Cómo tomar el relevo al peor presidente de la historia de EEUU

George W. Bush ha hecho méritos sobrados para ganarse el título que le atribuyen ya muchos analistas internacionales: el de[…]

George W. Bush ha hecho méritos sobrados para ganarse el título que le atribuyen ya muchos analistas internacionales: el de «peor presidente de la historia de los Estados Unidos». El 43 inquilino de la Casa Blanca deja a su sucesor una envenenada herencia, compuesta de dos crisis íntimamente relacionadas: la de liderazgo internacional y la de modelo financiero.

El mandato de Bush se inició con el mayor ataque contra suelo norteamericano desde Pearl Harbour. Pero si el bombardeo de 1941 desencadenó la respuesta que convertiría a Estados Unidos en la potencia líder para el resto del siglo XX, el 11 de septiembre de 2001 obligó al país a una compleja reacción tanto política como económica que, a la postre, ha dilapidado el liderazgo americano. Y cada vez más voces responsabilizan de ello a Bush, preso de los intereses económicos de los halcones «neocon»... rapaces del mismo nido en que se ha incubado la actual crisis financiera internacional.

Porque buena parte de esta crisis financiera tiene su origen en la política económica ultraliberal acelerada tras el 11-S. Había que bajar los tipos y «abrir el grifo» de la liquidez, además de insistir en la «revolución monetarista» de la época Reagan-Thatcher. La desregulación y la avidez por los beneficios a corto hicieron el resto. El flujo de liquidez generó crecimiento, pero a crédito, mientras se inflaba el déficit presupuestario: los 651.000 millones de dólares de superávit heredado de la era Clinton se han convertido ahora en un déficit presupuestario récord de 483.000 millones de dólares acumulado de enero a septiembre, un 76,2 por ciento más que en el mismo periodo de 2007. Al tiempo que se alimentaba el déficit, se engordaba una burbuja tras otra, primero la "punto.com" y, estallada ésta, la inmobiliaria, un endeble mercado sobre el que, a su vez, se generó y apalancó la burbuja financiera que ahora explota.

Y en lo político, la trayectoria de Bush ha generado otra grave burbuja: dejó a medias la busca y captura de Bin Laden en Afganistán para abrir un innecesario segundo frente en Irak, que ha costado ya más vidas de norteamericanos que el mismo 11-S (y miles de otras nacionalidades), ha arrasado el multilateralismo internacional que el propio Bush ahora proclama y ha supuesto un coste estimado en, al menos, 700.000 millones de dólares... paradójicamente la misma cifra que el presidente acaba de mendigar ante el Congreso.

Esta doble crisis la heredará el triunfador de las elecciones del 4 de noviembre. Pero ninguno de los dos candidatos promete mucho. Tras el bochornoso espectáculo de unos republicanos votando contra su propio gobierno y de un McCain que pierde el tiempo en desacreditar al contrario y en un intento inútil de desmarcarse de los desmanes de sus correligionarios, Obama se consolida en las encuestas. Parece la gran esperanza. Pero, vista su aún no demasiado brillante respuesta a la crisis, tendrá difícil recuperar lo perdido durante los ocho años de Bush. Si lo lograra, sin duda se ganaría el difícil título de «mejor presidente de la historia de los Estados Unidos».

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