quizás añadiendo: "Yo no superé el límite de velocidad, la culpa es del Gobierno por no regular que, cuando puede haber nieve o hielo en la calzada, el límite debe bajar automáticamente a menos de 50 por hora; y como no llevaba puesta la radio, no me enteré del pronóstico del tiempo hasta que fue demasiado tarde".

Es poco más o menos lo que están declarando los grandes banqueros americanos que estos días comparecen ante la Comisión de Investigación de la Crisis Financieras. Se han oído frases como "se racionalizaron inapropiadamente los riesgos" (supongan al conductor de antes diciendo: "No calcule bien el riesgo de ir a alta velocidad sobre nieve y hielo"), "no hemos podido autorregularnos" o "faltaba una supervisión adecuada" ("no había un policía de tráfico cerca"), "como industria hemos causado mucho daño" ("cierto, he arrollado un coche y han muerto sus ocupantes") o "no contemplábamos la posibilidad de que los precios de la vivienda dejaran de subir" ("aunque soy un experto conductor, ni siquiera estoy atento a los pronósticos o a las noticias del tiempo en pleno invierno, es más, ni siquiera pienso que el invierno puede llegar algún día").

Y ahí siguen, tan tranquilos. Como no han violado ley alguna, pese a reconocer que conducían sus bancos como locos bajo una nevada, no pasa nada. Vuelven a ganar dinero, algunos devuelven rápido las ayudas públicas para que el Gobierno no meta las narices en sus salarios y en sus bonus (de nuevo crecientes) y se escandalizan porque Obama quiere poner una nueva tasa sobre las grandes instituciones financieras que han recibido billones de dólares en diversos tipos de ayudas públicas... Pero nadie responde todavía del accidente. Ninguno de los responsables ha pagado de algún modo su irresponsabilidad. Lo cual deja abierta la sospecha de que, en cuanto puedan, volverán a conducir al límite...

¿Va a quedarse esto así? Nos pensamos que la crisis financiera está terminando. Yo me temo que cualquier día volvamos a desayunarnos con alguna otra sorpresa. No me fío nada: el imprudente es imprudente siempre (máxime cuando se está forrando con sus imprudencias), a no ser que alguien le retire de la circulación.

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