El Ibex-35 como síntoma de la secular debilidad económica de España

España se quedó al margen de la revolución industrial y puede quedarse también fuera de la revolución tecnológica. Si es así, la Bolsa española tendrá dificultades para captar inversión

El Ibex-35 está a punto de entrar en negativo este año. Lo hace mucho peor que el Dax alemán, que aún gana alrededor de un 9% en lo que llevamos de ejercicio. Y eso que mientras el PIB español crece a ritmos trimestrales del 0,5%, Alemania acaba de sufrir una contracción de su economía del 0,1% y datos adelantados, como los de confianza, indican que encadenará otro trimestre en negativo, lo que significa que entrará técnicamente en recesión.

Víctor Alvargonzález, fundador de Nextep, comenta que el comportamiento del Ibex-35 es sólo el reflejo del problema estructural y secular de la economía española: "Se quedó fuera de la revolución industrial y ahora está fuera de la revolución digital". Y remata: "Ninguna Bolsa que se quede al margen de la revolución digital se va a comportar bien. Algunas, es cierto, aunque no estén muy metidas en la nueva economía, conservan una gran potencia industrial, como la de Alemania, pero España continúa apostando por sus viejos sectores de bajo valor añadido"

Uno de ellos es el inmobiliario. Su peso en el PIB es la mitad del que fue, pero el hecho de que continúe la apuesta por él se demuestra en que la mayoría de los debuts bursátiles a los que asistimos en España tienen lugar en el Mercado Alternativo Bursátil y cuentan con las socimis como protagonistas. El otro sector relevante es el turístico, que supone un 11,2% del PIB, aunque, a tenor del informe anual del Banco de España del año 2018, podría estar mostrando que se asienta sobre pies de barro: el año pasado, las llegadas de visitantes foráneos crecieron por primera vez en seis años por debajo del flujo total de turistas mundiales. 

Pero vayamos a los miembros del selectivo español. El Ibex-35, en un 30%, está compuesto por bancos. Se trata de un sector que, quizás sólo coyunturalmente, se enfrenta a un importante problema de rentabilidad, como consecuencia de los bajos tipos de interés y, también, de la debilidad en que ha quedado buena parte de la sociedad española tras la crisis, lo que puede disminuir su apelación al crédito. Bien es verdad que el gasto en consumo final de los hogares supera, con creces, el de antes de la crisis: en el segundo trimestre alcanzó los 175.165 millones de euros, frente a niveles en el entorno de los 155.000 millones trimestrales de 2007 o 2008. Como sombra a estos últimos datos, la advertencia que lanzó el Banco de España en su informe anual de 2018, en el que avisaba de que hay muchos hogares que están gastando en consumo a ritmos por encima de los que serían recomendables. Ello implica que están asumiendo mucho riesgo o que en cualquier momento puede producirse un parón en el consumo interno y, por tanto, también en su recurso a la financiación bancaria.

El exceso de inversión en construcción durante la burbuja no encuentra otro destino

A ello se une la posibilidad de que la apelación al crédito para la inversión de todos los agentes económicos se haya reducido tras la crisis. De acuerdo con las últimas cuentas de la economía española, en el segundo trimestre de 2019, la inversión en formación bruta de capital ascendió a los 68.637 millones de euros, cifra que se encuentra lejos de los 85.000 millones trimestrales que se llegaron a superar en el año 2008.
La inversión no ha recuperado niveles precrisis. La responsable de que no se haya producido esa recuperación reside en la construcción que, en comparación con los años 2006, 2007 o 2008, que eran ejercicios de burbuja, se encuentra muy deprimida. 

La inversión en maquinaria y bienes de equipo, en cambio, sí ha alcanzado los niveles pre-crisis e incluso los ha superado (en el segundo trimestre de 2019 llegó a los 22.762 millones de euros frente a los 20.149 millones de euros del segundo trimestre de 2008), pero la economía española no ha sido capaz de reorientar el dinero que ya no va a la construcción hacia otras actividades que modernicen la estructura productiva y le den potencial con vistas al futuro. El sector privado no ha encontrado otros nichos de actividad y el sector público lleva muchos años con la política industrial abandonada. 

