Pepa no es bandera

En la película «Gran Hotel», Grusinskaya (Greta Garbo) decía que quería estar sola. No fue la actriz sueca la que[…]

En la película «Gran Hotel», Grusinskaya (Greta Garbo) decía que quería estar sola. No fue la actriz sueca la que pronunció esas palabras, sino su personaje, aunque se retirara del cine en 1941 a los 36, después de «La mujer de las dos caras». Años después explicó que lo que ella sí había dicho fue que quería que la dejaran en paz. Pero de sola nada. Tenía amigos (entre otros, Cecil Beaton o George Cukor), viajaba, iba a comprar ollas a casa de Betsy Blair y Gene Kelly para cocinar al vapor (le preocupaba mucho la dieta) y acudió a la Casa Blanca cuando la invitaron los Kennedy. Hasta Garbo cayó rendida a Camelot. No era ninguna reclusa. Tras el asesinato de JFK, siguió viendo a Jackie, lo que confirma la revelación del pintor Lucien Freud sobre la actriz: «Tenía una presencia magnífica pero era extremadamente tonta». Dos tontas muy tontas. Solían ser invitadas de Onassis en el yate Christina. A la actriz le parecía demasiado pequeño («No puedo dar mis caminatas»). Onassis incluso había propuesto matrimonio a Garbo antes que a Jackie. No llevaba una vida solitaria aunque se apartara de lo que no le gustaba. De lo que no aguantaba.

Nuestra Greta Garbo es Marisol. Y adaptando lo de Saza sobre Faulkner («Fúlner») en «Amanece que no es poco», ¿es que no sabe que en este pueblo es verdadera devoción lo que hay por Marisol? Saza también decía al sudamericano que había escrito/plagiado «Luz de agosto»: «A usted lo que le gusta son los escándalos y las extravagancias». Me refiero, claro, al reportaje de «Vanity Fair» en cuya portada se lee: «La mayor estrella de la historia de España se esfumó hace 30 años. Investigamos este enigma en tiempos del #MeToo». Y se rescata todo aquello que Pepa Flores contó a Umbral para un libro que no se publicó y lo que José Luis Morales sí publicó en «Interviú» en 1979. Que si le daban palizas con 8 años cuando un empresario contrató al grupo de niños que formaban «Los Joselitos del cante». Que dormía con la querida del empresario y este se acostaba con ella (con la querida). Que la llevaban a un chalé de El Viso para que «gente importante, gente del régimen» la viera desnuda a ella y a otras niñas. Que si un fotógrafo la desnudó y le metió mano. El viernes pasado, un redactor de «Sálvame» trasladó lo que María Esteve, hija de Pepa Flores, le había dicho. Que estaba dolida con la publicación, que lo que contaban estaba descontextualizado o que utilizaban la imagen de su madre para unirla al movimiento Me Too sin su autorización. Y el director de la revista, que odia o desprecia «Sálvame», tuvo que llamar para defender la portada y el reportaje.

Es verdad que lo que más se ha resaltado en todos los medios de esas asquerosidades que sufrió Marisol era algo ya publicado en 1979, pero Pepa Flores está calladita desde hace mucho tiempo. Con el Me Too hay gente que se ha sentido impelida, no sé por qué, a relatar abusos sexuales, cosa que no había hecho antes. Marisol, no. Por lo menos, ahora no. O sea, de Marisol abusaron en su infancia y ahora es forzada a metooear sin querer. La desnudaron para «gente importante, gente del régimen» y ahora la desnudan para el régimen a veces abyecto, por muy bienintencionado que sea, del MeToo. Por si los millennials no sabían nada de eso, como de tantas cosas. «Pepa Bandera» es una canción que hemos escuchado a Encarnita Polo y a Lola Flores. Habrá quien quiera hacer de Pepa una bandera. Pero ella no quiere. Que la dejen en paz. Y ya sé que escribir esto y reproducir las atrocidades es no dejarla en paz del todo. Pero ya.

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