Grecia, un rescate sin fecha de caducidad

Es como La Odisea. Las vicisitudes que está atravesando la negociación del segundo tramo del rescate de Grecia han devuelto a los mercados a la realidad después de que la euforia, el deseo de ver la botella medio llena y, seguramente, la entrada en acción de los programas de trading que se aplican a las posiciones en derivados impulsasen a las bolsas y mercados europeos, en particular al cuestionado Ibex, a registrar subidas récord anuales.

Pero sobre el problema griego, debemos comprender que no tiene una solución con fecha de caducidad en la que se decida si Grecia se salva o se sale del euro. No hay que mirar el calendario porque ya hemos visto que los plazos se vulneran una vez sí y otra también. La solución para la crisis griega se ha convertido en una carrera de fondo en la que la meta está todavía lejana y difusa entre una espesa niebla.

Si el Ecofin y el Consejo Europeo dan el visto bueno al segundo tramo de rescate, Grecia no se habrá salvado ni mucho menos: la diatriba que hemos vivido estos meses de atrás continuará y amenazará, como un virus informático (esos que llaman troyanos), con contagiar al resto de periféricos insolventes. Para tener claro el escenario que tenemos por delante conviene atender a las siguientes conclusiones:

Una quita del 70% ayuda, pero no es suficiente: los griegos van a impagar el 100% de lo que deben, más el déficit público que sigan acumulando porque no tienen un euro. No debemos olvidar que, tras la quita, la deuda pública griega será del 120% del PIB. A esto se une que los 130.000 millones de euros que componen el segundo tramo de ayudas se van a entregar, como hasta ahora, con cuenta gotas y previa entrega de la correspondiente certificación (como si de una obra se tratara).

Así que, cada poco, Papademos tendrá que suplicar a los partidos políticos que llenan un Parlamento en el que no está representado para que acepten nuevas vueltas de tuerca de la Troika, dictadas por Angela Merkel. Una misión que será cada vez más irrealizable por el incremento de las protestas sociales y la proximidad de las elecciones parlamentarias, en abril de 2012. De esta manera, la vía del rescate de Grecia se presenta como hasta ahora: a trompicones, con turbulencia y sin plazo fijo.

La única manera de que el problema termine sería la salida del euro, pero eso es lo que entre todos van a evitar. Y lo que cotizan los mercados. Los primeros: los europeos que, a la tonta, llevan ya comprometidos 250.000 millones de euros. Los segundos: los propios políticos y altos funcionarios griegos cuyos sueldos dependen de que llegue a tiempo cada tramo del nuevo rescate europeo. La incógnita está en si, finalmente, el tecnócrata Papademos dará el control presupuestario al eurogrupo. Eso sí que sería una novedad y haría quien el "gusano troyano" heleno no se convierta en los próximos días en una tenía insaciable para la crisis de deuda europea.

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