Burbujas por doquier
Diferenciar la espuma de la ola. Es el consejo que siempre han dado los asesores financieros. Los ahorradores son aquellos[…]
Diferenciar la espuma de la ola. Es el consejo que siempre han dado los asesores financieros. Los ahorradores son aquellos que no quieren que sus economías (ganadas con esfuerzo y privaciones) se desinflen tan rápidamente como se hubieran podido inflar. Los especuladores, en cambio, están en su elemento cuando se instalan en la volátil espuma del mercado, saltando de "burbuja" en "burbuja" antes de que se pinche la primera y llegue a formarse la segunda.
Para los primeros siempre ha existido la posibilidad de invertir a largo plazo en renta variable, además de la seguridad de otras inversiones como la renta fija o el inmobiliario. Éstos huyen de la inconsistente espuma; los otros intentan evitar que la ola rompa sin un burbujeante remolino. Y en los tiempos que corren está claro que han ganado los especuladores. Esos a los que el FMI, durante la presidencia de Rato, permitió alimentar las "burbujas" sin poner coto a un apalancamiento excesivo.
El mercado está hoy en manos de grandes gestores que manejan capitales que canalizan de un activo a otro en una loca carrera en la que el lema general suele ser "tonto el último". Éste es el juego: el que llegue tarde comprará caro y la "burbuja" le estallará entre las manos. Y el último es indefectiblemente el particular. Es imposible que un ahorrador sensato encuentre hoy en día algún activo rentable y seguro, al margen de los depósitos, que recompense su esfuerzo y su paciencia.
Los fondos de inversión no han dejado sector por barrer. El que no ha pinchado ya, como la banca o el ladrillo, está a punto de hacerlo. Nada queda que sea apto para corazones sensibles. La deuda pública es otra de las burbujas que se está formando por una afluencia masiva de capital y por una todavía más importante oferta de emisiones de Gobiernos centrales y autonómicos. El repunte hoy del diferencial portugués es todo un aviso de que es posible que las Letras que compramos al Tesoro español nos vayan a salir caras. El oro, el petróleo, los países emergentes, la energía solar, Internet o las participaciones preferentes... Ninguno está a salvo de pinchar.
Ni siquiera la Seguridad Social.