Corrupción en tiempos de crisis

La corrupción política es siempre despreciable. Pero en tiempos de crisis, como los actuales, resulta aún más asquerosa. Una vez[…]

La corrupción política es siempre despreciable. Pero en tiempos de crisis, como los actuales, resulta aún más asquerosa. Una vez resueltas las elecciones vascas y gallegas y una vez agotada la chirigota carnavalera del ministro cazador, el asunto corrupción-espionaje (para mí son dos caras de la misma moneda) seguramente se recrudecerá en los próximos días.
Al margen del vergonzoso espectáculo político, desde el punto de vista puramente económico, sobre todo en estos tiempos de crisis, a cualquier empresario o autónomo se le tienen que abrir las carnes no sólo ante el escándalo de sujetos que hacen espectaculares negocios con dineros públicos gracias a sus amigotes, sino también por el desmesurado tamaño de las facturas y las triquiñuelas para que "cuelen":

Pagos de varios cientos de miles de euros por montar eventos, "stands" o simples moquetas cuyo coste real (incluso con un margen razonable) sería de apenas unos cuantos miles; artimañas para trocear la factura en fragmentos inferiores a 12.000 euros y esquivar así el requisito de que cualquier pago con dinero público superior a esa cifra tiene que pasar por un concurso; manipulaciones de las puntuaciones de las empresas que optan a un concurso público para que aparezca como número uno no sólo la más cara, sino también la más "afín"; alteraciones artificiales de los valores inmobiliarios en medio de recalificaciones cuando menos sospechosas; pagos por informes, estudios o jornadas que nunca se han realizado o, si se han hecho, se han facturado también con unos márgenes espectaculares (por cierto, se comenta que incluso alguna supuesta organización de consumidores podría aparecer antes o después en esta lista de desatinos) ...

Y todo ello, además, una y otra vez, como si nunca fuera suficiente, en una demostración palpable de que estos delincuentes no sólo nunca han sido ni serán empresarios de verdad, sino que no saben hacer otra cosa que meter la mano en la caja de todos. Y además son incapaces de algo que cualquier mafia que se precie ha sabido hacer desde siempre: lavar el dinero, reconvertirse y alejarse poco a poco de las fronteras del delito.

Es triste. Y más aún pensar que, en estos tiempos de crisis, algunos puedan escaparse sin un castigo ejemplar que, por lo menos, deje buen sabor de boca a tantos empresarios y autónomos honrados que tienen que trabajarse cada euro de sus cuentas de resultados.

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