Merkel y Sarkozy: butaca de palco en el drama griego

Este nuevo capítulo de la crisis griega va a resolverse en el último minuto. Como sucedió el año pasado, Bruselas (Merkel y Sarkozy) no se decidirá a abrir el grifo de un nuevo rescate hasta que el riesgo de colapso en los mercados sea inminente.

La situación griega no tiene un difícil diagnóstico: no tienen dinero para pagar las ayudas aprobadas en el primer plan de rescate y las condiciones de austeridad que le exigen desde Bruselas (más duras que las fijadas por el FMI) abocan al país al callejón sin salida de la recesión.

Alguien se quedó corto a la hora de medir las necesidades griegas en mayo pasado. Eso está claro. Y la consecuencia es que, vueltos otra vez al principio del problema, los mercados europeos van a sufrir la desconfianza de los inversores. Ya lo ha advertido Moody's: una reestructuración de la deuda griega provocaría un efecto dominó en los demás países periféricos altamente empeñados.

Sin embargo, el silencio institucional sobre el problema griego es elocuente: Trichet evitó pronunciarse en la comparecencia del jueves 26 de mayo. El G-8 tampoco lo ha destacado en sus conclusiones. Es evidente que Merkel y Sarkozy intentan ganar tiempo y evitan pronunciarse sobre una inevitable reestructuración de la deuda griega. De hecho, los técnicos de Bruselas trabajan con nuevas nomenclaturas en sus informes que eviten la palabra reestructuración, como «reperfilar» los vencimientos.

Que Atenas no puede pagar, con las actuales condiciones, es un hecho asumido en Bruselas. Pero, de momento, no se sabe cuándo se va a anunciar la reestructuración, cómo debe hacerse y cuál será la quita que se aplicará. Los expertos están convencidos que no va a ser suficiente con ampliar plazos de la deuda y reducir los tipos de interés para solucionar el problema griego. Será necesario un nuevo paquete de ayudas.

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Pero los que de verdad mandan en la zona euro quieren presentar el nuevo plan ante sus electores acompañado de nuevos recortes y medidas de austeridad que calmen los ánimos de unos contribuyentes totalmente exacerbados. Ante quienes, además, se niegan a reconocer que, posiblemente, el primer plan de rescate no se realizó todo lo bien que debiera y que, por una vez, no ha sido culpa de los griegos, que a todo han dicho que sí.

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