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Hablamos de la banca, de la negativa coyuntura económica para su negocio principal y de unos actores económicos, tanto públicos como privados, que no son lo suficientemente audaces para lanzar negocios innovadores o para traer a España las innovaciones que se realizan fuera, y que sean capaces de tirar de la financiación bancaria. De hecho, en los cuatro últimos años, el saldo de crédito concedido a las empresas, tanto bancario como con emisiones de deuda en los mercados, se ha reducido desde los 905.583 millones de euros en 2016 hasta los 889.648 millones de euros del mes de junio de 2019, de acuerdo con datos del Banco de España. Se puede hacer de ello una lectura favorable: el sector privado no está acumulando deudas; pero tiene su reverso negativo: las empresas no son capaces de encontrar nichos atractivos de inversión y negocio. 

El sector exterior proporciona una algo mejor foto de la situación de la economía española. Durante la crisis e incluso durante el anterior ciclo expansivo, restaba al PIB. Llegó a mermarle alrededor de 15.000 millones de euros trimestrales. Pero en el gráfico se empieza a observar un cierto agotamiento reciente de este motor de la recuperación económica española. 

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Una Bolsa "comoditizada"

El Ibex-35 puede ser una fotografía de esta situación de la economía española, puesto que, junto con los bancos, otros tres sectores relevantes son el de las 'utilities', el de las telecomunicaciones y el de las infraestructuras. Los dos primeros ya son considerados 'commodities', puesto que se trata de actividades que todo el mundo tiene que utilizar, que cuentan con un público más o menos cautivo, que ofrecen poca innovación y la competencia entre las diferentes empresas se centra únicamente en el precio. Además, en algunos casos, especialmente en el de las utilities, los precios están regulados, a veces con la garantía de ciertos niveles de rentabilidad a algunas de sus actividades. En cuanto al de las infraestructuras, en gran medida depende de la obra pública y la competencia es tan importante a nivel global que enfrentan en muchos casos un problema de márgenes. Su atractivo como destino de inversión es limitado. Se limitan a ser extractores de rentas, bien privadas, bien públicas. 

El Ibex-35 no es la economía española

Claro que hay excepciones. En los números que en la revista INVERSIÓN destinamos a investigar sobre los nuevos motores de la economía global y sobre la industria aeroespacial, encontramos algunos ejemplos de compañías cotizadas que al menos en una mínima parte de su negocio tienen exposición a algunas de las áreas punteras. En el selectivo español, además, están presentes, por ejemplo, Amadeus, que es líder en su sector de actividad y que suele ser muy nombrada cuando a los gestores internacionales se les pregunta por sus posiciones en España, e Indra. 

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De todas maneras, en muchos casos, los analistas se quejan de que al Ibex-35 se le identifique con la economía española. Afirman, además, que el índice es muy estrecho en cuanto a sectores. Y que es muy probable que el Mercado Continuo refleje con mayor precisión la estructura de la economía española. En este último podemos encontrar compañías industriales que, además en algunos casos, terminan dando el salto al selectivo, como Ence, papelera, o como Cie Automotive, fabricante de autopartes. 

La cuestión es si las industriales que forman parte de la Bolsa española están en sectores de futuro, o no, acordes con los nuevos tiempos, o no: porque por un lado nos encontramos con el sector automovilístico y el de la ingeniería ligada al petróleo, pero por otro también hay representantes de la energía verde y algunas farmas o biotecnológicas. 

Sea como sea, el Índice General de la Bolsa de Madrid en su conjunto también ha entrado en negativo en el año. Eso sí, el Ibex Small Cap, el indicador que recoge a las compañías de menor capitalización de la Bolsa española, aún se encuentra en positivo, con una subida del 0,75%. Entre los valores que suben, nos encontramos con constructoras, como San José y OHL, pero también con PharmaMar, Oryzon, PharmaMar o Rovi.

Y tampoco hay que olvidar que en la economía española no cotizada hay empresas que han encontrado nichos muy interesantes de negocio en actividades punteras. Pero, a partir de ahí, hay que crecer. Para afrontar ese gran reto, tienen que mucho que aportar los empresarios, tradicionalmente bastante conservadores en España, también los poderes públicos, con política industrial, además de con un sistema educativo más eficaz y una red social más potente, por justicia, y también para que no se desperdicie el talento de nadie.

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