El penúltimo cartucho

Tras los múltiples y variados planes de rescate, quienes "mandan" en los mercados mundiales lanzaron el pasado 8 de octubre[…]

Tras los múltiples y variados planes de rescate, quienes "mandan" en los mercados mundiales lanzaron el pasado 8 de octubre su penúltima bala: la rebaja de medio punto en los tipos de interés de referencia de los grandes bancos centrales. Digo la penúltima bala, pero en realidad les quedan unas cuantas más:

-Sigue faltando una acción coordinada no ya en las operaciones de rescate (es difícil porque cada barco tiene sus particulares problemas y sus propios salvavidas), sino en regular de una vez globalmente la actividad financiera. La tan cacareada globalización en realidad es mentira salvo en una cosa: el dinero. Los movimientos de capital son globales, como lo prueba el hecho de que un ciudadano de Texas deje de pagar su hipoteca y sienta el impacto el fondo de pensiones de un señor de Parla. El dinero hace años que es global, pero no hay nada global para supervisarlo (permítanme que una vez más me ría del nulo papel en esta crisis de los pocos organismos supuestamente multilaterales que existen en economía: el Fondo "Monetario" Internacional y el Banco "Mundial"). O los gobiernos se sientan para redefinir las reglas del juego a escala global, o nos habremos cargado el sistema... con el riesgo evidente de que no hay sistema alternativo.

-A una escala más "micro", algunos bancos centrales, entre ellos el europeo, tienen margen para recortes adicionales de tipos (algunos expertos los ven en el 3 por ciento el año que viene).

-Algunos bancos parecen estar jugando al "a ver quién aguanta más" y eso es peligroso. Está en sus manos desbloquear el mercado monetario, sobre todo ahora que prolifera el dinero público para engrasar la maquinaria.

-Algunos banqueros y financieros deberían cambiar el traje de Armani por el pijama de rayas: esa sería una buena señal de confianza hacia los ahorradores. Seguro que en Estados Unidos lo veremos pronto. El expresidente de Lehman, el famoso Richard Fuld, "El Gorila", puede ser el primero, tras sus patéticas explicaciones ante una comisión del Congreso americano, en las que reconoció sus errores pero cargó contra los reguladores por permitírselo. Y algo de razón tiene, por eso hay que redefinir las reglas. Pero no se puede ser tan caradura. Sería lo mismo que afirmar: "como en las autopistas alemanas no hay límite de velocidad, yo siempre circulo con mi superdeportivo a 300 kilómetros por hora, aunque haya niebla y el suelo comience a llenarse de escarcha porque llega el invierno". Vieron llegar el invierno y les dio lo mismo. Siguieron a 300 por hora y, encima, nos atropellaron.

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